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¿Por qué ahora, de repente, y no antes, nos ponemos a decir “No a la guerra”?

SYRIA

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Jorge Martínez Lucena - publicado el 21/04/18

Yassin Al Haj Saleh es la conciencia ilustrada de Siria

Actualmente reside en Berlín y acaba de presentar su libro Siria, la revolución imposible (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo) en español. Con él, intenta combatir alguno de los malentendidos que la opinión pública frecuenta cuando habla de esta guerra, que lleva más de 7 años en las portadas de nuestros periódicos.

Su biografía de dolor y sufrimiento se parece a la de los últimos años de su país. En 1980, mientras estudiaba medicina y se iniciaba en la disidencia, fue detenido por el gobierno de Al-Assad padre. Tenía 19 años. Fue condenado a 15 años de prisión por su militancia política. Sobrevivió en aquella cárcel gracias a que, tras los primeros 18 meses de aislamiento total, durante el resto de su condena tuvo acceso a libros y diccionarios, que le permitieron aprender inglés, por ejemplo, y abrirse al mundo de otro modo. Una vez cumplida su pena, Al-Assad le puso la condición de colaborar con su gobierno para liberarlo. Él se negó. Por ello estuvo encerrado 1 año y 14 días más en la prisión militar de Tadmur.

Puesto en libertad, terminó su carrera de medicina, aunque nunca llegó a ejercer. Con la primavera siria, se convirtió en la conciencia de la revolución. Él cuenta que, entonces, en la calle y en las plazas, “había gente de todos los orígenes ideológicos y religiosos. Pero la represión brutal paró aquel movimiento. Allí estaba presente el arte, la artesanía, el riquísimo acervo cultural del pueblo sirio,… Hasta el abril de 2012, cuando Al-Assad soltó a sus bestias, todos gritaban que no queríamos ser esclavos.”

Además de experimentar las garras de la tiranía en su cuerpo por la oficialidad siria, también ha sido castigado por otros frentes de la poliédrica guerra. Su mujer, Samira Khalil, fue secuestrada, junto a otros 3 colegas, en Duma, y desde 2014 está en manos de facciones islamistas. No se sabe nada de ella. Además, su hermano, Feras Al Haj Saleh, fue secuestrado por el ISIS y sigue desaparecido desde hace casi 5 años.

Su voz de intelectual se ha convertido en un intento de dar sentido a todo lo que su pueblo está viviendo desde 2012. Por eso no hace política desde ningún partido, sino que intenta documentar lo que sucede en la guerra de modo independiente y transparente.

Cuando presenta su libro, se concentra en denunciar varios estupores ante el tratamiento informativo que la guerra en su país recibe:

  1. Para empezar, afirma que la visión geopolítica del conflicto tiende a olvidar a la población real de su país. “Un ejemplo de ello es lo que ha sucedido esto últimos días con los bombardeos por parte de Trump y sus aliados. De repente, muchas organizaciones de izquierda han empezado a tuitear #noalaguerra. Ante esto, yo digo. Llevamos 500000 muertos con bombardeos diarios, 7 años de guerra. Todo el mundo ha tirado bombas en Siria: Estados Unidos, Hezbolah, Rusia, Turquía, Al-Assad, las múltiples facciones, etc. ¿Por qué sólo reaccionamos cuando se bombardea al régimen de Al-Assad? En este bombardeo solo ha habido 3 heridos. Parece que han desaparecido las instalaciones para fabricar armas químicas. Francia había avisado dónde iban a caer los misiles. ¿Por qué ahora, de repente, y no antes, nos ponemos a decir “No a la guerra”? Yo creo que existe un problema de perspectiva en las izquierdas, que siguen ancladas en la visión propia de la guerra fría. Falta una renovación del análisis. Parece que la izquierda se ha hecho esclava de una especie de imperialismo de izquierdas capitaneado por Chomsky y otros. Eso demuestra una gran ignorancia de la situación y de la población.”

  2. Otro de los malentendidos favorecidos por la prensa es el así llamado análisis culturalista. Con él “vienen a decir que allí somos diferentes, porque somos islamistas (frente a los cristianos), orientales (frente a los occidentales), etc. Y que claro, a los de allí no se nos puede comprender plenamente porque tenemos el cerebro dañado o algo así, porque no estamos bien formados. Esta mentalidad hay que combatirla.”

  3. Más adelante, señala como nocivas es el modo en que “el pensamiento único habla del régimen sirio como un protector de la laicidad. Eso es mentira. En Siria hay dos capas. Por un lado, está el estado que se ve: todo el mundo está ahí en el mismo nivel y convive de un modo armonioso. Por el otro, tenemos al estado escondido de la dinastía Assad, que en absoluto favorece la laicidad, sino que, muy al contrario, siempre ha favorecido a los salafismos y a los extremismos, porque la violencia y la guerra son un campo de cultivo fantástico para el ISIS.”

  4. La última de las novedades de su cosmovisión es la relación que él ve entre la que fue la revolución siria y nuestro día a día global. Lo explica así: “Desde el inicio de la guerra, la mayor parte de las facciones hicieron desaparecer a todos aquellos que intentaban documentar la guerra, lo que estaba sucediendo. Por eso, falta tanta gente, entre ellos mi mujer. Cualquier persona con una herramienta de comunicación corría y corre gran peligro. Hoy no hay información independiente, porque se mata o se secuestra a los informadores. En este sentido, el pensamiento único tiene mucho más dinero y poder que nosotros, la gente. En todo el mundo tenemos una crisis de confianza. No nos creemos lo que nos dicen. Es la era de la posverdad y de las fake news. Cada uno tiene su verdad y quiere imponerla a través de sus canales. De ahí que venzan los poderosos. Por eso es necesario un cambio de paradigma. Si cambia algo a nivel internacional, cambiará también en Siria. No solo allí hay una falta de democracia y de visión. Lo único que cuenta en todo el mundo (China, USA, Rusia, Europa, etc.) es el dinero, aunque después se superpongan otros discursos.”

Por eso la esperanza de este hombre está puesta en la capacidad de respuesta de la gente de la calle, tanto en Siria y en cualquier lugar del planeta. Algunos la han llamado solidaridad, pero a él no le gusta esta palabra porque suena demasiado vertical y unidireccional. “Más que solidaridad necesitamos asociaciones y poder trabajar juntos”. Además, dice, “suele haber mucha competencia entre solidaridades diversas, y ya ha llegado el tiempo de crear espacios de asociación transversal que permitan unir fuerzas”.

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