El pianista inglés Paul Barton ha dejado atrás su carrera como músico para dedicarse de lleno, desde 2011, a su público tailandés: los elefantes.
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Paul Barton, pianista inglés, decidió dejarlo todo de la noche a la mañana para dedicarse a una práctica bastante original: tocar música a elefantes ciegos de Tailandia. No es la primera vez que Paul Barton toca para animales. Ya había experimentado esta práctica durante la Fiesta de la Música en París. Sin embargo, conmovido por el trágico destino de los elefantes tailandeses, un día decidió establecerse permanentemente en Tailandia para poner su arte al servicio del bienestar de los animales. Una hermosa misión para este amante de la naturaleza.
De Beethoven a Ravel, los elefantes valoran la música
Ancianos, a menudo ciegos y a veces incluso discapacitados, muchos elefantes tailandeses son rescatados y puestos a salvo en un santuario selvático reservado para la protección de los elefantes: Elephant’s World. Y es aquí donde Paul Barton decidió plantar su piano para tocar preludios, sonatas y otras obras musicales de los más grandes compositores, desde Bach hasta Rachmaninov, pasando por Beethoven, dependiendo de la emoción que quiera transmitir al animal que lo escucha.
“El mundo animal, como toda la creación, es una manifestación del poder de Dios”
Muchos Papas han fomentado el respeto por los animales en la pura tradición de la Iglesia. Así, Pío XII, en noviembre de 1950, declaró a los representantes de las sociedades protectoras internacionales: “El mundo animal, como toda la creación, es una manifestación del poder, la sabiduría y la bondad de Dios y, como tal, merece el respeto del hombre (…). La Iglesia católica se esfuerza por ejercer su influencia sobre los individuos y la opinión pública para asegurar la aceptación de estos principios”.
También san Francisco de Asís, san Antonio de Padua y san Roque prestaban especial atención a los animales, a quienes consideraban hermanos y criaturas de Dios capaces de alabarlo. “Porque los hombres y los animales tienen todos la misma suerte (…). Todos tienen el mismo aliento vital” (Ec 3,19), se dice en la Biblia, y los salmos invitan a cantar: “Las montañas y todas las colinas, (…) las fieras y los animales domésticos, (…) alaben el nombre del Señor. Porque sólo su Nombre es sublime; su majestad está sobre el cielo y la tierra” (Sal 148).
“El amor se alimenta de música”
Si la música es una fuente de armonía y apaciguamiento, también es el “alimento del amor”, como escribió William Shakespeare en Noche de reyes. Esta es sin duda la razón por la que vemos elefantes tranquilos por el sonido del piano, absortos en la música, dejando de comer hierba durante un rato.
Paul Barton explica la manera en que escoge las piezas: “Algunas obras o ciertos movimientos conmueven realmente a los elefantes de la reserva porque son animales muy emocionales y extremadamente inteligentes. Si reflexionas con atención y seleccionas las piezas que más conmueven a los humanos, descubrirás que esta música afecta a los elefantes de la misma manera”. Incluso consigue ablandar los caracteres más difíciles: “En este santuario, hay un elefante macho ciego al que todos temen. Pero basta con que le toque el movimiento lento de la sonata conocida como Patética, de Ludwig van Beethoven, para que se vuelva muy dócil. No le tengo miedo. Así que no puede sentir mi miedo. Entonces lo siento respirar sobre mi piano, tocando mis brazos y manos con su trompa. Cuando toco música, hay una conexión indescriptible entre nosotros”.
El pianista llega incluso a transportar su piano a las montañas —donde se encuentran los elefantes que han sido maltratados— para ofrecerles un momento de evasión musical al que no están acostumbrados. Por su parte, es innegable que Barton rinde un auténtico homenaje a la creación y revela que los paquidermos también están dotados de sensibilidad.