Entrevista al poeta Carles Duarte sobre el universo, telescopios y poesíaHace 30 años que este poeta, escritor y impulsor cultural tiene telescopios por casa. Se define “aficionado a la astronomia”. Su afición ha desembocado en estudios y libros sobre cartografía lunar. Afirma que para él, existe un triple motivo de su interés por la Astronomía: estético, científico y espiritual.
Carles Duarte ha dirigido la Fundación Lluís Carulla y preside la Comisión de Cultura de la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País; es secretario del Círculo del Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona y patrón de la fundación Amigos del MNAC. Actualmente es presidente del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts, CoNCA; y dirige la Institució Cultural del CIC.
Poeta, promotor cultural, y a la que puede se escapa a la terraza, afina el telescopio y mira el Universo. ¿Por qué?
En nuestra vida cotidiana, apresurada y llena de preocupaciones concretas e inmediatas que reclaman constantemente toda nuestra atención y que se nos antojan a menudo urgencias cuando en realidad no lo son, siento la necesidad de poner distancia, de detener el reloj de los ritmos recurrentes y de dedicar unas horas a la contemplación y al estudio del universo.
Desde hace treinta años dispongo de telescopios en casa y acostumbro a hacer observaciones con ellos. Por ejemplo, escribí junto con el astrónomo Enric Marco de la Universidad de Valencia un trabajo sobre la cartografía y la toponimia lunar, empezando por los estudios del jesuita del siglo XVII Giovanni Battista Riccioli hasta la exploración rusa de la cara oculta de la Luna en otoño de 1959, justamente cuando yo nací.
El Universo nos habla de Dios, de lo inmenso, de lo infinito. Frente a la fugacidad de nuestra experiencia humana la conciencia de la condición eterna de lo divino. Es cierto que sin tener que acudir a instrumentos astronómicos podemos seguir el ciclo anual de las constelaciones, pero los telescopios nos brindan la oportunidad de participar de la belleza de los planetas del sistema solar -singularmente Júpiter, Saturno y Marte-, de las nebulosas, de los cúmulos de estrellas, como las Pléyades, de las galaxias,…
Existe, pues, para mí un triple motivo de mi interés por la Astronomía: estético, científico y espiritual.
En la Biblia se habla continuamente de estrellas, del firmamento… ¿cuando la leía antes de tener el telescopio, lo valoraba igualmente?
Sentía una gran curiosidad por el firmamento y la lectura de la Biblia no hizo sino incrementarla. Anhelaba comprender el impresionante espectáculo que al desvanecerse la luz solar se abre ante nuestros ojos atónitos y fascinados. Y leer la Biblia fue un poderoso aliciente para adentrarme en un campo del conocimiento tan atractivo como lleno de incertidumbres.
¿Qué se ve, en el cielo?
Podríamos decir que en buena parte estamos viendo el pasado. La distancia gigantesca que nos separa de los astros más lejanos hace que, por muy veloz que sea la luz (300.000km/s), estemos en condiciones de observar estrellas que ya no existen, fenómenos que sucedieron hace millones de años. Y hay que recordar que bajo la apariencia oscura del cielo nocturno Marte es de color rojizo, Saturno resulta entre arenoso y amarillento, las nebulosas adquieren unas tonalidades sorprendentes y mágicas.
También hay que decir que los antiguos proyectaron en el cielo la imaginación humana y recrearon mitos bautizando con su nombre las constelaciones, como sucede , por ejemplo, con Orión, que preside nuestros inviernos.
¿Por qué a los idealistas se les llama lunáticos? Usted sería un lunático, porque mira la luna, ¿no?
En realidad hasta principios del siglo XIX, como sucedió con el prestigioso astrónomo alemán Franz von Paula Gruithuisen, se defendió la hipótesis de la existencia de ciudades con sus habitantes -selenitas- en la Luna. Entiendo que los lunáticos son los que no viven con los pies en el suelo y pisando con firmeza la tierra, sino que se refugian en mundos de ensueño, más imaginados que reales.
Es cierto que el ser humano ha llegado a la Luna, pero también lo es que la Luna, que por cierto es hija de a Tierra, porque está formada por materia expulsada de nuestro planeta al chocar con un protoplaneta en el proceso de configuración del sistema solar, resulta inhabitable para nosotros, por la ausencia de atmósfera y por las temperaturas extremas que se dan.
La Luna está fijada por la fuerza de la gravedad que ejerce sobre ella la Tierra. Por esa razón no puede girar sobre sí misma, sino que lo hace con nosotros. De ahí que siempre veamos la misma cara de la Luna. Sólo en algunas zonas muy concretas podría llegarse a establecer algún tipo de base lunar. Los días y las noches en la Luna son mucho más largos que los que tenemos en el Mediterráneo.
Poco recomendable la Luna para vivir, pero un buen escenario para nuestra imaginación.
¿Deberíamos mirar todos un poco más el cielo?
Creo que sí. Nos ayudaría a vivir más serenamente, con mayor lucidez y a sentirnos más cerca de Dios.
¿Su poesía se entendería, sin esta contemplación de la naturaleza, especialmente del cielo?
No, mi poesía está impregnada de los colores de las auroras y de los crepúsculos, pero también de la experiencia indispensable de sentirme no sólo unido a nuestro planeta, sino al Universo entero y a ver en él la obra de Dios.