La receta se aplica a todas las actividades que hagan con el pequeño
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La escuela educa a los hijos por delegación de los papás. Lo hace durante muchas horas al día y la influencia del profesor (o maestro) es indudable. Por eso los maestros sienten una gran responsabilidad en la tarea educativa. No son meros transmisores de conocimientos sino que acompañan, orientan y dirigen al pequeño en su desarrollo físico, emocional, etc.
Los valores que se aprenden en la escuela son tan fuertes como los que se reciben en casa y lógicamente han de ir a la par. Por eso a los maestros se les recuerda por la impronta que dejan. Todos recordamos a los que más nos influyeron. Y también por eso es crucial que haya consonancia entre la educación en casa y la de las aulas. Han de ser dos raíles de una misma vía.
Transcurrido el tiempo, ahora que nosotros somos adultos y nos encontramos en la función de educadores (padres y/o maestros), es muy conveniente tener claro el mensaje que queremos dejar en las personitas la vida nos confía. Y ese es decisión absoluta de los padres.
Un niño crece en autoestima, es alegre, fuerte en las dificultades, buen compañero, ordenado, servicial, trabajador y prudente si ha aprendido del ejemplo de los mayores. Y además del ejemplo, lo puede haber aprendido a base de ejercitarse en esas virtudes, y leyendo y haciendo actividades acerca de ellas.
Pero las virtudes no solo se transmiten con nuestro ejemplo. Le llegarán mucho mejor si le facilitamos de forma positiva el ejercicio de cada una de ellas.
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Los expertos en educación promueven un lenguaje positivo para educar al niño. Aquí tienes unas frases-pauta que pueden hacer de mayor calidad la educación que deseas impartir en el pequeño:
“Sé que puedes hacerlo”
Al niño le comunicamos que lo que le hemos pedido (una tarea, una acción) no es desproporcionada. Manifestamos que conocemos su potencial y que confiamos en que lo va a intentar porque dispone de las cualidades para llevarlo a cabo. Al manifestar confianza, reforzamos la que el pequeño va a tener en sí mismo. Le ayudamos a conocerse y a que se autoestimule.
Importante: un “sé que puedes” siempre va acompañado de una sonrisa, no de una mirada de árbitro.
“Vamos a intentarlo”
Muchos niños y adolescentes que manifiestan miedo a la natación y al agua, recuerdan que ese pánico es fruto de que un monitor les echó al agua sin ayuda, a modo de supervivencia. Incluso hay escuelas que presumen de emplear ese método, como si los niños fueran a convertirse en power rangers.
Ese no es un método pedagógico, en absoluto. Genera pavor y los niños son reacios a un segundo intento, de manera que a muchos eso les marca para siempre hasta que encuentran a otro monitor que deshace esa sensación.
“Vamos a intentarlo” implica que el educador acompaña al pequeño y que le ayudará. Así, el niño se siente atendido y querido, un rasgo vital en la educación.
En este aspecto, es importante no suplir la acción del niño. Una cosa es acompañarle, pero hay que dejar que sea él quien realice el ejercicio, vea las dificultades, se esfuerce…
“Eres fantástico”
No se trata de adular a los padres ni de hacer crecer al niño en la irrealidad de su potencial, sino de manifestarle que se le ama por lo que es, no por lo que tiene ni por lo que consigue.
Un niño es fantástico, es un tesoro, ya por el mero hecho de existir.
Si luego obtiene buenas notas o resultados en alguna materia que se le da especialmente bien, se podrá reforzar esa alegría. Pero la satisfacción máxima de los padres y del educador en general es ver brillar a cada pequeño tal como es, incluidas sus limitaciones y sus fases de aprendizaje y de error: eso implica integración de los enfermos, de los discapacitados, de los que cuentan con otras capacidades…
Todos son distintos y, sin embargo, para el educador todos tienen un valor infinito como persona.
Nada más positivo (y enternecedor) que ver a un niño en la playa siguiendo los pasos de su papá a trompicones para emular sus logros. El papá toma carrerilla y da un salto de 3 metros de longitud. El niño le sigue, para en seco, junta los pies, dobla las rodillas y da un salto de medio metro. A continuación se oye un aplauso del papá y los familiares que hacen de espectadores. Ese aplauso es toda una lección.
“¿Y si lo hacemos de otro modo?”
Es el “thinking out of the box” (pensar fuera de la caja, fuera de lo establecido) de los mayores aplicado a la mentalidad infantil. A veces un niño encuentra una dificultad en un área o un ejercicio concreto. El buen profesor no es el que le aparta la dificultad sino el que le indica el escalón para saltarla.
Ese escalón puede ser una frase del estilo “vamos a ver si lo conseguimos con otras herramientas”. O bien plantearle en forma de pregunta lo que debería reflexionar: “¿y has pensado qué ocurriría si hicieras…?”
“¡Cuánto te has esforzado!”
Lo importante es haberlo intentado. Ese mensaje es el que debemos trasladar a los alumnos, más que el de señalar los logros del triunfador. Así se desarrolla la autoestima del niño en la orientación positiva, que es la de cultivar el esfuerzo por encima del éxito.
Quizás no llegue a ser el campeón nacional de puzzles o de judo, pero sí podremos celebrar que rindió al máximo según sus cualidades y su potencial.
Este criterio es especialmente válido para fomentar en los niños la idea de que la vida es una carrera de fondo.