1 año, 5 años, 15, 25, 50 años… Cada etapa del matrimonio tiene sus pequeños placeres no siempre previstos.
Algunas parejas miden la duración de su matrimonio celebrando sus aniversarios de boda: bodas de papel, madera, plata, oro, titanio… Todos estos hermosos materiales simbolizan el tiempo que habéis pasado juntos, tiempo por el que transcurren fases en el matrimonio, a menudo poco gloriosas, pero no por ello menos importantes.
Seis meses: etapa de “sujétame el pelo”
Es probable que paséis por esta etapa antes incluso de haber pronunciado vuestros votos matrimoniales. Y si, hasta el día de hoy, habéis recorrido todo este camino sin gastroenteritis ni intoxicación alimentaria, creedme, terminará por llegar. Es inevitable.
Y más vale, porque una vez pasada la etapa de “te he visto en un estado lamentable”, podréis afrontar sin pestañear todos los demás momentos sin ningún glamour que os aguardan.
Las náuseas matinales, las explosiones de pañales sucios, los pospartos, o incluso, la recuperación tras una cirugía en la cadera (que, si llega, mejor que sea lo más tarde posible).
Lo que debéis recordar es que no importa mucho lo que se os pase por la cabeza en ese momento. ¡A partir de entonces tendréis a alguien que os apoyará en cualquier situación!
Un año: etapa de “papel higiénico”
Después de un año de matrimonio se celebran las bodas de papel. Así que, ¿por qué no hablar de papel higiénico? Lo cierto es que es todo un regalo ver un rollo nuevo que reemplazó al vacío, sin tener que pedírselo al cónyuge o hacerlo tú mismo.
Al cabo de un año, habréis aprendido que volver a casa con un ramo de flores en la mano no es nada comparado con comprobar si todavía hay leche en la nevera o detergente para poner la lavadora.
Todas estas pequeñas cosas (incluso cosas muy pequeñas, como tapar la pasta de dientes después de usarla) pueden ser importantes gestos diarios. Y así también se hace un matrimonio más fuerte.
Cinco años: etapa de “la invasión”
Por la mañana, despertáis y constatáis que el cuerpo de tu cónyuge y el tuyo los separa uno o dos cuerpecitos dormidos, uno con el pie a dos centímetros de tu cara. Quizás incluso si buscáis un poco encontraréis un perro de peluche en el fondo de la colcha. ¿Y qué es esa sensación de calor y humedad que se extiende bajo tu espalda?
Esta etapa es una oportunidad para darse cuenta de que estar solo (seco y bien descansado) es algo muy sobrevalorado.
Siete años: etapa de “dejamos de llevar la cuenta”
Es el momento en que os percatáis de que todos los marrones le caen al mismo cónyuge, como ordenar los armarios o encargarse de organizar la vuelta al colegio o las compras. Pero admitámoslo, también la pareja tiene otras tareas de las que ocuparse, como subir al tejado para comprobar una posible gotera en el canalón, atrapar un ratón en la cocina, arreglar una lámpara…
Por supuesto, al principio del matrimonio, se espera que los dos compartan todas las tareas de manera equitativa, para que cada uno haga su justa parte del esfuerzo. Pero, con el tiempo, nos despreocupamos más. Después de todo, más vale un hogar con orden y armonía que un ratón muerto, ¿no?
Diez años: etapa de “más niños que manos”
El ejército está movilizado y activo. Vuestro espacio vital ha sido invadido. Perdéis todas las batallas. Necesitáis refuerzos desesperadamente. Aunque solo tengáis un hijo, os sentís en inferioridad numérica. Y lo peor de todo, ¡sois perfectamente felices así!
Doce años: etapa de “así son las cosas”
Tradicionalmente, en esta fecha se regalan sobre todo seda y perlas. Pero a vosotros lo que más os importa es la altura de la pila de ropa sucia y las facturas. Y qué decir de las cosas irritantes que hacéis cada uno… Y bueno, no vais a dejar de hacerlas ahora. ¿Y las cosas que pensabais poder cambiar del otro? No va a suceder. En ninguno de los dos. ¡Ni en sueños, queridos! Pero así es como son las cosas, y todo funciona bien y lo aceptáis. Así es como se fortalece el amor.
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