La del Acuerdo con China fue una de las respuestas del Papa más esperadas en el vuelo de regreso del BálticoHay más de un viaje en el viaje de Francisco por el Báltico. O, mejor dicho, la experiencia apenas vivida se ramifica rápidamente en una red de temas sobre los que el Papa quiere expresarse, temas que son el dintel de su magisterio.
Así, sucede un cambio de roles, a un cierto punto es el entrevistado quien insta a los periodistas en el vuelo de regreso desde Tallin, a hacer “preguntas sobre el viaje”, deteniendo las otras que palpitan en sus blocs de notas. Porque las tres preguntas que le dirigieron los colegas de los Países visitados no son suficientes para que pueda expresar plenamente lo que fue para él sumergirse en la realidad de las “tres hermanas”.
Cuatro días en contacto con las plagas de la memoria que Lituania, Letonia y Estonia tienen en común, con sus cuentas entre un presente político que los ha proyectado hacia el oeste, y raíces que los detienen en el lado opuesto, con un futuro que el Papa ha esperado repetidamente en el signo de la esperanza, de una auténtica reconciliación.
La identidad que debe conservarse
Es como si Francisco tuviera un mosaico para componer. En primer lugar, insistir, como hizo prácticamente todos los días del viaje, en la preservación de la identidad de los Países Bálticos, demasiado a menudo pisoteada por crueles invasores y custodiada por quienes ayer la utilizaban como escudo contra las dictaduras y hoy, ancianos, tienen el deber de transmitirla a los jóvenes con todo el legado de cultura, fe y arte.
Luego, recordando las salas de tortura del Museo de las Víctimas de Vilna, para condenar la violencia y el “escándalo” del comercio legal e ilegal de armas que la fomenta. Es “legítimo” y honorable, dice, defender al país, pero un Estado debería tener “un ejército de defensa razonable y no agresivo”.
Y de nuevo recordar el tan citado principio de la “prudencia” en materia de inmigración, que en las Repúblicas Bálticas es tanto entrante como saliente, señalando que los mismos jefes de Estado con quienes acaba de reunirse han reconocido el valor de la “acogida”.
China, la “sabiduría” del Acuerdo
Entonces Francisco se somete al deber de crónica. El Acuerdo Provisorio con China es el tema que, a su llegada a Lituania, ha desviado la atención de los expertos en asuntos del Vaticano mucho más al este. Las críticas sobre el viraje madurado el sábado pasado, sobre el cual la Santa Sede ha estado trabajando durante diez años, es bien conocido: el Vaticano habría “vendido” la Iglesia a Pekín.
El Papa replica con calma: el Acuerdo “lo he firmado yo”, “soy yo el responsable”, y pide “rezar” por quien “teniendo a sus espaldas tantos años de clandestinidad”, hoy no entiende su alcance.
En cada acuerdo de paz, recuerda, “ambas partes pierden algo” y, sin embargo, ahora, subraya, “es el Papa quien nombra” a los obispos chinos. Francisco alaba la “paciencia” y la “sabiduría” de los negociadores vaticanos -desde el Cardenal Parolin hasta Monseñor Celli, al P. Rota Graziosi-, afirmando que había evaluado todos los “dosier” de los obispos cuyo nombramiento no tenía aun el apoyo pontificio, y recordando que este se convirtió en responsabilidad exclusiva del Papa en tiempos no tan lejanos.
La “gran fe” de los chinos
Y siempre sobre China, Francisco ofrece un homenaje a la “gran fe” de los católicos que tanto han sufrido. “Siempre en un acuerdo -reconoce- hay sufrimiento” y revela una anécdota: con ocasión del “famoso comunicado de un ex – nuncio apostólico”, que había impulsado a muchos episcopados a expresarle cercanía, los fieles chinos también lo hicieron firmando de manera significativa, aquellos de la Iglesia tradicional y no, una carta común para manifestar al Papa su solidaridad. Para él eso, aseguró Francisco, “fue el signo”.
El abuso es monstruoso
El Papa responde a la pregunta de una periodista alemana inspirándose en las palabras pronunciadas a los jóvenes estonios. Sería “monstruoso”, dice, aunque sólo hubiera sido un sacerdote que hubiera cometido este crimen. Confiesa que nunca “firmó una petición de gracia” ante una noticia de condena en relación con los casos indicados por la Congregación para la Doctrina de la Fe. El abuso sexual está en todas partes, pero en la Iglesia, precisa, es mucho peor porque los sacerdotes deben “llevar a los niños a Dios” y sobre esto “no hay negociación”. Pero, observa el Papa, no hay que cometer el error de interpretar el pasado con el criterio del juicio, con la “hermenéutica” de hoy, en la que se tiene una sensibilidad diferente. Francisco toma como ejemplo la Iglesia de Pensilvania. Una vez estos crímenes “se cubrían”, mientras que “desde que la Iglesia comenzó a tomar conciencia de ello, ha puesto todo su empeño en ello”.