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Argentina regresa al FMI: ¿Tiene la Iglesia algo que decir?

IMF

IMF Staff Photo-Stephen Jaffe-(CC BY-NC-ND 2.0)

Esteban Pittaro - publicado el 11/05/18

Ayuda a los Estados, sí, en condiciones posibles y que respeten la dignidad de los ciudadanos

La decisión del gobierno argentino de negociar con el Fondo Monetario Internacional un préstamo que sería de 20 mil millones de dólares para enfrentar una crisis económica que incluye una inflación sin pausa y un repentino crecimiento del valor del dólar causó sorpresa entre los argentinos.

El análisis político y económico de la medida sigue distintos carriles, que no se abordan en esta nota. Pero los interrogantes son acompañados en la calle, el trabajo, las redes sociales, y los programas televisivos por no pocos interrogantes morales.

Hace menos de un mes, durante una audiencia general el Papa Francisco hizo referencia a las reuniones primaverales del Banco Mundial en Washington, que tendrían lugar los días siguientes. Para ella, el Papa alentó “los esfuerzos que, mediante la inclusión financiera buscan promover la vida de los pobres, favoreciendo un auténtico desarrollo integral y respetuoso de la dignidad humana”.

Durante esa reunión conjunta entre el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a la que hizo referencia el Papa se trataron temas de preocupación mundial, entre ellos, la perspectiva económica mundial, la erradicación de la pobreza, el desarrollo económico, y la eficacia de la ayuda. Entre otros temas, se analizó de manera específica, por ejemplo, la accesibilidad a financiamiento para ahorro o proyectos personales de las familias en países en desarrollo.

Una de las principales preocupaciones del FMI, expresada por su titular durante el encuentro, tiene que ver con el creciente proteccionismo impulsado por Donald Trump. Para el FMI, la premisa es siempre condiciones de libre mercado con el menor proteccionismo posible por parte de los estados. Según este organismo, éstas son las condiciones que más garantizan el desarrollo.

Con mayor tasa de interés o exigencia de ajuste, la exigencia del FMI iría siempre en ese sentido buscando garantizar un estado que intervenga lo menos posible en las condiciones de negocios para los particulares. Y los excesos por una política centrada solamente en eso han sido blanco de críticas tanto del actual Pontífice, como de los últimos dos. Ya en 1991 san Juan Pablo II exige en Centesimus Annus prudencia a un libre mercado que pueda omitir las necesidades fundamentales de los hombres. Dice el Papa allí:

“Da la impresión de que, tanto a nivel de naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son «solventables», con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son «vendibles», esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas. Además, es preciso que se ayude a estos hombres necesitados a conseguir los conocimientos, a entrar en el círculo de las interrelaciones, a desarrollar sus aptitudes para poder valorar mejor sus capacidades y recursos. Por encima de la lógica de los intercambios a base de los parámetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad. Este algo debido conlleva inseparablemente la posibilidad de sobrevivir y de participar activamente en el bien común de la humanidad”.

La preocupación por las consecuencias en los hombres de basar las relaciones sociales solo en el libre mercado ha preocupado tanto a Benedicto XVI como a Francisco, quienes han pedido y hablado en varias ocasiones de las consecuencias de aquello que Francisco llama la deidad del “Dios dinero”. Pero los Papas no achacan estas actitudes sólo a los organismos internacionales, sino que ven responsabilidades en todas las instancias de la vida social, como dijo en noviembre del 2016 Francisco al dirigirse a los dirigentes sociales.

En esa ocasión el Papa aseguró que “el terrorismo empieza cuando has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero”, y lo hizo tras hablar de la posible corrupción en políticos, empresas, medios, incluso iglesias, y también movimientos sociales.

La insistencia de la Iglesia, que como enunció el Papa es histórica y se remota hasta los profetas, no tiene que ver con esquivar los prestamos. Nunca la Iglesia, basada en las mismas Sagradas Escrituras ha dicho que están mal los préstamos, como sí la usura. Y en numerosas ocasiones ha reclamado porque aquellas deudas injustas sean perdonadas.

¿Es el FMI responsable de estas cuestiones o es el FMI un organismo que presta en condiciones que ahogan a los más pobres? ¿Son las condiciones del FMI justas? Por más que se citen autores en un sentido o en otro es muy probable que cada uno ya tenga su opinión formada. Y la negociación argentina llevará tiempo justamente para, se entiende, garantizar justas condiciones.

Por otro lado, no ha de olvidarse que el Papa Francisco ha mantenido una reunión con Christine Legard, titular del FMI, también en 2016. Aunque no trascendieron con precisión los contenidos de la conversación, es muy probable que el Papa le haya hecho ver su visión y la visión que tradicionalmente han tenido los Papas: ayuda a los Estados, sí, en condiciones posibles y que respeten la dignidad de los ciudadanos.

Como dijo hace apenas un mes de manera pública, que los organismos renueven “los esfuerzos que, mediante la inclusión financiera, buscan promover la vida de los pobres, favoreciendo un auténtico desarrollo integral y respetuoso de la dignidad humana”.

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