Max Andrés Romero cayó muerto en las calles , fue ejecutado por dos personas que viajaban en motocicletaOtro joven nicaragüense, que protestaba contra el régimen de Daniel Ortega, cayó muerto el pasado domingo en las calles de Managua ensangrentada. No es ninguna sorpresa: las autoridades dijeron que Max Andrés Romero, de 26 años, fue el “culpable” junto con su grupo de manifestantes “violentos y terroristas” de su muerte por “fuego cruzado”.
La Policía Nacional dijo que el joven fallecido, quien participaba en la marcha “Somos la voz de los presos políticos” no fue víctima de la represión, pero diversos testigos han dicho con claridad que fue ejecutado en la calle por dos personas que viajaban en una motocicleta, presumiblemente, paramilitares o de las juventudes sandinistas subsidiadas por el régimen de Ortega.
El comunicado policiaco –avalado por la esposa de Ortega, Rosario Murillo, vicepresidente de Gobierno—ha dicho que los manifestantes “atacaron a familias y sus viviendas con armas de fuego, morteros y piedras”. Justificando la represión, y contrario al testimonio de la gente, el comunicado echa la culpa a los “terroristas” que no piensan como Ortega y su esposa.
Según la prensa nicaragüense e internacional, el ataque de las fuerzas leales al régimen del domingo dejó al menos cuatro heridos más, entre ellos el periodista Winston Potosme reportero del programa de entrevistas “Café con voz”.
Contrario al comunicado de la Policía, hay muchos videos que muestran cómo hombres encapuchados y viajando en motocicletas, disparan en contra de la gente desarmada de los barrios populares de Managua. Las redes sociales han dejado –no solamente en esta ocasión—en entredicho los comunicados oficiales, en los que, prácticamente, muy pocos creen.
La protesta que motivó esta nueva ofensiva de las fuerzas leales al Gobierno era para exigir la liberación de, al menos, 300 presos políticos que han sido encarcelados, acusados de terrorismo, desde que iniciaron las protestas contra Ortega el pasado 18 de abril de 2018.
“Terrorismo” quiere decir participar en manifestaciones contrarias al régimen o levantar barricadas en barrios populares o indígenas. El Gobierno solo reconoce 204 detenciones, pero ninguna ha sido –en su opinión—ilegal.
La voz del obispo Báez
“Muchos de nuestra sociedad están convencidos que es grande quien se sale con la suya. A través del arribismo, la marrullería, la mentira. Que es importante quien tiene privilegios y logra obtener dinero fácil, quien se hace servir a los demás”, dijo el domingo en su homilía el obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez.
El principal opositor, junto con el cardenal Leopoldo Brenes, a la represión de Ortega, en su homilía del XXV Domingo del Tiempo Ordinario, reflexionó sobre el poder y sobre la verdadera importancia del servicio que no es otra que la “servir desinteresadamente a quienes más lo necesita”.
Y agregó, en una referencia indirecta pero clarísima a Ortega: “El dinero no hace a nadie más grande. Volverse caudillo, o dictador, no hace a nadie más grande; más bien, lo empequeñece”.
Y en la parte central de su homilía, ya directamente refiriéndose al momento brutal que vive su país, el obispo Báez dijo: “Para transformar Nicaragua, hay que eliminar de la vida social y política tres verbos mortíferos: tener, subir y mandar. Y en su lugar poner tres verbos que dan vida: dar, bajar y servir. Solo así iremos poniendo las bases de una sociedad más humana, más fraterna, más pacífica y más justa”.
Las homilías de Báez y Brenes, junto con las de otros obispos de Nicaragua, se han convertido en el principal bastión de la propuesta de paz con justicia que exige Nicaragua el día de hoy, cuando enfrenta una crisis que, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha dejado 320 muertos y más de 2.000 heridos.
Además, debido a la violencia, unas 20.000 personas han salido del país, principalmente con rumbo a Costa Rica, donde unos 13.000 nicaragüenses han solicitado refugio, no obstante Ortega les haya dicho que regresen, que no los van a perseguir.
“Si queremos que en Nicaragua surja una sociedad nueva, según el querer de Dios, la Iglesia debe poner en el centro a los más débiles, a los pobres. Curar y cuidar a los enfermos. Llorar con quien llora y estar al lado de quien sufre. Defender a los perseguidos y luchar por liberar a los prisioneros (…) Una Iglesia aliada con los poderosos de la sociedad y olvidada de los últimos, desfigura el Evangelio de Jesús y no colabora a la llegada del Reino de Dios a nuestra sociedad”, terminó diciendo, entre aplausos, el obispo auxiliar de Managua.
Con ello, monseñor Báez respondió a los actos de Ortega y de sus huestes y definió, con claridad, el futuro de la acción eclesiástica en la crisis nicaragüense: del lado de los pobres, que son los que principalmente han tomado las calles, y del lado de aquellos que sufren la represión del poder.