Ha sido escogida para diseñar el Serpentine Pavilion de Londres, un evento anual de primer orden.
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El fulgor mexicano que está haciendo arder las artes en todo el mundo cuenta ya con un nombre en la arquitectura. Frida Escobedo ha sido elegida para diseñar este 2018 el Serpentine Pavillion, un encargo que la galería del mismo nombre otorga cada año al que considera mejor arquitecto de proyección internacional y que logra atraer las miradas de miles de visitantes al Hyde Park, en pleno corazón de Londres.
El proyecto ganador podrá verse del 15 de junio al 7 de octubre.
Antes de Frida Escobedo solo hubo, en las 17 ediciones anteriores, otro nombre de mujer: la anglo-iraquí Zaha Hadid, fallecida en 2016. Escobedo es la primera mexicana en conseguir este honor y al mismo tiempo la más joven de la lista.
Escobedo ha tenido en cuenta la situación geográfica del pabellón, que es atravesado por el meridiano de Greenwich y ha tomado esta referencia como eje norte-sur de su intervención.
A partir de ella, ha trabajado un triángulo que viene a convertirse en reloj gracias a la interacción con los rayos del sol. Esto hace que la obra sea cambiante a lo largo de la jornada.
En cuanto a materiales, Escobedo ha seleccionado piezas horizontales de cemento y ha integrado el agua a modo de espejo. Las piezas de cemento se colocarán a modo de celosía (una forma que evoca a su origen mexicano) y así permitirán la ventilación y el paso de la luz en el interior de la estructura como si fuera el cenador de un jardín.
Frida Escobedo nació en Ciudad de México (antes México D.F.) en 1979 y abrió su estudio de arquitectura hace 12 años. Entre otras actuaciones, se la conoce por la restauración de la Tallera de Siqueiros, en Cuernavaca, y por una intervención en la fuente del espacio exterior del Victoria & Albert Museum de Londres.
En las obras de Escobedo se encuentra la combinación entre elementos contemporáneos respetuosos con el medio ambiente y la artesanía tradicional mexicana (cultura popular, en definitiva).
Esto hace que la arquitectura esté dotada de un fuerte componente humano, que consigue el bienestar y la proximidad del visitante. Lo logró en otras obras, como por ejemplo con la tallera de Siqueiros (que fue casa del artista en los últimos años de su vida) porque desestimó crear la típica “caja blanca” de museo-contenedor y a cambio ofreció murales en las paredes exteriores del edificio, con lo que lograba una plaza llena de vida y colorista, además de transitable.