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China en la mirada del papa Francisco

CHINESE
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Miriam Díez Bosch - publicado el 31/01/18
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Claves para comprender la Iglesia en el país asiáticoChina está lejos físicamente, pero ocupa un lugar central en el Papa Francisco.“El pueblo chino y su gran país ocupan un lugar importante en la mirada del papa Francisco, abierta al mundo”, explica el jesuita Federico Lombard, que fue portavoz de la Santa Sede.

El padre Federico Lombardi, SJ, lo ha escrito en “Hacia una Iglesia plenamente china y plenamente católica” en la edición española de La Civiltà Cattolica. En este artículo explica el camino trazado por dos papas, Benedicto XVI y Francisco.

El Papa Francisco ha hablado varias veces al respecto y siempre con una actitud caracterizada por una cordial admiración y verdadera confianza. Basta recordar sus palabras con ocasión de los viajes de ida y vuelta a Corea, cuando sobrevolaba el territorio chino y, sobre todo, en la entrevista concedida a Francesco Sisci para Asia Times. “No hay duda de que se alegraría de poder pisar, por fin, tierra china”, confiesa Lombardi.

Por otra parte, “se puede afirmar que la atención de Francisco es correspondida en China”. No solo los católicos –puntualiza- sino “todos aquellos que miran más allá de las fronteras del país con el deseo de una apertura al mundo y de un intercambio cada vez más intenso con los demás pueblos y culturas han comprendido que tienen en Roma a un interlocutor” —y, bien puede decirse, a un amigo— con el que pueden contar para sentirse comprendidos en el esfuerzo que hacen por insertarse en la familia de los pueblos, reconoce Lombardi.

El Papa Francisco es jesuita, una orden religiosa que se ha acercado a China históricamente con misioneras de la altura de Matteo Ricci, Adam Schall, Ferdinand Verbiest o Giuseppe Castiglione.

Empatía con los chinos

Lombardi revela que “frente a los chinos, Francisco siente esa empatía que puede poner en movimiento la dinámica que lleva a avanzar cada vez más, de encuentro en encuentro. Y esta empatía es correspondida por muchos chinos”.

Entre los temas más específicos de la enseñanza y de la acción de Francisco que suscitan interés positivo en China podemos señalar, ante todo, su “insistencia en la solidaridad”. Esta se traduce en una referencia a la importancia de la “cohesión del pueblo”, así como en el rechazo de todo lo que crea división.

Por lo tanto, las frecuentes alegaciones de dura condena contra toda forma de corrupción por parte del papa Francisco no han pasado desapercibidas, señala Lombardi.

El consumo de los recursos naturales, el balance energético, el cambio climático, la urbanización, formas diversas de contaminación… son cuestiones de máxima urgencia para el pueblo y el Gobierno chinos. La autorizada voz del Papa y sus llamamientos a la responsabilidad de todos se han hecho oír también en Asia, relata.

Religiosidad en China

Los analistas de la China contemporánea describen la situación espiritual del país en términos ambivalentes. Por una parte, ponen de relieve las “gravísimas consecuencias de un largo período de difusión sistemática de la ideología atea y antirreligiosa” y de destrucción de los valores sociales y morales de la tradición, a lo que sucedió un impulso hacia el progreso económico.

Al mismo tiempo, también “las autoridades políticas se dan cuenta de que la dimensión religiosa debe reconocerse como un componente permanente de la realidad de la vida y como una aportación importante a la armonía y a la cohesión de la sociedad”.

Aquí se inserta la dimensión más específicamente religiosa y espiritual del discurso humano y cristiano que la Iglesia, hoy representada por el papa Francisco, dirige a China. Como sabemos, su núcleo es el anuncio de la misericordia de Dios para todos. Esto se torna en fuente de “reconciliación de las heridas del pasado y de fe en el futuro”, apunta Federico Lombardi en la revista quincenal de los jesuitas, La Civiltà Cattolica, cuyos borradores son enviados antes de publicar a la Secretería de Estado de la Santa Sede.

El papa Ratzinger pronunció palabras muy precisas acerca de la experiencia de la persecución, de «las graves dificultades, incomprensiones y hostilidades» y del sufrimiento de los cristianos por ser fieles a su religión. En el caso de China no está de más recordar que, durante el largo período de la «Revolución cultural» (1966-1976), la persecución fue una realidad.

En China, los problemas familiares más dramáticos y extendidos son los que resultan de la «política del hijo único», con las consecuentes heridas, o de las separaciones entre padres e hijos impuestas por la organización económica y social del país.

La Iglesia católica tiene una formidable tradición de compromiso activo de caridad. La Iglesia es también en China «un hospital de campo», como desea el Papa, y ello favorece mucho una acogida positiva de la Iglesia por parte de la sociedad china.

Lombardi, que ahora es presidente de la Fundación Ratzinger, asevera que “la comunidad católica en China quiere y debe ser plenamente china” pero para ser verdaderamente tal y dar sus frutos “no debe separarse de la comunidad católica universal”.

Lombardi celebra “los contactos y el diálogo de la autoridad que gobierna la Iglesia católica universal —la Santa Sede— con las autoridades de la República Popular China” que contribuyen a “garantizar a la comunidad católica en China las condiciones esenciales para que pueda ser ella misma”.

Con la “Revolución cultural» (1966-1976), hubo “manifestaciones de verdadera persecución para todos los creyentes; en esas circunstancias, también los católicos —estuviesen o no adheridos a la Asociación Patriótica— compartieron el sufrimiento por su fe”.

Tras la muerte de Mao se instauró una “discreta tolerancia” hacia las religiones, y también la Iglesia católica halló una cierta posibilidad de reorganizar su vida y su actividad con una dimensión pública.
Para apoyar la vida de la comunidad católica Juan Pablo II atribuyó a los obispos legítimos algunas facultades —denominadas «facultades especiales»—, entre ellas la de poder ordenar de forma autónoma a un obispo como su propio sucesor.

De ese modo se llegó a tener un cierto número de obispos que no se adherían a la Asociación Patriótica con un séquito propio de fieles y también de seminaristas.

Por el otro lado, un creciente número de obispos «ilegítimos», adheridos a la Asociación, pidieron de manera reservada y obtuvieron la comunión con el Santo Padre, hallándose así en la condición de ser reconocidos por ambas partes.

Lombardi critica que “impropiamente” esta situación se haya descrito como coexistencia de una «Iglesia clandestina» y de una «Iglesia patriótica» .

En conclusión, “la Iglesia católica en China, plenamente china, debe empeñarse con renovado impulso en la misión de evangelización a fin de contribuir de la manera más eficaz con su mensaje religioso y moral y con su compromiso caritativo y social al bien del pueblo chino: esta es la urgencia más grande”, reconoce Lombardi.

En esta obra la Iglesia china está acompañada y apoyada por la “sincera atención y simpatía del papa Francisco hacia el pueblo chino” y por la solidaridad y unión espiritual con la Iglesia católica universal.

Concluye recordando que el diálogo de la Santa Sede con las autoridades de la República Popular China tiene como objetivo exclusivo “poner a la Iglesia católica china en las mejores condiciones para desarrollar tal misión, en coherencia con su naturaleza religiosa”.

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