En entrevista con Aleteia, el presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana y arzobispo de Villavicencio, monseñor Óscar Urbina Ortega, sostuvo que la visita de Francisco a cuatro ciudades en septiembre del año pasado también impactó a los colombianos, incluso a los no creyentes
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-¿La visita del papa Francisco, entre el 6 y 10 de septiembre de 2017, sirvió para cambiar en algo a los colombianos?
-Impactó la fe de los colombianos, despertó esperanzas que estaban dormidas. Pero nosotros hemos continuado insistiendo en lo que él nos dijo para que ese «primer paso» que él dio con nosotros también lo sigamos haciendo para buscar un cambio integral del país. Si retomamos sus mensajes en los diversos ambientes sociales, sin duda, dejaron huella y uno ve que ya hay lenguajes que van siendo asumidos, por ejemplo, que el camino de la reconciliación es el diálogo. Y hemos tenido cosas muy concretas, incluso en el gobierno del presidente Iván Duque, que acaba de empezar, ya se acordó con los partidos políticos una lucha contra la corrupción, uno de los males que ha generado mucha violencia.
-¿Qué aspectos de la visita papal cree que impactaron más a los colombianos?
-La sencillez del Papa, la calidad humana de los encuentros, la cercanía con niños, jóvenes, adultos y ancianos. Su presencia libre de pretensiones políticas, la claridad de sus mensajes y su espiritualidad. También la firmeza, la manera de expresar verdades que son innegociables, por ejemplo, no tenerle miedo a la verdad, la justicia y el perdón. Son aspectos que impactaron a muchos colombianos, incluso a no creyentes.
-¿Usted percibe que sí están ‘sanando heridas y construyendo puentes’ entre los colombianos, tal como lo pidió el pontífice?
-Sí. Sanar heridas es un trabajo por hacer. Colombia es un país con muchos resentimientos y recuerdos de la violencia que no le permiten dar el paso hacia el perdón fácilmente y a una reconciliación más profunda. La nación sigue muy polarizada y hay personas que todavía permanecen encerradas con deseos de venganza. Las heridas para que se restañen necesitan tiempo y yo pienso, como dijo el Papa, que hay un papel muy importante para seguir trabajando y sanar heridas.
-Francisco habló de excluidos, marginados y arrinconados. ¿Qué se está haciendo en Colombia para acabar con tanta desigualdad?
-Nuestro país es uno de los más inequitativos del mundo y por eso la tarea no es fácil ni se espera que produzca resultados de la noche a la mañana. A través de la Pastoral Social y de la Conferencia Episcopal hemos promovido ayudas para atender a la población vulnerable porque además de la violencia, también hemos tenido catástrofes naturales que han hecho mella. Nuestro compromiso es e solidaridad, estar cerca a los marginados y de crear conciencia porque también se trata de tender puentes entre los que pueden ayudar y quienes no tienen nada, como lo pidió Francisco. Hay un trabajo por hacer pero ese caminar hacia una nación más equitativa es lento porque todavía estamos muy atrás.
-Algunos analistas afirman que la visita del santo padre fue más política que pastoral. ¿Cuál es su opinión?
-Desde antes de la venida del papa se dejó muy claro que la visita era pastoral y no política. Él no vino como político sino como pastor. Sus palabras y gestos invitaban a acciones que favorecieran a la población. La misión del Papa fue hacer presencia de Jesucristo y promover el Evangelio en medio de nosotros. Ese fue un aspecto que se manejó con mucha delicadeza y prudencia para que no se fuera a llevar el agua a un molino político.
-¿Qué opinión le merecen los comentarios en los que se califica al Papa de ‘castrochavista’ o de haberse prestado para apoyar el proceso de paz promovido por el presidente Santos?
El Papa no es aliado de ningún gobierno o de corriente política o filosófica alguna. Sabemos que es el sucesor de san Pedro y su alianza es con Jesucristo y la Iglesia y su carta magna es el Evangelio. Yo, que estuve de cerca siguiendo todo el proceso y me tocó la ejecución de la visita, puedo garantizar que no hubo influencias políticas.
-Usted acompañó al papa en casi todos los eventos. ¿Cuál de esos momentos lo conmovió?
-Para mí hubo dos momentos muy especiales en Villavicencio. El primero, cuando beatificó a monseñor Jesús Emilio Jaramillo y al Mártir de Armero, Pedro María Ramírez. Fue además un momento muy bonito porque el Papa vivió con mucha alegría esa eucaristía y se emocionó con una coral integrada por niños, jóvenes, mujeres y ancianos de las parroquias y a quienes acompañaron unas 300 arpas. Y el momento culmen fue su oración con las víctimas. Aunque él conocía sus testimonios, él se conmovió con la narración de las mismas víctimas. Su santidad lo sintetizó en la oración que le hizo al Cristo mutilado de Bojayá y en la que dijo que Jesús, sin brazos ni piernas pero con el rostro sereno, nos invita a convertirnos en los nuevos brazos y piernas que le permitan a Dios llegar a los más vulnerables y adoloridos.
-Con la perspectiva de los mensajes papales y el comienzo de otro gobierno, ¿la Iglesia le ve futuro a la paz en Colombia?
-Hay que pensar en los procesos que dignifiquen a todos. Es necesario atender a tantas poblaciones olvidadas por el Estado y que están en manos de la delincuencia y el narcotráfico. Las políticas no deben responder a intereses mezquinos si no al bien común y al progreso integral del país. Se deben repensar aspectos como la educación, la cultura ciudadana y trabajar por la legalidad y la honestidad para superar la corrupción. Hay que emprender un camino hacia un cambio de mentalidad para ver a Colombia transformada. Veo un largo camino pero cuando uno emprende un camino, más que optimismo, tiene esperanza. La esperanza es la fuerza para recorrer todo camino.
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