Cada día conocemos más personas vegetarianas y encontramos más productos “veganos y sanos” ¿Deberíamos cambiar nuestros hábitos alimentarios?
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Ante el auge del veganismo son muchas las personas que se plantean cambiar su alimentación. Si bien, se trata de una decisión importante que requiere una profunda reflexión fundamentada en las convicciones personales. Conviene plantearse si las motivaciones de nuestro deseo de cambiar nuestra alimentación concuerdan con nuestros principios y creencias así como estar informado sobre la manera de realizar una alimentación consciente y sostenible para poder responder a nuestras necesidades y a nuestra relación con los demás.
La comida que ingerimos a diario no es solo importante para nuestra salud sino también para nuestro planeta. En el 2016, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) llamó la atención sobre la necesidad de cambiar ciertos hábitos alimentarios para contribuir a conservar los recursos naturales del planeta.
Por otro lado, un estudio británico promovido por la Universidad de Oxford indica que los vegetarianos contaminan menos, ya que las emisiones de dióxido de carbono que producen son más bajas.
Entonces, podríamos pensar que deberíamos cambiar nuestros hábitos alimentarios, y hacernos todos vegetarianos o veganos, ya que tal vez sea la única manera de ayudar a salvar el planeta.
¿Es una forma de alimentación saludable?
La alimentación vegetariana es una opción dietética que favorece el consumo de alimentos de origen vegetal, así como también cereales integrales, leguminosas y sus derivados como la soja, tofu, tempeh, entre otros, pero con la reducción o eliminación total de alimentos de origen animal como las carnes, lácteos, huevos y miel o productos que los contengan.
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Según la Asociación Americana de Dietética (ADA), las dietas vegetarianas bien planificadas son apropiadas para todas las etapas del ciclo vital, incluyendo el embarazo, la lactancia, la infancia, la niñez y la adolescencia, así como para deportistas.
Por esta razón, es muy importante, antes de adoptarla, que la persona comprenda y conozca bien acerca de la misma, principalmente si la opción es la vegana. Debe ser planificada siendo lo más aconsejable recurrir a un profesional de la nutrición para que sea una dieta variada y equilibrada. Ya que se debe evaluar el aporte de nutrientes específicos como calcio, hierro, vitamina B12, vitamina D y ácidos grasos omega 3, para que no genere consecuencias para la salud.
Pero no todos los productos veganos en el mercado deberían formar parte de esta alimentación
Según la Unión Vegetariana Internacional, existen más de 600 millones de veganos en el mundo. Conscientes de que la población está cambiando, la industria alimentaria detecta nuevas oportunidades de negocio, y comienza a desarrollar nuevos productos para satisfacer la demanda “verde”.
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Basta solo con pasar por el pasillo de congelados de supermercados grandes, y observar que hasta hace cinco años, los refrigeradores tenían, hamburguesas de carne, pollo y pavo. Actualmente, cerca del 20% de ese espacio lo ocupan ahora hamburguesas de soya o de legumbres, nuggets, tortillas, albóndigas, pastas tipo paté vegetarianas, que han incluido las mismas marcas especialistas en productos carnívoros.
La nueva oferta en el mercado por un lado aporta mayor variedad a este público, pero los lanza como productos supuestamente sanos, cuando en realidad dista mucho de serlo.
En su mayoría son ultra-procesados (pizzas, hamburguesas, galletitas), con el sello solo se alude al origen de los ingredientes que conforma el alimento, que bien son vegetales, pero no sanos, como por ejemplo el azúcar, las grasas hidrogenadas, aceites refinados, grasa de palma, harinas refinadas, entre otros.
La alimentación vegana es saludable, y necesita de más cantidad y variedad de productos realmente naturales como vegetales, frutas, leguminosas y sus derivados, también semillas, cereales integrales, aceite de oliva, frutos secos que generalmente no tienen la etiqueta 100% natural.
Hoy podríamos hacer una parrillada con hamburguesas y chorizos veganos, entonces somos conscientes de lo que compramos y comemos.
¿Deberíamos cambiar nuestros hábitos alimentarios? Sí
¿Es necesario optar por cambiar solo al vegetarianismo o veganismo para ser amigable también con el planeta? En realidad no.
En países con rentas de medias a bajas, donde la agricultura de forraje representa entre un 40 y un 60%, las granjas de animales suponen el medio de vida de 1.000 millones de personas, muchas de ellas mujeres.
Además, para alimentarse exclusivamente de vegetales implica que la agricultura se concentre sobre ciertos productos, y hay tierras ya adaptadas para la crianza de animales y otras al crecimiento de vegetales y frutas.
De esta manera, sí todos nos cambiáramos al veganismo, se podrían llegar a desperdiciar terrenos de cultivo al utilizar solamente los campos de hortalizas.
Pero sí es importantísimo reflexionar, desde nuestra fe, desde nuestras propias convicciones, principios y motivaciones si estamos realmente realizando una alimentación consciente y sostenible, empezando por preguntarnos qué necesitamos, cuánto, dónde lo compramos, me hace bien, aporto algo a los demás.
Cambiando tus hábitos cotidianos y tomando decisiones simples ya puedes estar protegiendo nuestros recursos naturales.
- Incluir alimentos de la dieta vegetariana en mayor medida, pero sin tener que eliminar otros también nutritivos como las carnes, lácteos y huevos, sino simplemente disminuyendo su consumo.
- Empezar por cambiar, por ejemplo, una comida compuesta por carne por una vegetariana (incluyendo legumbres como lentejas, frijoles, guisantes o arvejas y garbanzos) una vez a la semana.
- Elige alimentos ecológicos, que ayudan a mantener sano nuestro suelo y a conservar su capacidad de almacenar carbono, lo que ayuda a mitigar el cambio climático.
- Fomentar y enseñar a los agricultores formas de agricultura climáticamente inteligente (trabajando la tierra y cultivando alimentos de manera sostenible).
- Comprar productos de cercanía, si compramos aquellos que no lo son, quiere decir que son importados, o que su procedencia es muy lejana y además de ser más caros, no ayudamos a nuestros productores locales.
- Elegir frutas y hortalizas de estación, son los que tienen mayor valor nutricional, además seguramente son cultivados localmente.
- Limitar la compra de acuerdo al consumo, considerar que alimentos tan perecederos como las frutas y verduras constituyen una buena parte de los alimentos que se desperdician.
- Utilizar técnicas de cocción, y de conservación de alimentos para evitar desperdicios y nutrientes.
- Consumir las variedades de peces más abundantes, como la caballa o el arenque, en lugar de las que están amenazadas por la sobrepesca, como el bacalao o el atún.
Es necesario fomentar una alimentación consciente y amigable con el planeta desde edades tempranas, y no solo desde el hogar, sino también en las instituciones educativas, para de esta manera cuidar nuestra salud, pero también la de toda la familia humana.