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Luis Ugalde, un jesuita que sacude a Venezuela

LUIS UGALDE

Rodrigo Suarez-(CC BY-NC-ND 2.0)

Macky Arenas - publicado el 12/01/18

Su intervención en la reunión de obispos fue contundente, recordando a Pío XII cuando “sacó hasta a las monjas de sus claustros” para salvar a Italia del comunismo

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Teniendo como marco la reunión de anual de obispos, en pleno desarrollo, el respetado sacerdote jesuita Luis Ugalde, ex rector de la Universidad Católica Andrés Bello y catedrático de Teoría Política, impactó con su exposición. En ella, abordó la problemática venezolana apelando a un recurso muy ignaciano: el discernimiento como método profundo y verdadero a través del cual San Ignacio, uno de los maestros y testimonios de la espiritualidad, nos comunica un camino pedagógico, humano y muy espiritual para manejar y adiestrar la libertad.

“Ahora, como nunca, la Iglesia en Venezuela se ve exigida a sacar lo mejor de sí y ponerlo al servicio de una sociedad en pleno naufragio –comenzó el P Ugalde. Nuestra identidad y fuente de inspiración es Jesucristo y en él está la brújula para discernir y orientarnos en esta encrucijada. ¿Qué es lo que Dios bendice y maldice hoy y aquí?” se preguntó, recordando aquella sentencia de Mat 25,35 cuando Jesús ensena que Dios nos bendice porque “tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver”, en clara alusión a la indiferencia del poder ante las penurias del pueblo y el compromiso que ello plantea a los creyentes de cara a quienes se encuentran más desvalidos.

Acto seguido, recordó que en la 1ª carta de Juan se nos dice: “A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros” (1 Juan 4,12). Y al que asegura amar a Dios pero no a su hermano, “porque si no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Juan 4,20).

Bromeó con la manifiesta aversión de los venezolanos por las maldiciones, pero sentenció: “En esta encrucijada vital no hay espacio para evadirlas. Jesús dice ‘apártense de mí, malditos’ porque tuve hambre y no me dieron de comer” etc. (Mat. 25,41-44). Jesús y la vida no nos dejan escapatoria cuando la realidad es de hambre, enfermedad, exilio y cárcel. No vale decir que nunca lo reconocimos, porque estábamos distraídos o éramos agnósticos, ateos o de otra religión no cristiana”.

Venezuela entera, y con ella la Iglesia, estamos en el dilema sin escapatoria de ser benditos o malditos de Dios de acuerdo a como respondamos al hermano en necesidad, a los 30 millones de hermanos.

“En Venezuela –continuó- el hambre, la sed, la enfermedad, la cárcel, el exilio, la inseguridad… no son pequeños errores o accidentes de un proceso que básicamente funciona bien y da vida (…) La Iglesia enseña que el bien cuanto más universal es más divino y el mal más maligno y por ello la política, cuando se orienta al bien común, es una muy elevada forma de amor cristiano o puede ser la negación del seguimiento de Jesús. Hoy en Venezuela es la política la que siembra muerte”.

Se remontó en su intervención a “aquellos años de la dura postguerra” cuando el Papa Pío XII pidió ir a votar, incluso a las monjas de clausura”. Puso a funcionar todos los resortes de la Iglesia, a los seminaristas a predicar en las calles, activó cualquier recurso a disposición de los católicos “porque de esa decisión dependía que Italia cayera o no en manos de un sistema como el que impuso por largas décadas su inhumanidad dictatorial en países del Este europeo”. Hay momentos en que la evasión es totalmente incompatible con la responsabilidad cristiana. Estamos en uno de esos que deciden el futuro del país.

Hizo planteamientos muy concretos: ante la ilegalidad e inconstitucionalidad con que trabaja el gobierno y en las cuales funda su ventajismo, urgió a la Conferencia Episcopal a exigir –al gobierno y la oposición- que los procesos electorales se realicen en condiciones de transparencia. Como quiera que ello no basta, alentó a la Iglesia a “llamar a la movilización de las conciencias” para superar la desesperanza que paraliza y los intereses particularistas que minan la indispensable unión para la reconstrucción nacional.

La votación debe ser masiva. Es preciso y urgente un cambio de presidente y de gobierno “porque no es posible prolongar la actual catástrofe”. Para ello, un elemento clave la Fuerza Armada. Entender el actual desorden pasa por conocer su orientación dominante. Que vuelvan hacia la democracia y se ajusten a su deber constitucional es de vida o muerte para el país.

Cerró con una grave interpelación a los católicos: “El déficit mayor de nosotros como Iglesia, como pueblo de Dios, es que no hay coherencia y seguimiento práctico de la comunidad cristiana a los magníficos documentos de la Conferencia Episcopal Venezolana. Los obispos están muy claros y hay que escucharlos”. Es un gran reto que enfrentamos este año, que considera decisivo para el destino del país.-

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