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El G7 está tocado de muerte

G7
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Salvador Aragonés - publicado el 18/06/18
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El grupo de los siete países más industrializados del planeta deben aceptar la nueva realidad geoestratégica internacional, que ya no tiene su epicentro en Europa, sino en el Pacífico

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El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con un gesto típico de rompe y rasga, como si fuera un golpe de genio, no quiso firmar el documento final del grupo reunido en Quebec (Canadá). Estados Unidos ya no está en el grupo porque no está de acuerdo ni con el medio ambiente (Acuerdos de París), ni con el acuerdo nuclear sobre Irán, ni con el libre comercio al imponer duros aranceles a sus aliados. 

Los “seis”  de los “siete” propusieron un “comercio libre, justo y mutuamente beneficioso”. Así las cosas, Estados Unidos no solo ha roto el consenso de los países del G7 en temas fundamentales, sino que pidió el reingreso de Rusia (a Rusia se le echó después de la anexión de Crimea).

En realidad, el G7 es un grupo que tiene un centro muy claro en Europa, pues hay cuatro países europeos en el mismo, Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia. El G7 defendía unos valores, los occidentales, que hoy no están tan en boga. 

En efecto, vemos que los Estados Unidos pacta con dictaduras férreas, como Corea del Norte, para garantizar mejor su seguridad, y pacta con China cuyos valores y sistema político se apartan mucho de los occidentales. Y ahora defiende a Putin. Japón está un poco desubicado en el contexto del G7 y además ¿quién ha dicho que son los siete países más desarrollados del mundo? ¿Se puede construir hoy un grupo de grandes potencias con países como Italia, Canadá y Gran Bretaña… y sin China, sin Rusia y sin la India?

Está claro que los ejes geoestratégicos del mundo se han desplazado hasta el este y sur de Asia, o sea hacia los océanos Pacífico e Índico. El Atlántico –con el simbolismo que tiene y que tuvo con la Guerra Fría—ha quedado para la historia, como el Pacto Atlántico, la OTAN. 

En realidad, el G7 venía a suponer unos valores asentados en la democracia, en el acervo común de Europa basado en un humanismo con raíces cristianas y judías, que seguían las organizaciones internacionales creadas por los mismos, como la ONU, la OMC (Organización Mundial del Comercio), la UNESCO, dedicada a la cultura, el mismo G7, etc. Nada se podía organizar ni pensar internacionalmente sin el concurso de las llamadas “potencias europeas”. Y en el nuevo concierto mundial ¿qué concepto de hombre tenemos y tendremos? Es una pregunta que merece una respuesta.

Europa, la Unión Europea, ha dejado de ser el centro de poder en el mundo y el gran aliado de los Estados Unidos, una vez terminada la Guerra Fría y el desmoronamiento del imperio comunista soviético. Ahora ha surgido con una fuerza tremenda este comunismo chino mezcla de dictadura marxista (partido único) y capitalismo de Estado que está ganando la partida incluso a Estados Unidos, no solo como potencia industrial, sino sobre todo como potencia “digital”, donde se encuentra la auténtica revolución económica del futuro.

Es por eso que el G7 suena a canción lejana y los Estados Unidos no están preocupados por Europa, ni siquiera por Rusia, sino por China, y por tanto debe mirar al Pacífico y no al Atlántico. Trump lo hace a su manera, poco educada, temperamental y a golpe de tuit. Pero que conste que Trump está ejecutando una política que se venía fraguando ya desde la época de Richard Nixon: la apertura al Pacífico.

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