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11 valientes líderes religiosos que salvaron a judíos en Polonia durante el nazismo

GETTO WARSZAWSKIE

EAST NEWS

Żydzi w Getcie Warszawskim.

Łukasz Kobeszko - publicado el 30/03/18

A pesar de que había pena de muerte para quienes les ayudaran, muchos arriesgaron la vida para hacerlo

Solamente en Polonia, quienes eran descubiertos ayudando a judíos eran castigados con la pena de muerte. A pesar de ello, tanto sacerdotes como religiosos y religiosas, además de sus familiares y compañeros cristianos, sacrificaron la vida y ayudaron a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Recientemente se han ido produciendo cada vez más debates sobre la actitud de los polacos hacia el Holocausto, la mayor tragedia genocida experimentada nunca por la humanidad.

Poca atención, relativamente, se ha dedicado en esos debates al papel del clero de diferentes denominaciones en el salvamento de vidas de judíos.

Se está reviviendo el recuerdo de las heroicas acciones del clero polaco a través de los esfuerzos de un proyecto internacional llamado Priests for the Jews [Sacerdotes por los judíos]. Está liderado por un sacerdote católico romano, el padre Paweł Rytel-Andrianik, nieto de un preso del campo de concentración de Treblinka, superviviente del holocausto.

El equipo que dirige lleva a cabo una extensa investigación en archivos de Polonia, otros países de Europa central y oriental, Alemania, Reino Unido, EE.UU. e Israel. Este trabajo, destinado a poner de relieve el compromiso del clero polaco en la ayuda a los judíos, es gestionado también por otros académicos de todo el mundo, como Mark Paul, de Toronto.

Muerte por ocultar a judíos

A la hora de tratar el emotivo tema de la ayuda a los judíos por parte del clero polaco durante la Segunda Guerra Mundial, hay que tener en cuenta una serie de hechos fundamentales.

Ya es de sobra conocido que, de todos los países ocupados por los nazis o aliados de los nazis en Europa, solamente en Polonia, a partir de 1941, eran castigados con pena de muerte quienes eran descubiertos ocultando o ayudando a los judíos.

Numerosos historiadores señalan que cualquier asistencia ofrecida a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial requería una compleja logística.

Los profesores historiadores Antony Polonsky y Teresa Prekerowa consideran que salvar a una persona de origen judío exigía, frecuentemente, la involucración de dos o tres polacos (cambios de escondites, creación de identificaciones como certificados bautismales, sobornos a las autoridades de la ocupación o la policía, etc.).

Se calcula que entre 1939 y 1945, de 40.000 a 60.000 judíos fueron salvados en la Polonia ocupada por los nazis.

Cuando el estallido de la guerra, había más de 10.000 clérigos diocesanos católicos romanos, 8.000 religiosos y 17.000 hermanas religiosas en Polonia. El número total de católicos griegos, ortodoxos, luteranos y del clero de la Iglesia católica antigua era más o menos la mitad de las cifras anteriores.

Proyecto “Priests for the Jews”

La investigación del proyecto Priests for the Jews ha recopilado información sobre más de mil miembros del clero que ofrecieron ayuda a judíos. 150 de ellos fueron asesinados por los nazis. En 30 casos, se demostró concluyentemente que la muerte fue directamente atribuible al castigo por salvar a judíos. En muchos casos, la muerte de clérigos que ayudaron a judíos era resultado de una confluencia de factores (como ofrecer ayuda al Estado polaco secreto, estar en una lista de miembros de inteligencia objetos de exterminación, redadas callejeras y ejecuciones).

Durante la guerra, había 363 conventos de religiosas en Polonia. Dado que había una media de 10 monjas por convento, habrían estado involucradas unas 3.600 hermanas en la ayuda a judíos.

Los sacerdotes o monjes que ayudaron a los judíos tuvieron que colaborar con sus obispos o religiosos superiores. Se ha demostrado que, de 20 obispos católicos romanos que permanecieron en sus diócesis a partir de septiembre de 1939, 16 participaron directa o indirectamente en suministrar esta ayuda, incluyendo los obispos de Cracovia, Lviv (tanto el latino como el patriarca católico griego), Lublin, Sandomierz y Przemyśl.

¿Es una cifra alta? Habría que recordar que las estadísticas crudas nunca pueden reflejar la trágica realidad de la Segunda Guerra Mundial sobre suelo polaco.

A continuación, Aleteia presenta una selección de clérigos de diferentes iglesias cristianas que supieron estar a la altura de estos tiempos tan atroces.

P. Marceli Godlewski (1865–1945)

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ks. Marceli Godlewski, fot. Stanisław Bogacki/Wikipedia

Párroco de la iglesia de “Todos los Santos” de Varsovia.

Antes de la guerra, era seguidor del movimiento nacionalista, contrario a los judíos. Durante la ocupación nazi, participó activamente en la salvación de judíos, ocultándoles en el consistorio de la parroquia y en su piso privado en Anin.

Emitió muchos certificados de bautismo, empleados para obtener una liberación de los confinados al gueto. Entre otros, ayudó a salvar a Wanda y Ludwik Zamenhof (nieto del fundador del esperanto). Recibió póstumamente el reconocimiento de Justos entre las Naciones, medalla del Instituto Yad Vashem de Jerusalén.

P. Michał Sopoćko (1888–1975)

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EAST NEWS

Habitualmente reconocido como confesor de sor Faustina Kowalska y seguidor de sus apariciones, beatificado en 2008.

