La visita largamente planeada de Emmanuel Macron al Vaticano y su encuentro con el papa Francisco es un nuevo hito marcado por el presidente de la República en sus relaciones con la Santa Sede… y con los católicosHace poco más de un año, el papa Francisco felicitó a Emmanuel Macron por su elección, refiriéndose a la “tradición cristiana” de Francia, llamada a defender “una sociedad más justa”.
Desde entonces, el presidente francés ha decidido reunirse regularmente con los diferentes representantes religiosos. Un primer hito. El segundo fue su presencia, por invitación de la Conferencia Episcopal Francesa, en el Colegio de los Bernardinos y su discurso sobre el lugar del catolicismo en la sociedad francesa, así como sobre la importancia de la participación de los católicos en la política.
El tercer hito será el 26 de junio con su visita al Vaticano, donde se encontrará con el papa Francisco y tomará posesión de su título de canónigo de Letrán. Un encuentro que promete ser de alto vuelo, subraya el historiador y periodista Christophe Dickès.
Aleteia: ¿Cómo debería desarrollarse el encuentro entre Emmanuel Macron y el papa Francisco?
Christophe Dickès: Es complicado saber de qué hablarán los dos hombres. Una cosa es cierta: ya se han sentado las referencias en términos de ideas. El discurso de Emmanuel Macron en los Bernardinos es muy explícito sobre el lugar de la Iglesia en la sociedad.
¿Hablarán de temas políticos y sociales o de temas espirituales? Nadie lo sabe. Es cierto que Emmanuel Macron está interesado en la espiritualidad e incluso en la religión. Esta entrevista podría incluso ser muy informal. Sin embargo, una cosa está clara: no habrá la misma tensión en el papa Francisco que con François Hollande en enero de 2014.
Ni el lado un tanto resplandeciente de la época de Nicolas Sarkozy bajo el pontificado de Benedicto XVI. Quizás los dos hombres le den a esta entrevista una dimensión más personal.
Emmanuel Macron es un hombre curioso, inteligente, que estudió en los jesuitas de Amiens y pidió el bautismo a la edad de 12 años. ¿Eso significa que puede renunciar o cambiar de ideas? Tengo mis dudas. Todo está en el “¿y después?”. Cuando se marca un hito como él hizo en los Bernardinos, es algo bueno pero, ¿qué pasa después?
No obstante, hay muchos puntos en común entre los dos personajes. Pienso en particular en su lado “muy jesuita”. Ambos cultivan el matiz en el análisis de una situación: el famoso tic de Macron de “al mismo tiempo…”. Como el papa Francisco, Emmanuel Macron sabe escuchar a sus interlocutores para formarse una opinión, pero luego asume sus responsabilidades en la decisión e impone su punto de vista. Son dos hombres de poder que se encuentran. Dos políticas. Quisiera decir dos monarcas, aunque Francisco desea expurgar el oficio pontifical de su dimensión monárquica…
¿Puede haber puntos de fricción entre Emmanuel Macron y el papa Francisco?
Durante la entrevista, pienso que no puede haber un punto directo de crispación porque, en un contexto así, el papa Francisco raramente trata a su interlocutor frontalmente. Habrá puntos de desacuerdo o discusión como la bioética, la acogida de los migrantes o la espinosa cuestión del liberalismo. Pero incluso en estos dos últimos puntos, los dos hombres no están tan distanciados.
Están de acuerdo en la idea de un “humanismo realista”, evocado por Emmanuel Macron en París ante los obispos de Francia. La bioética debería ser el punto más relevante del debate, porque hay verdaderas dudas sobre lo que va a suceder. Pero me parece que el papa Francisco ya “preparó” el terreno nombrando arzobispo de París a Mons. Michel Aupetit, antiguo médico y especialista en bioética.
¿Cómo tomará posesión de su título de canónigo de Letrán Emmanuel Macron?
Al tomar posesión de este título honorífico, Emmanuel Macron demuestra que tiene en cuenta el hecho de que el catolicismo forma parte de la historia de Francia. Esto lo afirmó claramente otra vez en los Bernardinos. Este título honorífico es revelador de los lazos especiales que existen entre Francia y Roma. Es importante para él, quizás mucho más que para Nicolas Sarkozy.
Emmanuel Macron devolvió al presidente toda su dimensión monárquica propia de la Quinta República. Donde Enrique IV trajo la paz religiosa a Francia, Emmanuel Macron quiere estar por encima de las confesiones religiosas, permitiéndoles expresarse en el debate público. Creo que también por eso la Iglesia Católica le está abriendo sus puertas.
¿Entonces Emmanuel Macron lleva un recorrido impecable?
¡Casi impecable! Personalmente, solo veo un error de protocolo en este viaje: residirá en la embajada de Francia ante Italia, en el Palacio Farnesio. Debería haberse instalado en la embajada de Francia ante la Santa Sede, en la Villa Paulina, como dicta la costumbre de no confundir los dos Estados: el Estado italiano y el Estado de la Ciudad del Vaticano. Sin embargo, obviamente los servicios de la Santa Sede no se han ofendido.
¿Cómo han evolucionado las relaciones entre la Santa Sede y Francia desde el mandato de cinco años de François Hollande?
La relación entre el papa Francisco y François Hollande era glacial. Es lo menos que se puede decir. A Francisco no le gustaba nada François Hollande. Sin embargo, estas relaciones se calentaron un poco después de la muerte del padre Hamel. El error de François Hollande fue haber llegado al poder sin tener ninguna idea de la realidad diplomática de la Santa Sede, de su importancia en las relaciones internacionales. Las líneas comenzaron a moverse cuando su gabinete entendió el papel del Vaticano en la reconciliación entre Cuba y Estados Unidos. Emmanuel Macron no ha cometido ese error. La Santa Sede participa en el juego diplomático del ministerio de Asuntos Exteriores, que la considera un actor importante.
¿Qué puede esperar el papa Francisco de Emmanuel Macron y de Francia?
Creo que el papa Francisco, a pesar de que sus visiones puedan diferir en algunos puntos, intentará cultivar el diálogo y el acercamiento entre las dos partes. Aún hay que definir las causas comunes. Pero recuerden que el papa Francisco estaba muy cerca de la diplomacia de Barack Obama, aunque es bien sabido que el expresidente estadounidense no era un defensor de la vida en el sentido que entiende la Iglesia. Mirando con un poco de perspectiva, diría que la talla educativa del general de Gaulle lo llevó incluso a arrodillarse ante Juan XXIII.
Había un gran respeto mutuo entre los dos hombres, que se encontraban en las difíciles condiciones de la purga [contra los simpatizantes de los nazis; NdlT].
Con François Mitterrand había una consciencia de la grandeza del catolicismo en la historia, un poco como una evidencia, pero algo distante a pesar de todo. Jacques Chirac, como François Hollande, tenía poca o ninguna cultura cristiana.
Chirac se opuso violentamente a la inclusión de las raíces cristianas en la constitución europea, mientras que la mayoría de los jefes de Estado estaba a favor.
Con Nicolas Sarkozy hubo una voluntad de acercamiento encarnada en la famosa laicidad positiva que apreciaba el papa Benedicto XVI. Creo que el enfoque de Emmanuel Macron es más profundo, como lo demuestra su discurso en los Bernardinos. Hay que decir que tiene el beneficio de la juventud. Pero, repito, entre las intenciones expuestas en los Bernardinos y la realidad de la política puede haber un abismo. El papa Francisco debería llenar ese hueco, en la medida de lo posible.