Navidad, las figuritas del Belén, las miradas extasiadas de los niños, las luces del árbol de Navidad, los regalos, cenas familiares… y, de repente, el desastre: estallan las disputas, y la cizaña se apodera de todoMucha presión, demasiadas alusiones no confesadas, ilusiones frustradas, cansancio y a veces alguna copa de más: con frecuencia, la fiesta familiar más hermosa se convierte en una auténtica pesadilla.
En estas Navidades, tú puedes ser un constructor de paz en tu familia. Cuando parezca que la discordia se convierte en el único tono posible, armoniza el ambiente con unidad; cuando surjan las ofensas, interpón el perdón; cuando se despierte el odio, responde con amor.
Para lograr este objetivo, plantéate este reto: desde el amanecer hasta el anochecer del día de Navidad, asume el compromiso de vivir el maravilloso himno al amor del apóstol Pablo.
“El amor es paciente, es servicial;
el amor no es envidioso,
no hace alarde, no se envanece,
no procede con bajeza, no busca su propio interés,
no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido,
no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”
(Primera Corintios, Capítulo 13).
Vuelve a leer cada una de estas líneas. Es más, copialas en un papel y llévalas siempre contigo en el bolsillo o en tu bolso para volver a leerlas si lo necesitas. Y, si has logrado vivir este reto en el día de Navidad, ¿por qué no tratar de vivirlo un día más… y un día más?
¿Por qué no aprovechar la gracia de Navidad para convertirte, simplemente, en un auténtico cristiano?