No sólo les pasa a los famosos
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Body shaming es un concepto que, traducido al español, podríamos definir como “vergüenza de nuestro cuerpo”. Se trata de una conducta que reside en criticar e incluso burlarse de los defectos físicos de las personas ajenas, con comentarios críticos que pueden herir a quien los percibe.
Esta tendencia a burlarse del cuerpo, surgió hace tiempo entre las celebridades, actrices o deportistas famosos, quienes a través de sus “fan page” o diversas redes sociales, eran juzgados por sus seguidores o los medios masivos de comunicación cuando llegaban a subir de peso, o eran captados por fotógrafos en posiciones poco favorecedoras, resaltando lo que éstos consideraban “defectos”, mencionando frases como “está gorda”, “ya tiene celulitis”, “parece ballena”, entre muchos otros comentarios despectivos.
Una de las múltiples consecuencias que puede provocar este desaconsejable hábito del body shaming es el deseo de querer cambiar ciertas partes de nuestro cuerpo que nos desagradan o que hasta incluso odiamos y que pueden llegar a hacernos sentir muy inseguros e invalidarnos tras haber escuchado las opiniones de los demas.
¿Aceptas tu físico o persigues cambiarlo?
La publicidad, las tendencias y las modas tratan de ejercer su influencia y vendernos que nuestro objetivo debe ser perseguir el cuerpo perfecto y valorarnos por el físico y no por nuestra manera de ser y por nuestros comportamientos. Nuestra mayor valía reside en nuestro interior más profundo y adquirir seguridad ante ello nos va a permitir que seamos mucho menos vulnerables a cualquier crítica y a nuestra misma percepcion de nosotros mismos.
Esta tendencia ha cobrado importancia y hoy en día cualquier persona puede sufrir “body shaming”, por parte de sus “amigos” dentro de su cuentas de Facebook o Instagram, padeciendo críticas, agresiones y burlas. Las mujeres con sobrepeso o mayor masa muscular, así como quienes rompen con los cánones de belleza establecidos (ser extremadamente delgada y fit), son quienes más son víctimas del “cuerpo avergonzado”.
Tener presente una meta de lograr un cuerpo perfecto es una utopía y si nos fijamos una expectativa irreal, lo más probable es que vivamos en una frustración constante y acabemos teniendo serios problemas emocionales.
En cambio, si aceptamos que todas las personas tenemos nuestros defectos y nuestras virtudes, tanto físicas como psíquicas, conseguimos estar en paz con nosotros mismos. La aceptación de cualquier condición física nos permite no rechazarnos, si no querernos tal y como somos y por consiguiente, tratarnos y sentirnos bien para así ofrecer una buena versión de nosotros al resto de personas que nos rodean.