Es Dios quien es fiel, quien espera siempre aunque nosotros le traicionemos, explica en su homilía en Casa Santa Marta
Hemos recibido en “suerte”, es decir, como “destino” no por “casualidad”, la amistad con Jesús, y nuestra vocación es justo la de seguir siendo amigos del Señor. Lo recuerda Francisco en la homilía del 14 de mayo de 2018 en Casa Santa Marta.
Su reflexión se centra en la Liturgia del día, donde se usa muchas veces la palabra “suerte”.
Hemos recibido este don como destino, la amistad del Señor, esta es nuestra vocación: vivir como amigos del Señor.
Y lo mismo habían recibido los apóstoles, aún más fuerte, pero lo mismo. Todos los cristianos hemos recibido ese don: la apertura, el acceso al corazón de Jesús, la amistad de Jesús.
Hemos recibido en suerte el don de tu amistad. Nuestro destino es ser amigos tuyos. Es un don que el Señor conserva siempre, y Él es fiel a este don.
Jesús llama amigo incluso a Judas
Muchas veces, sin embargo, nosotros no lo somos y nos alejamos “con nuestros pecados, con nuestros caprichos” pero “Él es fiel a la amistad”.
Jesús, como recuerda el Evangelio de hoy (Juan 15,9-17), no nos llama ya “siervos” sino “amigos” y conserva esta palabra hasta el final porque es fiel.
Incluso con Judas: la última palabra que le dirige, antes de la traición, es “amigo”: no le dice “vete”.
Jesús es nuestro amigo. Y Judas, como dice aquí, se fue para una suerte nueva, para el destino que él eligió libremente, se alejó de Jesús.
La apostasía es eso: alejarse de Jesús. Un amigo que se convierte en enemigo o un amigo que se vuelve indiferente, o un amigo que se convierte en traidor.
Él siempre nos espera
En el lugar de Judas –como narra la Primera Lectura (Hch 1,15-17.20-26) – viene, por tanto, elegido en suerte Matías “para ser testigo de la Resurrección”, “testigo de este don de amor”.
“El amigo –recuerda el Papa– es el que comparte los secretos” con el otro. “Les llamé amigos porque todo lo que he oido a mi Padre se lo he dado a conocer”, dice Jesús en el Evangelio.
Se trata, por tanto, de una amistad que “hemos recibido en suerte, es decir, como destino”, como la recibieron Judas y Matías.
Pensemos en esto, Él no reniega de este don, no reniega de nosotros, nos espera hasta el final.
Y cuando nosotros por nuestra debilidad nos alejamos de Él, Él nos espera, sigue diciéndonos: “Amigo, te espero. Amigo, ¿qué quieres? Amigo, ¿por qué me traicionas con un beso?”.
Él es fiel en la amistad y nosotros debemos pedirle esta gracia de permanecer en su amor, permanecer en su amistad, esa amistad que hemos recibido como don en suerte de parte suya.