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¿Quieres ser una persona auténtica?

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Dolors Massot - publicado el 01/08/18
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Toma nota: sé comprometido, valiente, sincero y leal. Entonces serás “muy auténtico” y eso es más digno de admirar que el récord de los 100 metros lisos.

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“No más mentiras”. Es una de las frases que más se suele escuchar por parte de alguien que ha sufrido una mala experiencia en la familia, en el entorno laboral o entre amigos.

Nos duele haber compartido nuestra vida con alguien que no se mostró verdaderamente cómo era.

Una de las cosas que más valoramos en las otras personas es que se nos muestren de verdad como son. Cuanto más pasa el tiempo, más se valora que alguien deje de aparentar lo que no es y sepamos cuál es su fondo sin necesidad de hacerle un interrogatorio de tercer grado.

Si observamos a los niños, en edades anteriores a los 3-5 años, se muestran tal cual son: son despreocupados y se ríen o lloran en función de lo que en cada momento les sucede. Pasan algunos meses, quizá algún añito, y vemos que ya han aprendido la picaresca, saben esconderse si han hecho algo mal, sueltan mentirijillas pensando que nos engañan a todos… Ya no son tan auténticos.

Admiramos a las personas auténticas y las queremos a nuestro lado. A esa persona que no se calla cuando hay que quejarse por una injusticia. A esa otra que sabe dar un paso adelante cuando nadie se atreve. A la que no se avergüenza del nivel económico de su familia, de su raza, de su religión, de sus orígenes… A los que no tienen miedo de mostrarse como son.

Los auténticos son valientes, comprometidos, sinceros y leales. Y esa receta de tres ingredientes tan poderosos los hace admirables. No queremos a Tom Cruise a nuestro lado, ¡queremos a alguien auténtico! Alguien en quien poder confiar cuando tenga un problema, un colega honrado de quien me pueda fiar cuando se queda al cargo de la contabilidad, una vecina que no vaya chismorreando lo que sabe de mi vida porque desde su casa ha oído algunas conversaciones.

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Quién le dice al rey que va desnudo

El auténtico es el que habla a las claras, el que acaba diciendo que el rey va desnudo. 

Ser auténtico es apasionante, porque es lógico que las personas admiren a los auténticos. Solo molestan a los cretinos y a los mediocres, a los que quieren esconder la verdad. Por los auténticos difícilmente consiguen cargos de representación pública: porque un auténtico, alguien que pregona las verdades, resulta incómodo. Incluso sin hablar abiertamente de las cosas, un auténtico con su ejemplo ya incomoda a los que llevan doble vida.

Por eso hay que tratar de ayudar a que los auténticos logren puestos en la política, para que saneen el ambiente y hagan frente a la corrupción. Y para que lleguen a la política, hay que dejar que primero se fogueen en el ámbito profesional, en las asociaciones, en los servicios… Qué distinta una etapa en la que es presidente de escalera un señor u otro, ¿verdad?

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Tinxi/Shutterstock

No hay por qué ser maleducado ni ofender

Ser auténtico no implica ser maleducado. No quiere decir que vayamos por la vida señalando los defectos de los demás ni mucho menos mirándolos por encima del hombro. Una persona auténtica es leal y sabe que la justicia debe ir de la mano de la prudencia: uno debe saber cuándo es el mejor momento para decir las cosas, para ayudar a que los demás se sientan movidos a mejorar.

¿Quién es ejemplo de autenticidad? Deberíamos poder decir que en nuestra familia y en nuestro trabajo, los que más poder y responsabilidad tienen son los más auténticos. Los padres y los jefes, en definitiva. Cuando en una familia hay un buen ejemplo de autenticidad por parte de los padres, ese modelo arraiga con facilidad en los hijos porque lo han visto hecho vida. Así, aprenden a hablar a las claras, a ser transparentes en la escuela, leales con los amigos… Uno crece tratando de ser auténtico consigo mismo.

Prueba en tu entorno a vivir la autenticidad:

1.Facilita que los hijos digan en casa lo que han hecho mal. Para ello no ha de haber castigos injustos ni broncas exageradas.

2. Premia el comportamiento auténtico de los personajes de televisión, dibujos animados, películas o series: habla bien de tal personaje y explica que lo haces por tal acción suya.

3. Deja claro a los profesores que te importa que tus hijos sean buenas personas, no máquinas de ganar dinero y poder.

4. En las comidas o en las reuniones familiares, expon con naturalidad ejemplos de personajes históricos que resultan admirables por haber sido auténticos.

5. Demuestra que no tienes miedo de mostrar tus raíces, tus orígenes familiares, tu raza o tu religión.

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