Sin embargo, pocos saben que durante la guerra fue elemento clave en el salvamento de más de 100 judíos del gueto de Vilna, ofreciendo certificados bautismales que él mismo emitía.

Ayudó a salvar, por ejemplo, a Aleksander Steinberg, director jefe en un hospital de Vilna, y a su esposa; la familia Genzl, que vivió en Australia tras la guerra; y al doctor Erdman con su esposa e hija. Cooperó con el convento ursulino en Czarny Bór, donde se ocultaron más de una docena de mujeres judías.

P. Ferdynand Machay sénior (1889–1967)

Durante la Segunda Guerra Mundial y poco después, apoyó activamente la anexión de las regiones de Orava y Spiš a Polonia. Antes de la Primera Guerra Mundial, era pastor de la iglesia del Santísimo Salvador en Cracovia y luego archipresbítero de la basílica de Santa María.

Hablaba un perfecto húngaro, por lo que durante la guerra fue capaz de ayudar de salvar a judíos de Hungría, fugitivos de transportes que se dirigían al campo de concentración de Auschwitz. Suministró muchas identificaciones “arias” o certificados bautismales.

Recibió a título póstumo la medalla de Justos entre las Naciones.

Obispo Albin Małysiak (1917–2011)

BISKUP ALBIN MAŁYSIAK
REPORTER

Poco después de su ordenación al sacerdocio, en 1941, ayudó a los judíos en Cracovia junto a una monja, sor Bronisława Wilemska. Entre los dos salvaron a cinco personas.

Recibió a título póstumo la medalla de Justos entre las Naciones.

P. Stanisław Mazak (1906–1988)

Nativo de la frontera oriental polaca. Durante la guerra fue párroco en Szczurowice y Łopatyna (ahora Ucrania) y un conocido apicultor.

Ayudó a salvar a más de una docena de judíos ofreciéndoles un lugar seguro en su parroquia y emitiendo certificados de bautismo para ellos.

En 1984 recibió la medalla de Justos entre las Naciones.

P. Jan Wolski (1887–1942) y P. Władysław Grobelny (1887–1942)

Respectivamente, párroco y coadjutor en Kobryń (ahora Bielorrusia).

Durante la guerra, ayudaron a los judíos del gueto local emitiendo certificados bautismales y organizando sus fugas.

Fueron los primeros en ser ejecutados por los nazis junto al rabino durante la liquidación del gueto.

P. Jan Pyzikiewicz (1901–1943)

Original de la región de Mielec. Durante la guerra fue párroco en Lipnica Wielka n. Nowy Targ.

Organizó colectas de alimento y ropa para los judíos del gueto de Nowy Sącz. Arrestado por la Gestapo, no buscó su liberación y fue enviado a Auschwitz, donde murió.

P. Emilian Kowcz (Омеля́н Ковч, en ucraniano) (1884–1944)

Pastor católico griego en la parroquia de Przemyślany n. Lviv.

Durante la guerra estuvo preso en el campo de Majdanek, donde su vida fue un emotivo testimonio de la ayuda a los cristianos de múltiples denominaciones y a los judíos.

Bautizó a compañeros presos, compartió sus exiguas raciones de comida con ellos y ofreció palabras de consuelo. Conocido como “párroco de Majdanek”, murió poco antes de la liberación del campo.

Beatificado en 2001.

Archimandrita Grzegorz (Grigol) Peradze (1899–1942)

GRZEGORZ PERADZE
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Grzegorz Peradze

Sacerdote ortodoxo y monje de Georgia.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, vivió en Polonia y dio clases de teología ortodoxa e historia de la Iglesia ortodoxa en Georgia en la Universidad de Varsovia. Tras el estallido de la guerra, se negó a abandonar Polonia.

Durante la ocupación, ayudó a muchas personas, independientemente de su religión. Testigos oculares dieron fe de su participación en la ayuda a judíos.

Denunciado y enviado a Auschwitz, se ofreció voluntario para morir.

Fue canonizado en Georgia en 1995, también es reverenciado por la Iglesia ortodoxa polaca.

Rev. Feliks Teodor Gloeh (1885–1960)

Clérigo de la Iglesia evangélica de la Confesión de Augsburgo. Era capellán evangélico jefe del Ejército polaco y del Instituto Mikołaj Rej en Varsovia.

Después de que Polonia fuera ocupada por los nazis alemanes, participó activamente en el Estado secreto polaco.

Ofreció al Ejército Nacional (Armia Krajowa) más de 160 certificados de bautismo sellados de la Iglesia luterana; los documentos se usaron para salvar a judíos de guetos en las regiones de Mazovia y Podlasia.

En 1984, recibió a título póstumo la medalla de Justos entre las Naciones.

Sor Natalia Makryna Siuta (1895-1990)

Monja, más tarde diaconisa de la Iglesia católica antigua mariavita. Estuvo al cargo de la capilla mariavita en Jędrzejów Nowy n. Mińsk Mazowiecki, donde practicó diariamente la adoración del Santísimo Sacramento durante décadas.

Según un testimonio del Jewish Historical Institute tras la guerra, durante la ocupación nazi ayudó a los judíos, a quienes ocultó en los edificios que pertenecían a la capilla.

Cuando en una visita casual a la aldea de Rososz los nazis hicieron una redada para descubrir a los judíos ocultos, ella logró esconder a un niño judío bajo su hábito, salvando así la vida del niño.

Este artículo se publicó originalmente en laedición polaca de Aleteia y ha sido editado y adaptado aquí para los lectores hispanohablantes.

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