El verdadero profeta es capaz de llorar por el pueblo que no escucha. En la Misa matutina en Casa santa Marta, el Papa habla de san Esteban y dice que la Iglesia "necesita que todos seamos profetas", para reforzar nuestra pertenencia a Dios.
Esteban, el primer mártir de la Iglesia, acusaba así al pueblo, a los ancianos y los escribas que le habían arrastrado al tribunal.
Tenían el corazón cerrado, no querían escucharlo y no recordaban ya la historia de Israel.
Y como los profetas precedentes fueron perseguidos por sus padres.
Así estos ancianos y escribas "furibundos en su corazón" se arrojaron todos juntos contra Esteban, "lo arrastraron fuera de la ciudad y se pusieron a lapidarlo". Y el Papa comenta:
El verdadero profeta llora por el pueblo
La verdad incómoda muchas veces no es agradable de escuchar. Y Francisco dice que "los profetas, siempre, han tenido estos problemas de persecución por decir la verdad".
Pero el verdadero profeta no es un "profeta de desgracias" -precisa Francisco-. El verdadero profeta es un profeta de esperanza:
Así Esteban muere delante de Saulo, por ser coherente con la verdad. Y el Papa cita una frase de uno de los primeros padres de la Iglesia:
La sangre de los mártires es semilla de cristianos.
"Que no falte a la Iglesia –concluye el Papa- este servicio de la profecía, para seguir siempre adelante".