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No, tu hijo de 2 años no es “malo”

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Calah Alexander - publicado el 01/02/18

Tu pequeño no intenta regocijarse en tu infortunio, sino que está desarrollando su sentido de la justicia.

Ya está bien, lo voy a decir: la revista digital Ozy ha publicado oficialmente un artículo con el título más engañoso de 2018 (hasta la fecha): Caray, mira que es malo tu niño de 2 años.

El artículo se centra en un estudio elaborado en la Universidad de Haifa en Israel y que aparentemente se propuso examinar el sentimiento de regodeo por el mal ajeno (que a veces se conoce con el término alemán Schadenfreude) en los niños pequeños de hasta 4 años. Los investigadores reunieron 35 grupos, cada uno compuesto de una madre y su hijo pequeño más otro niño pequeño sin relación con los otros dos. Cada grupo era asignado a un escenario de dos posibles: el escenario “igualitario” y el escenario “desigual”.

En el escenario igualitario, la madre anima a los niños a jugar juntos, luego los ignora durante dos minutos y pasa dos minutos más leyendo un libro antes de derramar un vaso de agua sobre el libro.

En el escenario desigual, la madre pone al niño o niña que no es suyo en su regazo y le lee el libro en voz alta solamente a él o ella durante dos minutos, antes de tirar el vaso de agua sobre el libro. Según Ozy, los resultados indican altos niveles de Schadenfreude en los niños… más o menos.

Los niños en el escenario desigual se ponían a correr, saltar y a hacer palmas cuando el agua de derramaba en mitad del cuento.

Sin embargo, el escenario igualitario no despertó una reacción tan jubilosa, de lo cual se deduce que ese regodeo por el mal ajeno probablemente surgió como respuesta a la situación de injusticia.

La capacidad de los niños, incluso muy pequeños, para experimentar Schadenfreude “significa que es algo muy básico y no algo producto de la sociedad y la cultura”, contó a Ozy la profesora de Psicología Shamay-Tsoory.

A ver si afinamos un poco más. Schadenfreude, como palabra alemana que es, fue creada para designar algo muy concreto y complejo, esto es, encontrar regocijo y placer en los problemas, fracasos o humillaciones de otra persona.

Si los niños pequeños fueran sociópatas diminutos que rieran a mandíbula batiente complacidos ante las desgracias del mundo, habrían respondido alegremente todas las veces que el vaso de agua se derramó. Pero no fue así; solamente respondieron con júbilo cuando el agua derramada interrumpió una situación que violaba su sentido interno de justicia.

Ese resultado demuestra en realidad que los niños pequeños no experimentan (o al menos no expresan) Schadenfreude. Los niños en este estudio no se regocijaban por la destrucción o la desgracia ajenas, sino que experimentaban el dolor emocional de la injusticia.

Su felicidad ante el agua derramada no era por la destrucción del libro, sino porque se había interrumpido una situación injusta. Se sentían incapaces de detener solos esa injusticia, pero sin duda sí podían reconocer la interrupción por una causa ajena y alegrarse por ella.

En realidad, los niños pequeños son unas criaturitas increíblemente empáticas.

Mi hijo de 2 años, Isaac, hace poco que ha empezado a ponerle nombre al hecho de que alguna persona esté llorando. “Llora”, dice con su ceño fruncido. Lo repite mientras pasea, intentando localizar a personas afligidas. “Llora, llora”, repite mientras busca en una u otra habitación. Y cuando por fin encuentra a la persona que llora, se le acerca de inmediato, le pone sus rechonchas manitas en la cara y le planta un beso enorme en los labios.

Es la cosa más dulce del mundo y una prueba de que Isaac está desarrollando su capacidad para la empatía. No se alegra por las lágrimas ajenas, más bien lo contrario. Intenta ayudar de la única forma que sabe: con una palabra y un beso.

Los niños pequeños comprenden el dolor emocional en ellos mismos y en otros, y el que un niño reaccione al dolor emocional instintivo de la injusticia es todo lo contrario a Schadenfreude. Lo cierto es que es el frágil comienzo del desarrollo de la compasión y deberíamos reconocerlo y fomentarlo como tal.

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