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Nadie te dice esto sobre la nueva maternidad

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Calah Alexander - publicado el 02/06/18

Todo el mundo parece olvidar lo dura que es esta fase, nada parecida a una comedia televisiva de dificultades alegres

Nunca olvidaré la revisión de las seis semanas después del nacimiento de mi primera hija. Estábamos en medio de una terrible batalla contra la candidiasis bucal, así que la boquita de mi pequeña estaba manchada de un permanente morado tono violeta de genciana, al igual que casi todas las mantas, gasas y camisetas tanto en su armario como en el mío. Estética al margen, yo estaba exhausta, dolorida, frustrada, confusa y directamente abrumada. Nada en mi vida me había preparado para la brutal realidad de tener un bebé y estaba perseverando a duras penas.

Así que cuando por fin sucumbí a las cada vez más frenéticas exigencias de mi hija en la sala de espera y empecé a darle el pecho, intentaba desesperadamente reprimir las muecas y/o lágrimas al sentir un dolor ardiente. Mantuve la cabeza baja, mirando a mi pequeña y deseando desesperadamente que tomara el biberón.

Y en aquel momento preciso, una anciana pasó por la sala, se detuvo delante de mí y suspiró ensimismada.

“¿No es maravilloso?”, preguntó con dulzura.

Agradecí que la pregunta fuera claramente retórica. Sí logré producir una débil sonrisa y un asentimiento, lo cual fue suficiente, gracias a Dios, para que la mujer continuara su camino hasta sentarse en su asiento; pero lo que yo estaba pensando era: “¿Estás loca? Esto no es maravilloso, ¡es horrible! Es lo peor que me ha sucedido nunca y lo peor de lo peor es que nunca va a parar”.

Recuerdo vívidamente el momento en que leí este artículo de The Atlantic sobre la ansiedad de la madre primeriza, que es bastante universal entre las nuevas madres, pero casi tan universalmente olvidada:

Para mí y para muchas otras mujeres, ser madre primeriza es duro. Puede ser duro de un millón de formas diferentes: recuperación física dolorosa de un parto difícil, problemas de lactancia, cólico, tensiones con la pareja, problemas de sueño… También es difícil en sí, encima de y entre todos estos otros desafíos. Como me dijo una amiga: “Sabía que sería duro, pero no sabía cómo se iba a sentir esa ‘dureza’”. Pensábamos que sería difícil, pero como en una comedia de televisión, no necesariamente con una conclusión alegre al final de cada episodio, pero al menos puntuado de momentos frecuentes de ánimo que indicarían que, a pesar de todo, la vida es realmente hermosa, ¿no? Estoy segura de que es así para algunas personas, pero para la mayoría de madres no lo es. Para muchas de nosotras, la dificultad no es dura de la buena, como en un “buen entrenamiento duro”; es dura de la mala, como cuando sientes a veces que algo malo te estuviera sucediendo.

La última frase es clave: Ser madre primeriza sí crea la sensación de que es duro y malo: solamente la fatiga es suficiente para dejar para el arrastre a las mujeres.

Sin embargo, creo que el sentimiento más alarmante para las madres primerizas es no tener un marco de referencia. No pueden imaginar un momento en que sus hijos no les vayan a necesitar las 24 horas del día, porque no pueden imaginar a ningún hijo más allá de este… y este está básicamente en una fase de gestación extendida, con unas benditas cuerdas vocales muy funcionales.

Incluso cuando el bebé crece y ya puede caminar, la maternidad sigue pareciendo abrumadora y absorbente. Hace unos años no podía imaginar que alguna vez tendría la libertad de tener ocio otra vez, mucho menos trabajar a jornada completa o ducharme sola.

Sin embargo, estos días la vida tiene un aspecto totalmente diferente. Mis hijos van todos al colegio (durante unas pocas semanas más, al menos) y vuelvo a tener tiempo para mí.

Es cierto, la mayoría de ese tiempo va a parar al trabajo, pero sienta bien poder trabajar otra vez. Sienta bien ir de tiendas sola o acostar a los niños y estar con una amiga durante una hora. Sienta bien tener el tipo de autonomía que, en aquel día horrible de revisión, estaba segura había perdido para siempre.

Así que, esto es lo que quiero decir a todas las madres nuevas ahí fuera que se sientan abrumadas y alarmadas e incluso aterradas por lo duro y malo que pueda parecer a veces ser madre primeriza: ¡arriba ese ánimo, hermana!

Todo pasará, y no en un sentido proverbial. Los días que son eternos ahora mismo se disolverán en años y, una mañana, te levantarás y decidirás irte a una cafetería sola, porque puedes. Sobrevivirás a esta etapa.

Mientras tanto, pide ayuda, apóyate en tu esposo, en tu familia y amigos y deja que los demás te apoyen durante este periodo difícil y  apasionante al mismo tiempo porque, hasta ahora, nadie te había necesitado tanto de ti.

En esta etapa apreciarás la trascendencia de tu vida y la de tu bebé. Es el momento de entregar todas tus energías a quien Dios ha puesto en tus brazos. Abrázalo, bésalo… ¡Tú puedes hacerlo!

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