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¿Tus perfiles en las redes te identifican de verdad?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 21/09/18
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Buscar demasiado la admiración de los demás me hace frágil y vulnerable a sus expectativas

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Hoy parece que nada puede permanecer oculto a los ojos de los hombres. Me convenzo de ello al pensar en la fragilidad de mi seguridad humana. Me controlan por todos lados. Hay tantas personas agobiadas pensando en ese control que alguien ejerce sobre sus vidas.

Es como si hubiera perdido mi derecho a la intimidad. Quiero salvaguardarlo. Tengo derecho a no publicar mis fotos, a no contar lo que hago en cada momento, a no dar siempre explicaciones de todo lo que pienso.

Es muy humano ese deseo que percibo en mí mismo por querer saberlo todo y a la vez, por querer guardarlo todo.

El morbo me hace interesarme por lo que les ocurre a los demás. Ya sean cercanos o lejanos, no importa. Una curiosidad malsana.

Tal vez las redes sociales hoy lo alimentan. Hay que contarlo todo. Hay que saberlo todo. Para estar dentro de la red. Para no quedarme fuera.

Y en medio de este conocimiento superficial de las personas percibo un desconocimiento profundo de mi propia vida, de mi propia alma.

Desconozco las fuerzas más interiores, lo que de verdad pienso y deseo. Ignoro mis mentiras. Me sorprendo con mis actos. No sé por qué reacciono de una determinada manera. No sé bien cuál es mi verdad escondida en las sombras de mis pliegues.

Me gustan las apariencias de las fotos, de los cuentos, de las noticias con pocas palabras. Me gusta parecer más joven de lo que soy, más guapo de lo que resulto, más delgado, más elegante, con una vida más perfecta.

Veo caras, no corazones. Quizás por eso llego a adornar mi currículum para justificar mis pretensiones.

Comenta la sicóloga Isabel Serrano-Rosa: “Si se quiere dar una mejor impresión o salvaguardar la reputación, se «maquilla» un poquito la verdad, piensa el mentiroso vanidoso, especialista en poner relleno en el currículo. Si son descubiertos suelen recurrir de nuevo a la mentira para salir del paso”.

¡Cuántas vidas construidas sobre mentiras, alimentadas a partir de exageraciones! Intento vivir una vida que a lo mejor no es la que puedo llevar, la que me corresponde por mi nivel adquisitivo.

No importa. Quiero ser el que no soy. No quiero ser el que soy. Me gusta más parecerme al que triunfa. Vivir una vida distinta a la que tengo.

Deseo algo de ficción en mis manos. ¿Por qué no puedo hacerlo? Me escondo en perfiles falsos. Dibujo una forma de ser que nunca he tenido. Finjo gustos que no siento.

Aspiro a lo que creo que me dará la felicidad permanente. Pero quizás acabo renunciando al sueño de ser feliz siendo yo mismo. Siendo aquel que Dios ha creado. Aquel que es único.

No sé por qué me atrae tanto ser reconocido por todos. Sueño con poseer el poder y disfrutar de la admiración de los hombres.

¿Es tan tentador el poder que no puedo resistirme? Esta tentación acaba minando mis defensas. Me hace frágil y vulnerable a las expectativas de los otros.

¿Por qué me invento un perfil que realmente no me identifica? Cada uno en su nivel lo hace.

Sé muy bien que vivo en un mundo que quiere saberlo todo sobre mí, sobre todos. Un mundo que me da medios para conocerlo todo. Aquí y ahora. En este instante. La verdad aparente. Lo que yo parezco ser.

¿Puedo ocultar la verdad de mi vida? Al final estoy llamado a ser la mejor versión de mí mismo. Pero no alguien distinto. Yo mismo pobre y limitado.

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