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¿Por qué hablan tan poco de san José los Evangelios?

SAINT JOSEPH
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Salvador Aragonés - publicado el 28/01/18
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En los dos últimos siglos crece la devoción a san José en toda la IglesiaUn amigo universitario se lamentaba de que los Evangelios canónicos hablaran muy poco de san José y que no citan absolutamente ni una palabra. “Sí–decía–, ya sé que el “silencio” de san José habla muy alto. Pero ¿Por qué hay tan poca cosa del que fue padre según la ley de Jesús y esposo de María de Nazaret?”.

Me pilló con el paso cambiado. No me esperaba esta pregunta. Pero me obligó a reflexionar. ¿Por qué san José está mudo en los cuatro Evangelios? No hablemos de los evangelios apócrifos, sino de los textos revelados, canónicos.

“Vamos a leer despacito los evangelios, le dije a mi amigo. Estoy de acuerdo contigo, pero déjame preguntarte, ¿debían los Evangelios decir más sobre san José? San José habla a los corazones de quienes a él se encomiendan”. Y así fue que le pregunté: “¿ya rezas a San José? Es difícil conocer a alguien si no se le trata”.

Esta es la clave: San José es el gran Patrono de la Iglesia Universal, el santo del Silencio, el Patriarca e intercesor de las familias (especialmente de los padres), el Santo de la Buena Muerte… O sea que san José se le conoce cuando se le trata personalmente. San José acude a atender a nuestras necesidades materiales y espirituales cuando se piden con fe y con humildad. Es un gran intercesor, porque es escuchado por la Virgen María, su esposa, y Jesús. ¿Va a dejar de atender Jesús una cosa que le pide quien hizo de padre, san José?

Si leemos los Evangelios, vemos que solo Mateo y Lucas se ocupan del Santo Patriarca. Si nos adentramos un poco y queremos revivir las escenas en las que se narra la presencia de san José vemos que el Esposo de María actúa siempre con diligencia a los requerimientos, tanto de María como de los ángeles. Y si es así ¿no será de la misma manera que atenderá a los nuestros?

Los ángeles, enviados por Dios, dan a conocer la vocación de José a la castidad “en sueños”, cuando el ángel le dice (Mt, 1, 19-21) “no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. San José, que la quería “repudiar en secreto”, no entendía el embarazo de la Virgen, tan alegre siempre, tan piadosa, tan entregada a Dios…

Entendió José que el ángel le proponía vivir castamente con su amada esposa María, pues su hijo sería el Redentor de todos los hombres. María debía mantener su virginidad por ser la Madre de Dios, y él, san José, debía defender, tanto la virginidad de María como a Jesús Hijo de Dios.

Y así hizo; José aceptó la vocación personal que le pedía el Señor mediante ángel, pues “hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a su esposa. Y sin que antes la conociera, dio a luz un hijo y le puso por nombre Jesús”. No hacen falta palabras para comentar esto.

San José calla, pero actúa, calla pero cumple, calla pero realiza y acaba lo que se le ha encomendado. En otras palabras, su silencio no es producto del buenismo, sino fruto de una madura reflexión y aceptación del papel que Dios le ha propuesto. Tampoco su silencio es quietismo, sino que toma iniciativas: hace lo que hay que hacer, sin remilgos, cumpliendo en todo la voluntad de Dios.

O sea que a san José se le conoce más si se le trata, si se reza con él, si se le piden favores. Existe una analogía entre san José y el José bíblico, hijo de Jacob, hijo de Israel. José de Canaán sabía descifrar los sueños, y san José recibió los mandatos de Dios entre sueños.

Cuando alcanzó el favor del Faraón y José dirigió los destinos de Egipto, el pueblo egipcio pasaba hambre en los años de sequía. Cuando el pueblo se dirigía al Faraón para que les proporcionara comida, este les decía: “¡Id a José!”, que es el que soluciona los problemas. José solucionaba los problemas porque había almacenado grandes cantidades de trigo durante los siete años de las vacas gordas. Y ahora parece que también Jesús y María dicen a las nuevas generaciones: “Id a san José”, “encomendad esta cuestión difícil a san José”.

 

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