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Blas de Lezo, el terror de los británicos en el Caribe, estaría sepultado en una iglesia

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Foto: Vicente Silva

Vicente Silva Vargas - Aleteia Colombia - publicado el 14/06/18

Sin un ojo, en una pierna y con un brazo, este militar evitó que Inglaterra se apoderara de los territorios americanos descubiertos por España

Los restos del almirante Blas de Lezo Olavarrieta, uno de los héroes más brillantes de las confrontaciones marinas entre españoles, británicos, franceses y africanos en el siglo XVIII, estarían sepultados en una iglesia católica de Cartagena de Indias.

La noticia sobre este posible hallazgo revivió una vieja controversia histórica ya que durante más de 270 años ha sido imposible precisar dónde estaría sepultado este osado militar conocido también como ‘Pata de palo’ y ‘Mediohombre’, dos apelativos que se le atribuyeron después de participar en guerras en las que perdió el brazo derecho y el ojo y la pierna izquierdas.

Nacido en Pasajes, Guipúzcoa (España), este hombre es considerado el salvador del Imperio español porque en 1741 defendió del despiadado asedio de la más poderosa armada inglesa de todos los tiempos, a Cartagena de Indias, la ciudad del Caribe por donde circulaba todo el comercio entre España y América y desde la cual partían hacia Castilla los barcos repletos de tesoros.

Solo a él se le atribuye la humillante derrota propinada a Edward Vernon, el temido almirante que buscaba para Gran Bretaña las posesiones españolas en América, entre ellas, el virreinato de la Nueva Granada, integrado por parte de la actual Colombia. Según diferentes registros, el gigantesco aparato de guerra dirigido por él estaba conformado por 186 buques con 2.000 cañones y cerca de 30.000 hombres.

Su contrincante, un experimentado combatiente que había obtenido los máximos honores defendiendo a España en guerras africanas, europeas y americanas, no tenía ni la tercera parte del poderío militar y humano de los ingleses. Las crónicas de la época señalan que su poderío se limitaba a seis modestas goletas, 400 cañones y 4.000 soldados, infantes, marineros y algunos indígenas armados con flechas.

El Sitio de Cartagena ―como se conoce históricamente a la confrontación final― duró 67 días. Todo era tan desproporcionado que Vernon informó anticipadamente sobre su aplastante victoria y provocó que el rey Jorge II de Gran Bretaña mandara a acuñar monedas en las que Blas de Lezo aparece arrodillado frente a su rival.

Los combates demostraron lo contrario. El español, que vivía en el terreno de batalla, conocía las murallas y baluartes de Cartagena y sabía de las condiciones insalubres de la región, no desesperó y recurrió a su sagacidad ―considerada por algunos estrategas como poco ortodoxa― para esperar a los ingleses dentro de la ciudad y desde allí atacarlos sin compasión con sus precarias armas.

La batalla final se desarrolló cerca al castillo de San Felipe de Barajas, una magnífica fortificación a donde los británicos no pudieron entrar por tierra ni por mar. El saldo de víctimas fue desalentador para el bando inglés: 6.000 muertos en combate o como consecuencia de la fiebre amarilla, 7.500 heridos, cientos de embarcaciones destruidas y parte del material bélico tomado por los españoles. Por su parte, las tropas de Blas tuvieron 800 bajas, 1.200 heridos y la destrucción de su arsenal.

Aunque España consolidó su dominio e Inglaterra padeció una vergonzosa derrota que borró de su historia como si nunca hubiera existido, el imaginario popular relaciona equivocadamente a Blas de Lezo con los piratas que en siglos pasados se apoderaron del mar Caribe para asaltar los buques españoles cargados con oro.

Sin embargo, para historiadores colombianos y españoles esta percepción se debe a la popularización de su estampa de espadachín con una pierna de madera, un ojo cerrado o con parche y sin una mano o con un brazo inmovilizado. Para sus defensores, esa es una imagen irreal porque el almirante, al contrario de los piratas que se dedicaban a robar, ofrendó su vida por defender a España dentro de la legalidad.

Las revelaciones

La noticia sobre la tumba se conoció gracias a las historiadoras españolas Mariela Beltrán y Carolina Aguado quienes acaban de publicar La última batalla de Blas de Lezo, un libro que explora diversas dimensiones de este personaje. Uno de esos aspectos es la existencia de una carta de 1773 en la que Blas Fernando de Lezo, hijo del marino, revela que su padre “está enterrado bajo un arco de mármol en el convento de los dominicos de Cartagena de Indias”.

A pesar de que esta importante pista la confirmación del hallazgo será muy compleja. Así lo consideró Francisco Muñoz un historiador quien dijo a la cadena radial RCN que le corresponde a Ministerio de Cultura tratar de localizar el lugar exacto del entierro con sistemas de alta tecnología. A esta situación se suman las reformas realizadas al convento que ahora es conocido como la iglesia de Santo Domingo, una pequeña edificación ubicada en el centro histórico de la ciudad.

En Cartagena, donde murió en la miseria y el olvido poco después de la guerra, don Blas no es un extraño. Una gigantesca estatua en bronce, un barrio popular y una avenida lo recuerdan con afecto. Incluso, en 2009 se descubrió una placa con una breve frase atribuida a él: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus colonias”.

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