Cuando un hijo plantea a sus padres que no quiere seguir estudiando son muchos los que se sienten frustrados y preocupados por el futuro de su niño.En la sociedad actual se concede mucha relevancia a la formación y a las calificaciones académicas y a menudo se relacionan la implicación y actuación de los padres en los estudios de sus hijos con los resultados escolares que estos obtienen.
La consecuencia es que muchos padres y madres se vuelcan en la educación de sus hijos e invierten en ella ingentes cantidades de dinero, tiempo y emociones.
Sin embargo, los resultados no siempre son los esperados, como evidencian las elevadas tasas de fracaso escolar.
Según los expertos en educación, la ausencia de recompensa a tanto esfuerzo a menudo tiene que ver con la desorientación de los padres sobre cuál ha de ser su papel en el aprendizaje de los hijos, que les lleva a cometer errores que inciden negativamente en su educación.
A evitar
Estos son algunos errores que no tienen que ver específicamente con los estudios sino con el estilo educativo de la familia, con comportamientos tan recurrentes a la hora de educar. Sin embargo, estos comportamientos afectan negativamente en la evolución escolar de los niños:
- La sobreprotección.
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- La falta de límites.
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- La negatividad o continuas amenazas en el modo de motivar a los hijos.
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- Los malos ejemplos o la constante incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
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El error de convertirnos en los maestros de los hijos
Psicólogos, pedagogos y profesores coinciden en que es un error pretender ser padre y maestro a la vez. Son muchos los padres que ayudan a sus hijos a hacer los deberes, que estudian con ellos y les explican la lección, que corrigen sus trabajos.
Si los niños se acostumbran desde pequeños a tener a alguien por encima de ellos para trabajar se vuelven dependientes y en lugar de desarrollar la necesaria proactividad en los estudios, se relajan y esperan, y acaban necesitando a alguien que les tutorice constantemente, actitudes muy contrarias al verdadero desarrollo de la autonomía en los hijos.
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Querer hijos genios
Un rasgo muy habitual en las familias actuales es el afán de sobreestimular a los niños desde bebés para que desarrollen rápidamente sus capacidades, y eso se traduce en llenar la cuna de artilugios, en un abuso de los juegos didácticos, en querer que sepan leer y escribir con cuatro años o en apuntarles a innumerables actividades extraescolares para descubrir y potenciar su talento.
Ese afán de que los hijos sepan muchas cosas y cuanto antes mejor provoca una sobreestimulación que, lejos de lograr una evolución cognitiva más rápida y talentos por encima de lo normal, suele tener efectos contraproducentes en forma de problemas de atención, de falta de concentración, de hiperactividad.
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“Abundan los casos donde el nivel de exigencia de los padres supone un listón demasiado alto para el niño en cuestión y eso puede provocar desmotivación, crecientes resistencias e incluso una baja autoestima que haga cada vez más difícil todo lo relacionado con el estudio” (Ángel Peralbo).
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Aceptar sus límites
Educar a los hijos a saber afrontar los propios límites y las frustraciones de la vida cotidiana.
Se trata de un camino de crecimiento sano y realista, que ayudará a los hijos a sentirse normales y a poder demostrar gradualmente sus progresos sin sufrir tensiones y presiones inútiles.
La escuela, la educación, el aprendizaje requiere tiempo y por consiguiente paciencia.
El afecto que los hijos perciben es la motivación más sana para garantizar la constancia en esta ardua empresa.
Cada hijo es único e irrepetible y posiblemente sean también muy distintos a nosotros. Darles su espacio para que realicen su vida y encuentren su identidad y su personalidad sin que por ello sean como los padres, es una grande manifestación de afecto y verdadero amor hacia cada uno de los hijos.
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Quien educa con amor educa para la vida.
Cambian las generaciones y las circunstancias pero nunca cambiara el valor del amor hacia los propios hijos y la necesidad de ofrecerles lo mas importante para sus vidas: La educación en la autonomía.
La página de, recoge para sus seguidores algunos de sus pensamientos relacionados con temas importantes para padres e hijos.
Para reflexionar un poco más sobre esta cuestión, hemos traducido al español alguna de las citas de Içami Tiba, psiquiatra brasileño y experto en educación fallecido en 2015.
¿Cuánto cuesta un hijo cuando repite el año? El cálculo no es solamente matemático, también afectivo.
El hijo necesitará conocimiento, información. Pero para triunfar en la vida tendrá que tener competencia y para ello, necesitará querer “aprender siempre”. No sirve hacer bien una cosa y quedarse parado ahí, siempre repitiendo lo mismo: es necesario evolucionar.
Tenemos también que transmitirle el “gusto por el estudio”, pues el hijo no sabe aún cuánto le hará falta en su vida futura. Tienes que ser “íntegro”, no sirve excusarle. Tienes que decirle la verdad: que no fue aprobado porque no hizo lo que debía.
Además , necesita “disciplina”: no sirve que la persona sea inteligente si no tiene disciplina porque si la inteligencia no es puesta en práctica a través de la disciplina tampoco se formará la competencia. Y lo más importante de todo es la “ética”, la integridad y la legitimidad”.
Desgraciadamente, para quien no tiene educación, la corrección entra por un oído y sale por el otro. Pero si los papás corrigieran a su hijo y este no reaccionara, y a continuación los papás no reaccionara a eso, de nada serviría la corrección.
Para poder corregir a los niños, antes han de fijar unas reglas claras. Si el hijo no sabe lo que debe hacer, ¿cómo van a corregirle?
Tiene que haber una relación de compromiso y si el hijo no cumple el compromiso desde el principio del año él repetirá. Si ha repetido un año, los papás no deben esperar que el hijo “haya aprendido” y que el año siguiente haga las cosas de forma diferente. No es equivocándose como se aprende. ¡Es corrigiendo el error como se aprende!