Este texto publicado por la influencer brasileña Bruna Estrela está siendo viral, un éxito en las redes sociales. Nosotros lo hemos traducido al español pues estamos seguro que te emocionará.
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Si pudiera dar un solo consejo a mis amigos, sería ese: tengan hijos. Por lo menos uno. Pero si es posible, tengan 2, 3, 4… Los hermanos son nuestro puente con el pasado y el puerto seguro para el futuro. Pero tengan hijos.
Los hijos nos hacen seres humanos mejores.
Lo que un hijo hace por ti ninguna otra experiencia lo hace. Viajar por el mundo te transforma, una carrera de éxito es gratificante, la independencia es rica. Aún así, nada te cambiará de forma tan permanente como un hijo.
Olvida esa historia de que los hijos traen gastos. Los hijos te vuelven una persona que consume de forma consciente y económica: empiezas a comprar ropa en tiendas más económicas y no en Calvin Klein, porque finalmente, es solo ropa. Y los tenis del año pasado, que aún están nuevos y cómodos, duran 5 años…Tienes otras prioridades y solo un par de pies.
Trabajas con más ganas y dedicación, pues existe un pequeño ser totalmente dependiente de ti, y eso te vuelve un profesional con una garra que ninguna otra situación te daría. Los hijos nos hacen superar todos los límites.
Te empiezas a preocupar por hacer algo por el mundo. Separar la basura, trabajo comunitario, productos que usan menos plástico… Tú eres el ejemplo de ser humano de tu hijo, y nada puede ser más grandioso que eso.
Tu alimentación te empieza a importar. No puedes comer chocolate con coca-cola y darle a él plátanos y agua.
Empiezas a cuidar de tu salud: comes el resto de las frutas de su plato, haces un huerto para tener condimentos frescos, quitas los refrescos durante la semana. Un hijo te da unos 25 años más de longevidad.
Empiezas a creer en Dios y aprendes a rezar. En la primera enfermedad de tu hijo tú, casi como instinto, te arrodillas y pides a Dios que lo cuide. Y así, tu hijo te enseña sobre la fe y la gratitud como ningún papá/sacerdote/líder religioso jamás ha sido capaz.
Te confrontas con tu sombra. Un hijo hace emerger tu peor lado cuando se tira al suelo del mercado porque quiere unas galletas. Tú tienes ganas de gritar, pegar, salir corriendo. Te ves agresivo, impaciente y autoritario.
Y así descubres que es solo por amor y con amor que se educa. Aprendes a respirar hondo, a agacharte, a extenderle la mano a tu hijo y a ver la situación a través de sus pequeño ojitos.
Un hijo te hace ser una persona más prudente. Nunca más manejarás sin cinturón, rebasarás de forma arriesgada o tomarás mientras manejas, por el simple hecho de que no puedes morir (no tan pronto)…
¿Quién criará y amará a tus hijos de la misma forma en tu ausencia? Un hijo te hace querer estar vivo más que nunca.
Ten hijos para recibir esa sonrisa y abrazo apretado cuando llegas a casa y oír que tú eres la persona más importante del mundo entero para ese pequeño ser.
Ten hijos para ganar besos con baba con un aliento que ningún enguaje bucal proporciona.
Ten hijos para verlos sonreír como tú y caminar como su papá o mamá, y entiende la belleza de tener una parte tuya suelta por el mundo.
Ten hijos para volver a aprender la delicia de un baño lleno de espuma, de un cuenco de agua en el calor, de rodar con el perro o cachorro, de comer mango sin limpiarte.
Ten hijos. Sabiendo que enseñarás muy poco.
Ten hijos justamente porque tienes mucho que aprender.
Ten hijos porque el mundo necesita que seamos personas mejores aún en esta vida“.
Artículo de Bruna Estrela publicado originalmente en portugués y traducido al español para los lectores de esta edición de Aleteia