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¿Cómo aceptar que el otro puede fallarme?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 09/09/18

Se despierta el miedo a la infidelidad, a ser engañados. Es el miedo a fallar y a que me fallen aquellos a los que quiero

Creo que es un milagro que pueda confiar en una persona. Sé también que no es fácil confiar en cualquiera. Conozco personas en las que me cuesta más confiar. Tal vez porque hablan más de la cuenta. O dicen hoy una cosa y mañana otra. Y no se mantienen firmen en sus juicios. No lo sé.

Me gustaría confiar más, mirar con más inocencia la vida. No pensar mal en seguida.

Hace tiempo vi una película que hablaba de todo esto. Un grupo de matrimonios amigos empiezan a desconfiar al compartir en alto los mensajes que reciben en sus móviles.

El juego se convierte en fuente de sospechas, de malos entendidos y de conflictos profundos. Parece que tenían cosas que ocultar. Sus relaciones estaban construidas sobre una confianza poco sólida. Había algo falso, no verdadero. Surgen las dudas y todo se desmorona.

La duda lleva a la acusación y al rechazo. No hay vuelta atrás posible. No hay misericordia ni perdón. Desaparece el deseo de volver a empezar. Hay verdades ocultas. No todo se cuenta, no todo se comparte. Viven con miedo a no ser amados en toda circunstancia.

Se despierta el miedo a la infidelidad, a ser engañados. Es el miedo a fallar y a que me fallen aquellos a los que quiero. Es el miedo a perder la confianza conquistada durante toda una vida.

Y surge una pregunta en el corazón: ¿realmente conozco a quien amo? ¿Sé lo que siente, lo que sucede en su corazón, lo que ama y lo que sufre? ¿Pongo la mano en el fuego por aquellos a los que más quiero?

Sueño con una confianza a prueba de fuego. ¿Amo más al que conozco también en su pecado? El escándalo de muchos me pone inseguro. La atmósfera de desconfianza en la que vivo genera inseguridad en mi corazón. No puedo confiar. Si me fallan, no puedo volver a confiar.

No quiero vivir poniendo en duda los fundamentos de mi vida. Pienso en esos pilares sobre los que se construye mi camino. Pienso en esas certezas que me permiten caminar un día más, un trecho más. No puedo sospechar siempre, dudar siempre. No puedo vivir como se dice vulgarmente con la mosca detrás de la oreja, sospechando y dudando.

Quiero una inocencia que me permita mirar con alegría al que tengo a mi lado. ¿Sobre qué pilares firmes he construido mi vida? A veces parece que está todo sostenido por la aprobación de los que me rodean. Depende todo de su infalibilidad. No acepto que me fallen. Deseo que no me rechacen nunca.

El otro día leía: El otro es llamado a convertirse en la prueba tangible de que uno vale; se tiene necesidad no tanto de él cuanto, más bien, de su aprobación, de su confirmación, y esta pretensión puede hacerse, con el tiempo, cada vez más invasiva y exigente, solicitando un reconocimiento cada vez más firme. Es el círculo vicioso de la posesión, porque tal relación es devorada por la sospecha de que las pruebas aportadas nunca son suficientes, de que tenemos continuamente necesidad de una confirmación ulterior. ¿Puede la estima provenir del testimonio del otro? ¿Es posible encontrar en el otro el punto de apoyo de las propias carencias no resueltas?.

Es como si siempre le pidiera un gesto más al que me ama. Una prueba más de su fidelidad profunda. Quiero amar y confiar sin miedo. El amor sin confianza se construye sobre el temor.

Prefiero pecar de confiado que de lo contrario. Confiar en aquellos que Dios pone en mi vida. Ellos son los que me sostienen al creer en mí. Con su coherencia de vida. Puede que me fallen, que no estén a la altura alguna vez. Mi amor no depende de su impecabilidad.

Eso me tranquiliza. Que me amen no depende de que yo lo haga todo bien. ¿Me lo creo? No quiero vivir sospechando y desconfiando. Puedo dejar que vea mi móvil aquel a quien más amo. No oculto nada. No le soy infiel.

Confío totalmente porque no necesito tener acceso a todo lo que hace. No necesito saberlo todo. Mi opinión sobre él no cambia dependiendo de lo que pase hoy o mañana. Es una certeza más honda. Es un amor que no está sujeto a las circunstancias de la vida. Eso me da tranquilidad. Es el fundamento de mi vida.

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