Misa durante la celebración de la Jornada Mundial del MigrantePapa Francisco presidió esta mañana la misa con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Es la primera vez que el Pontífice preside esta celebración y en su mensaje dejó clara la necesidad del cristiano de ofrecer acogida a quien deja su tierra.
En su homilía no olvidó los miedos o reticencias que esto puede tener: “Incluso los recién llegados tienen miedos: temen la confrontación, el juicio, la discriminación, el fracaso. Estos miedos son legítimos, están basados en dudas que son totalmente comprensibles desde un punto de vista humano. Tener dudas y temores no es un pecado”.
Pero fue muy duro con quienes permiten que “estos miedos determinen nuestras respuestas, condicionen nuestras elecciones, comprometan el respeto y la generosidad, alimenten el odio y el rechazo”. “El pecado es renunciar al encuentro con el otro, con aquel que es diferente, con el prójimo, que en realidad es una oportunidad privilegiada de encontrarse con el Señor”, afirmó el Papa.
“De este encuentro con Jesús presente en el pobre, en quien es rechazado, en el refugiado, en el solicitante de asilo, nace la oración de hoy. Es una oración recíproca: migrantes y refugiados rezan por las comunidades locales, y las comunidades locales rezan por los que acaban de llegar y por los migrantes que llevan más tiempo residiendo en el país”, añadió en su homilía.
Durante su intervención el Obispo de Roma recordó el mensaje para la Jornada de este año: “Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (cf. Mt 25,35.43)” e invitó a todos a superar los miedos: “Es una invitación que brinda la oportunidad de estar cerca del otro, para ver dónde y cómo vive. En el mundo actual, para quienes acaban de llegar, acoger, conocer y reconocer significa conocer y respetar las leyes, la cultura y las tradiciones de los países que los han acogido”.
Finalizó su intervención pidiendo a la Virgen María que interceda por “todos los migrantes y refugiados del mundo, y las aspiraciones de las comunidades que los acogen, para que, conforme con el supremo mandamiento divino de la caridad y el amor al prójimo, todos podamos aprender a amar al otro, al extranjero, como nos amamos a nosotros mismos”.