Del 30 de mayo al 13 de junio de 2018, el palacio de Letrán de Roma acoge una exposición sobre los mártires ortodoxos rusos del siglo XX. El obispo metropolitano Tijon, cercano a Vladimir Putin, estuvo presente en la inauguración de esta exposición adyacente a la catedral del PapaObispo, monje, consejero presidencial, guionista, autor de best-sellers… Es difícil encontrar una sola palabra para definir al metropolitano Tijon Shevkunov, obispo de la Iglesia ortodoxa rusa. Y es finalmente por una función no oficial que es más conocido: el obispo Tijon es el padre espiritual —y confesor— de Vladimir Putin.
Sin embargo, nada parecía destinarle a susurrar al oído del presidente zar o, más bien, escuchar las confesiones del jefe de la segunda potencia nuclear del mundo. El futuro metropolitano nació en 1958 en Moscú, capital de lo que entonces era la URSS. La Iglesia ortodoxa estaba exangüe, perseguida por los soviéticos.
No fue hasta 1982, a la edad de 24 años, que Georgiy Alexandrovich recibió su bautismo, después de realizar sus estudios de cine. A partir de ese momento, el joven pareció ir quemando etapas: el mismo año, entró en uno de los raros conventos aún abiertos.
En 1990, fue invitado a pronunciar sus votos definitivos de monje. Como es a menudo la tradición, cambió su nombre por el de Tijon, una elección lejos de ser trivial. Era, en efecto, una referencia al patriarca, canonizado por la Iglesia ortodoxa rusa unos meses antes. Murió en 1925, siete años después de la revolución bolchevique, y fue un mártir de las persecuciones anticristianas a la URSS.
“Nada era más importante que la fe para estos cristianos ortodoxos”, explica Tijon. “Ni siquiera el bienestar, ni siquiera la vida”. Las cifras también dan vértigo: en 1914, la Iglesia ortodoxa contaba con 120 millones de fieles. En 1937, solo quedan 42 millones. De los 139 obispos, solo cuatro siguen libres y vivos. En cuanto a los 70.000 sacerdotes diocesanos, solo quedan 200.
Acusaciones falsas, encarcelamiento o asesinatos: no se libraban de nada los ortodoxos rusos. La pequeña comunidad católica tampoco se queda al margen. A finales de la década de 1930, solo quedan dos iglesias legalmente abiertas todavía. No debemos olvidar las palabras que Lenin escribió en una carta al Politburó en 1922: “Cuantos más representantes del clero reaccionario y la burguesía reaccionaria logremos fusilar, tanto mejor”.
Pero lo que el líder soviético ni siquiera sospechaba era que la sangre de estos mártires que se contaban por miles terminaría fertilizando el suelo ruso. Al dar sus vidas por Cristo, explica el metropolitano Tijon, levantaron sus vidas por encima de todo. Toda la maquinaria soviética y 70 años de opresión no lograron silenciar su testimonio de vida.
Hoy en día, la URSS ya no existe. Las estatuas de Lenin han sido desmontadas. Los mártires han sido llevados a la gloria de los altares, donde los cristianos les rinden homenaje. En cuanto a Vladimir Putin, no toma una decisión importante sin consultar a Tijon. “Los cristianos han vencido al bolchevismo”, concluye el confesor presidencial.