Es un fenómeno cada vez más creciente el aumento en el “mercado terapéutico” de las llamadas terapias alternativas new age.
Enumerarlas todas sería imposible, porque literalmente cada día florecen nuevas ofertas terapéuticas.
Sin dudas en la mayoría de estas ofertas hay un contenido espiritual propio de la New Age, que entraña un peligro a nivel religioso.
En lo personal, y como psicólogo, me centraré en el peligro que representan para la salud de la población.
Al frente de estas “terapias” rara vez hay un profesional idóneo, es decir rara vez el “terapeuta” es psicólogo, psiquiatra o médico.
Si bien en algunos países el rol profesional del “terapeuta” no está correctamente legislado y suele haber un vacío legal al respecto, lo cierto es que termina siendo un ejercicio ilegal de un rol que, por general, se le atribuye al médico o al psicólogo.
Esto ya de por sí significa un gran peligro para la salud de la población.
Por lo general con una serie de seminarios, quien fue iniciado en alguna de estas terapias queda ya formado y habilitado para entrar en el negocio terapéutico de la new age.
La gran mayoría de las personas que acuden a este tipo de terapias lo hacen aquejadas de enfermedades del humor, trastornos depresivos, por ejemplo.
Pero no todas las depresiones son iguales y estos “terapeutas” no cuentan con la formación que los habilite para hacer el diagnóstico correspondiente.
Otro de los riesgos es que ninguna terapia alternativa new age (y me animo a enfatizarlo) cuenta con el aval de la comunidad científica.
Hoy en día, los tratamientos son contrastados a partir de su aplicación al método científico a fin de poder determinar su eficacia y por ende su aplicabilidad en las personas.
La New Age, empapada del pensamiento mágico se da de bruces con la ciencia y al hablar de “terapias” que ponen en juego la salud y la vida de las personas; no podemos ir por otro camino que no sea el de la contrastación científica.
Otro de los peligros que encierran estas terapias es justamente el hecho de ser alternativas, muchas o casi todas son presentadas como alternativas a los tratamientos convencionales.
Este punto toca con otro punto grave que es la deriva sectaria que suelen tener.
No es poco frecuente que el terapeuta a poco de serlo comience a autoimponerse títulos, “Maestro”, “Gurú”, “Apóstol”, etc.
Esa acentuación de la asimetría que ya de por sí se da en cualquier relación terapéutica, inicia una espiral de manipulación psicológica que en poco tiempo llevará al “paciente” a una condición de “adepto”.
Tampoco pasará mucho tiempo para que los “pacientes” formen en torno a su “terapeuta” un grupo en donde este pase a ser venerado desplegándose así la dinámica vincular sectaria.
Muchas veces me han preguntado, ¿cuántas personas se necesitan para hablar de secta? Mi respuesta siempre es la misma, 2 personas.
Hay muchos ejemplos de relaciones sectarias diádicas, el de las terapias alternativas es uno de ellos.
La asimetría, así como la idealización o el hecho de que los pacientes vengan al psicólogo en busca de respuestas sobre qué hacer frente a tal o cual situación de la vida, es algo común en nuestra práctica profesional.
Pero cuando el tratamiento se mantiene dentro de los carriles de la ética y de lo que llamamos “encuadre”, ese tipo de fenómenos se los toma como parte de un proceso en el cual lo que se busca es que el paciente gane cada vez más en autonomía, en salud y se ponga fin al tratamiento.
En las terapias alternativas no hay tal encuadre desembocando todo en un descarrilamiento en el cual el “terapeuta” pone en acto las idealizaciones del paciente y a través de un proceso manipulatorio se ubica en el rol del timonel de la vida de su “paciente” en un tratamiento que termina siendo interminable.
Se podrá decir que en muchos casos estas terapias new age están conducidas por psicólogos o médicos.
En mi opinión, ese es el peor de los escenarios: el que a sabiendas del conocimiento del funcionamiento psíquico y de la enfermedad, usa y abusa de ello en beneficio propio es, en mi opinión, el peor de los monstruos.
Muchas veces he visto colegas que llevados por la marea de que hoy es “eso lo que la gente busca” abandonan la práctica seria, ética y científicamente avalada por esta avalancha de charlatanería sin sustento que nos ofrecen las terapias alternativas new age.