Con su majestuosa silueta, el conocido como “rey de los faros” o el “Versalles del mar” es el noble guardián del estuario de la Gironda.
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Desde la antigüedad, la desembocadura del estuario ha tenido una reputación funesta. Conocido por su peligrosidad —sobre todo por los marineros obligados a cruzarlo para llegar al puerto de Burdeos—, el islote rocoso de Cordouan, del que solamente una pequeña parte emerge en marea baja, es famoso por ser un auténtico cementerio marino. A eso hay que sumarle los bancos de arena que se acumulan a su alrededor debido a las fuertes corrientes.
La historia cuenta que, desde la Edad Media, los ermitaños encendían fuegos en la isla para ayudar a los navegantes y rezaban por sus almas. Sin embargo, los primeros documentos históricos que dan fe de la existencia de un faro datan solo del siglo XIV. Construido alrededor de 1360, por decisión de Eduardo, príncipe de Gales —entonces jefe de los ejércitos ingleses que ocupaban la antigua provincia de Guyena— fue apodado “torre de los ingleses”. Este primer edificio, de estructura bastante modesta, constaba de una torre poligonal de 16 metros de altura. Cada noche, un eremita se encargaba de alimentar un fuego de leña.
El majestuoso faro que hoy conocemos, de 37 metros de altura, fue iniciado por el rey Enrique III de Francia. En 1584, el soberano confió el proyecto al arquitecto Louis de Foix para reemplazar el antiguo faro, que había caído en ruina. El contrato, firmado en presencia del alcalde de Burdeos, Michel de Montaigne, contenía algo más que una torre con una hoguera. El rey quería una obra real, consistente en una torre redonda de tres pisos sobre una gran plataforma. Enrique III, por desgracia, no vio el final de la obra, que continuó bajo el reinado de Enrique IV. En 1594, el proyecto se amplió y el faro se convirtió en un edificio dedicado a la gloria de los dos reyes. El interior es grandioso y ningún faro ha conocido nunca un lujo semejante: vestíbulo, cámara real, capilla real… todo adornado con mármol, madera, esculturas. La obra requirió un total de 25 años de trabajo.
Debido a las repetidas embestidas de las olas contra el edificio y a la falta de mantenimiento, el faro se deterioró y necesitó, desde 1722, obras de consolidación. En 1786, Joseph Teulère, arquitecto de Burdeos, fue el encargado de reforzar y elevar el faro, que llevó hasta los 20 metros de altura. Desde el punto de vista arquitectónico, estas modificaciones son perfectamente visibles: mientras que la base de la torre está construida en estilo renacentista, la parte superior recuerda sin duda a la sobriedad clásica del siglo XVIII.
Rey de los faros, ¿faro de reyes?
Las piezas más increíbles del faro son, sin duda, la cámara del rey y la capilla. La habitación real, situada en el primer piso de la torre, se presenta como una suntuosa sala abovedada con chimeneas, suelo de mármol y paredes de piedra decoradas con pilastras jónicas. Está destinada a alojar al rey, aunque ningún soberano se ha instalado allí nunca.
La segunda sala, situada en el segundo piso de la torre y que alberga una capilla, concede a Cordouan su carácter único. Es la única capilla del mundo instalada en un faro, y es también una capilla real, destinada sobre todo a glorificar la monarquía y la religión del Estado, más que a celebrar misa. De forma circular, sigue la forma de la torre. Su suelo, pavimentado con mármol de Sainte-Anne y mármol negro, se alterna para formar motivos geométricos. Al levantar la cabeza, se observa una hermosa bóveda con casetones —cuyos colores azules todavía se conservan— perforada con un óculo que deja pasar la luz. A un lado de la habitación, se ha excavado un nicho para construir un altar de mármol blanco. A ambos lados de la sala, también hay grandes conchas que sirven de pilas para el agua bendita.
Varios nichos vacíos albergaron en su tiempo los bustos de Luis XIV y Luis XV, retirados durante la Revolución Francesa. Todavía se conservan los monogramas de Enrique III y Enrique IV, así como las inscripciones a la gloria de Luis XIV y Luis XV, visibles en las paredes. La capilla conserva también hermosos vitrales del siglo XIX. La Asociación para la Salvaguardia del Faro de Cordouan devolvió la vida sagrada a esta capilla celebrando una misa de Navidad en 1978. En 1996, el párroco de Verdon inició una peregrinación entre los meses de junio y julio, para la que un centenar de personas se reúnen en la celebración de la misa.
Proceso de inscripción en la UNESCO
Clasificado como monumento histórico desde 1862 —el mismo año que la catedral de Notre-Dame de París—, el majestuoso faro de Cordouan sigue siendo el último faro francés custodiado en el mar —los guardias se turnan cada semana— y por lo tanto el último faro en el mar abierto al público. Los visitantes que se atrevan a embarcarse en una aventura marítima podrán llegar al faro en barco desde tres puntos de partida: Royan, Meschers-sur-Gironde o Verdon-sur-Mer.
Actualmente, el comité de apoyo al faro lucha por el reconocimiento del faro como Patrimonio de la Humanidad. En 2017, el faro ya ha sido reconocido como “obra maestra del genio creativo humano”, uno de los criterios para optar a figurar en la lista de patrimonio mundial de la UNESCO. Mientras espera los resultados de este largo proceso de inscripción, Cordouan continúa, noche tras noche, tempestad tras tempestad, protegiendo a los marineros que cruzan sus aguas.