Hay quien dice que no le importa lo que hagan, que la pareja está en su derecho de hacer lo que quiera. Pero, ¿acaso no tienen una responsabilidad pública?
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El príncipe Enrique de Inglaterra contrae matrimonio hoy en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor con Meghan Markle, que a partir de ahora, es duquesa de Sussex.
Harry y Meghan han estado expuestos a la opinión pública desde el comienzo de su relación. A Harry desde siempre le han llovido novias: de sangre azul, díscolas, que “encajaban”, rubias, morenas… Los paparazzi han encontrado tema en el príncipe revoltoso y pelirrojo, sobre todo desde que su hermano mayor ingresó en el club de los casados al rendirse ante Kate Middleton.
De Meghan sabemos algunas cosas, entre ellas que es actriz y modelo, y que estuvo casada civilmente con Trevor Engelson, productor de cine y televisión. También conocemos su situación familiar (nada fácil, por cierto).
Para casarse con Harry, nos han comunicado que Meghan, de origen protestante, ingresó en la Iglesia Anglicana a comienzos de marzo. Se bautizó y confirmó sin que eso fuera obligatorio para su matrimonio, sino más bien como señal de respeto a la Reina Isabel II.
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Como pareja, una de sus primeras decisiones ha sido orientar su lista de bodas en favor de siete organizaciones benéficas: Chiva, asociación contra el VIH en la infancia; la organización para personas sin hogar Crisis; Myna Mahila Foundation, que busca empoderar a las mujeres en Mumbai; Scotty’s Little Soldiers, que ayuda a niños que han perdido a uno de sus progenitores mientras prestaba servicio en el Ejército británico; Street Games, que usa el deporte para cambiar vidas; Surfers Against Sewage, que lucha por la conservación marina, y The Wilderness Foundation UK, que promueve la conservación de la naturaleza salvaje.
Para Harry, no es el primer contacto con las “charities”. Se ha mostrado generoso siempre con las causas solidarias y es el flamante embajador de la Juventud de la Commonwealth.
Comienza ahora una nueva etapa, más formal y más oficial. A partir de ahora serán un matrimonio que forma parte de la Casa Real británica. Harry es el sexto en la línea sucesoria de la Corona británica.
Cuando Harry y Meghan acudan a un evento no irán solos: lo harán en representación del país, el Reino Unido, y lo harán como autoridad.
Los dos son jóvenes, inteligentes y libres, modernos en las formas de hacer y simpáticos cara al público. Así que, ¿tienen la responsabilidad de ser ejemplares? ¿Pueden hacer lo que quieran, que a nosotros no nos afectará? ¿Sus actuaciones son relevantes para la construcción de una sociedad mejor?
¿Sería lógico ver a Harry conduciendo en estado de embriaguez? ¿Sería de recibo descubrir que Meghan despilfarra?
El debate está servido. Unos dirán que les importa poquísimo lo que hagan o dejen de hacer esos señores. Otros argumentarán que vivimos en una época en que hay que dar libertad para que ellos hagan lo que quieran, porque juzgarles es de hipócritas. Otros, en cambio, se preguntarán si no es exigible que sean modélicos.
En una audiencia con los jugadores de la Juventus y de la Lazio, el papa Francisco invitó a los futbolistas a ser ejemplo para sus admiradores. “Considerando la fascinación y el reflejo que el fútbol profesional tiene sobre las personas, especialmente entre los jóvenes, tenéis una notable responsabilidad”, les dijo.
Y Francisco añadió: “Aquellos que son considerados campeones se convierten fácilmente en figuras de referencia, por eso cada competición es una prueba de equilibrio, de dominio de sí mismo y de respeto de la reglas. (…)Quien, con su propio comportamiento, sabe dar prueba de ello, entonces se convierte en un ejemplo para sus admiradores”, agregó. Por todo ello les invitó a “ser testimonios de lealtad, de honestidad, de concordia y de humanidad”.
Estoy segura de que el príncipe Harry y Meghan Markel se sentirían interpelados si escucharan estas palabras del Santo Padre. Ellos son conscientes de las miradas que acaparan en todo el mundo porque su actuación pública no solo se restringe al Reino Unido, la globalización los ha convertido en una cima visible desde los cuatro puntos cardinales.
El sexto en la línea sucesoria al trono
Pero además, para decidir sobre este tema, es imprescindible no olvidar una cosa: Harry y Meghan no son ciudadanos corrientes. Meghan, desde hoy, ya no lo es. Ocupan un lugar en la Familia Real británica y ostentan un cargo en el poder político del Reino Unido, que se rige por un sistema de monarquía parlamentaria.
Por mucho que sepamos de ellos y nos parezca que incluso nos resultan familiares (sobre todo si hemos visto a Meghan en la serie “Suits”), eso no les resta responsabilidad. Es la carga que pesa sobre toda persona que ostenta un cargo en la vida pública: un alcalde, un ministro, un presidente… Y están en el ojo público.
Es una cuestión de justicia, integridad moral y de cumplimiento del propio deber. Al ocupar un lugar destacado en la sociedad, en la vida pública, se tiene la responsabilidad de ser ejemplar si buscamos construir entre todos un mundo mejor. Así como un padre ha de ser ejemplar para sus hijos, un gobernante ha de ser modélico para sus ciudadanos.
En cualquier sociedad, las personas tenemos unos deberes para con los que nos relacionamos: unos son menos famosos que otros, pero quien más quien menos tiene sus obligaciones. Para Harry y Meghan, estos deberes, al pertenecer a una de las Casas Reales europeas, se multiplican.
No gobernarán, pero convendría que su comportamiento fuera el del “gobernante justo”: prudente, leal, generoso, fuerte, fiel, valiente, humilde, servicial, sincero, veraz…
Ahora bien, ¿tenemos derecho a perseguirlos en su vida privada y a juzgarlos? Evidentemente no, por eso estaría fuera de lugar el (mal) trabajo de los paparazzi y de los medios de comunicación que se dedicasen a hurgar más allá de la vida pública de Harry y Meghan.
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Todas las personas -también las que tienen cargo público- tienen derecho a la intimidad, al honor y a la fama.
Su vida pública ha de poder hacer decir a los súbditos (llamémonos telespectadores sin más, si queremos, o tuiteros) que su vida es merecedora del cargo que ocupan. De no ser así, la justicia haría que merecieran el rechazo. Y cuando el gobernante no es justo, la democracia tambalea: queda abocada -decía Aristóteles- a la tiranía o a la anarquía.
Hoy empieza un reto importante para Harry y Meghan, pero también para los periodistas. Saber dónde acaba el trabajo de uno y empieza la vida privada del otro es de justicia. Los gobernantes y los periodistas estarán convocados por la prudencia a decidir qué camino tomar en cada acto.
Al público, en cualquier caso, nada ni nadie nos da derecho a tocar el cuerno para que comience la caza del zorro.