Palabras hoy en el rezo del Angelus“En el tiempo de Cuaresma, nuestra alegría consiste en acoger la misericordia de Dios. Sólo así podremos vivir una vida animada por la justicia y la caridad, y seremos testigos de este amor divino”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus del IV Domingo de Cuaresma, también conocido como Domingo “Laetare”, es decir, Domingo de la alegría.
Domingo “Laetare”: «Alégrate, Jerusalén»
En este IV Domingo de Cuaresma, señaló el Santo Padre, la antífona de ingreso de la liturgia eucarística nos invita a la alegría: «Alégrate, Jerusalén […]. Regocíjense los que estuvieron tristes para que exulten». ¿Cuál es el motivo de esta alegría? – se pregunta el Pontífice – Es el gran amor de Dios hacia la humanidad, responde el Papa, tal como lo indica el Evangelio de hoy: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3,16).
Estas palabras, pronunciadas por Jesús durante el coloquio con Nicodemo, afirma el Obispo de Roma, sintetizan un tema que está al centro del anuncio cristiano: incluso cuando la situación parece exasperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y el gozo. “Dios de hecho – agrega el Papa – no está alejado, sino entra en la historia de la humanidad para animarla con su gracia y salvarla”.
Confrontémonos con nuestra fragilidad y nuestros límites
Es por esto, puntualiza el Santo Padre, que estamos llamados a escuchar este anuncio, rechazando la tentación de considerarnos seguros de nosotros mismos, de dejar de lado a Dios, pretendiendo una absoluta libertad de Él y de su Palabra.
“Cuando encontramos la valentía de reconocernos por aquello que somos – afirma el Papa – nos damos cuenta de ser personas llamadas a confrontarnos con nuestra fragilidad y nuestros límites. Entonces puede suceder que caigamos en la angustia, la inquietud del mañana, el miedo a la enfermedad y a la muerte”. Esto, explica el Pontífice, hace que tantas perdonas, buscando una vía de salida, toman a veces peligrosos atajos como por ejemplo el túnel de la droga o aquel de la superstición o de los dañinos rituales de magia.
La cruz de Jesús, signo del amor de Dios
En este sentido, precisa el Papa Francisco, el cristianismo no ofrece fáciles consolaciones, no es un atajo, sino exige la fe y una vida moral sana, que rechace el mal, el egoísmo, la corrupción. Pero también nos la verdadera y gran esperanza en Dios Padre rico de misericordia, que nos ha donado a Hijo revelándonos así su inmenso amor. “La cruz de Jesús – afirma el Pontífice – es la manifestación más grande del amor de Dios: un amor que proviene del corazón del Padre y es acogido y donado con generosidad por el corazón del Hijo”. Es sobre esta roca, precisa el Papa, que nuestra confianza es sólida.
Cuaresma: tiempo para acoger la misericordia de Dios
Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco recuerda que, en el tiempo de Cuaresma, debemos abrir nuestro corazón a este don, para acoger la misericordia de Dios. “Sólo así – precisa el Pontífice – podremos vivir una vida animada por la justicia y la caridad, y nos convertiremos en testigos de este amor divino, un amor que no se da sólo a quien se lo merece, no pide recompensas, sino se ofrece gratuitamente, sin condiciones”.
María, Madre de misericordia, concluye el Papa, nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios. Esté cerca de nosotros en los momentos en los cuales nos sentimos solos y nos comunique los sentimientos de su Hijo Jesús, para que nuestro camino cuaresmal sea una experiencia de perdón, de acogida y de caridad.