Heredera de una de las mayores fortunas de Europa, la fe guía hoy sus decisiones y su estilo de vida
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¿Cómo son y cómo viven las princesas de nuestros días? Nos lo preguntamos antes de encontrar a Gloria Thurn und Taxis, conocida en los años 80 por ser una de las protagonistas indiscutidas de la jet set internacional, y esposa del ya fallecido príncipe Johannes von Thurn und Taxis.
La princesa nos acoge con sencillez en su casa romana y habla de sí misma a corazón abierto, en un diálogo apasionante, a partir de la fe en su vida.
– ¿Ha sido siempre creyente?
Crecí en una familia muy católica, y mis abuelos jugaron un gran papel en todo esto. Mi abuela rusa era ortodoxa, mientras que la otra era polaca y católica. Rezábamos junto con mis padres antes de comer, antes de dormir, y celebrábamos siempre el domingo y las demás fiestas yendo a misa.
Desde que era pequeña me di cuenta de que era necesario dar una dirección a la propia vida, elegir si estar de parte del bien o del mal. Y hay una imagen, un suelo que tengo dentro desde entonces: sabía que escuchar al diablo quería decir promesa de grandes éxitos, mientras que con los ángeles tendría una vida bella, pero al final de la vida. Yo quería trabajar con los ángeles.
En los años 70 y 80, cuando me convertí en una adulta joven, al irme de casa, la religión ya no jugaba este gran papel en mi vida como cuando era niña. Pero después, cuando me convertí en una joven esposa y madre, quise dar una educación católica a mis hijos. Lo más importante que he podido transmitirles es la confianza absoluta en el cielo. Aunque la fe es un don.
– ¿Qué significa para usted ser católica comprometida?
Debo mucho a una tía mía, monja benedictina, que me decía siempre que debía poner mi nombre al servicio del Señor, que mi fama debía servir para ayudar a demostrar la belleza del Evangelio.
Hice mía esa invitación y comprendí que quería promover la vida católica, el estilo de vida en toda ocasión, también con la prensa.
Otro elemento importante para mi fe son mis referencias en la Iglesia. Me formé en Ratisbona y comprendí muy pronto que, si quería estar en la Iglesia, necesitaba comprender más y tenía que tener sacerdotes de referencia, con los que hubiera una relación de confianza y amistad. Así me encontré una red de sacerdotes. Entre ellos estaba el entonces cardenal Ratzinger, que venía a Ratisbona para sus vacaciones y con el que se había creado una buena relación.
– ¿Cree en la providencia?
Me he dejado llevar por los acontecimientos, por la providencia, por el bien. Pero, en particular por mi ángel, al que me confío completamente. Monseñor Josemaría Escrivá decía que cuando tenía que cruzar una puerta, dejaba siempre pasar primero a su ángel. Y esta es la relación que uno debería tener con su ángel. Yo no siento su presencia, pero sé que está.
– Tras la muerte de su marido, se encontró sola para cuidar a sus hijos, ¿dónde encontró la fuerza?
Una fe fuerte, “acostumbrada” y la red de la Iglesia fueron mi apoyo. En esa época hubo mucha gente que quería aprovecharse de mí, del hecho de que estaba sola. Pero la fuente de la fe me alimentaba, y lo conseguí.
Me confié a los ángeles y delos me guiaron. Me ayudaron de muchas maneras, por ejemplo poniéndome delante la persona que necesitaba, en ese preciso momento. Confiarme a los ángeles ha sido la decisión más correcta que podía hacer, también la que más se adapta a mi carácter, porque no me gusta hacer plantes, sino que quiero ser abierta, confiada.
– ¿Cómo se ocupa de los “últimos”?
Nuestra familia, continuamente desde hace casi 100 años, se ocupa de organizar un “comedor” para los pobres dentro del castillo de Ratisbona, en el bellísimo refectorio de los benedictinos.
En 1919, también en Alemania, después de la guerra, había mucha pobreza y la gente tenía hambre. El abuelo de mi marido había abierto este servicio para los pobres.Cuando me quedé viuda y tuve que administrar el patrimonio de mi marido, teniendo que hacer recortes, me pregunté si debía cerrar esta institución, dado que en nuestros días ya no había el hambre de la posguerra.
Pero antes de tomar una decisión encargué hacer un estudio, y se puso de manifiesto que en la rica Alemania hay gente que pasa hambre. Hoy los nuevos pobres son los estudiantes y los viejos. Los ancianos viven con poquísimo, y para ellos una comida caliente es a menudo la única comida del día. Por ello decidí dejar abierta esta institución, de la que no hemos hecho publicidad porque en nuestra mentalidad, el bien se hace y no se publicita.
– ¿Cuál es su oración preferida?
Cada día tengo una lista de oraciones en alemán, en particular rezo al Espíritu Santo, y no dejo de dirigir varias veces al día mi oración a los ángeles Gabriel, Miguel y Rafael. Y naturalmente, el Rosario a la Virgen. Cuando no puedo descansar, el Rosario es el mejor regalo del cielo. Mi lema de vida es: “ponme delante Señor lo que tengo que hacer, dame la visión de ver lo que tengo que hacer”. ¡Por esto el Cielo me conoce bien!
– Muchos envidiarían su posición social. ¿Qué les diría? ¿Qué es lo que cuenta de verdad para usted?
Mi posición social he tenido que conquistarla. Cierto, ser la princesa T&T es buenísimo, pero podría haber vivir encerrada en mi castillo. En cambio, he decidido vivir fuera de él, en medio de la gente. Mi tía monja siempre me ha dicho que tenía que estar en medio de los demás porque con mi vida podría hacerles enamorarse del Señor. Y así lo hago. Por ejemplo, en Alemania participo en programas TV, y aunque contemos cosas ligeras, siempre tengo la posibilidad de dar algún mensaje profundo.
– Sabemos que mantuvo una gran amistad con el papa emérito, Benedicto XVI. ¿Cómo es Joseph Ratzinger visto de cerca? ¿Le ha visto recientemente?
Vi al Papa antes de navidad. Es de verdad siempre la misma persona, solo que con algunos años más. Tiene su habitual curiosidad por la vida, siempre tiene ganas de reír. Desde cuando renunció al pontificado ha vuelto a ser él mismo.
– ¿Algún sueño por cumplir?
En lo que respecta a mis sueños, he realizado ya todo lo que podía desear. Deseo para mis hijos que encuentren una pareja que les haga crecer en la fe.