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Ginobili, el orgullo latinoamericano que no envejece

MANU GINOBILI
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Esteban Pittaro - publicado el 18/12/17
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Sigue maravillando en la NBA y mostrando su vida familiar y cercana

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Lo ganó en la última jugada. De vuelta. Como si se tratase de evocar lo que una semana atrás había hecho, Emmanuel Ginobili, simplemente Manu, tomó la última pelota del partido.

Esa que él mismo con sus atléticas piernas que saltan de acá para allá hizo recuperar.

Como contra Boston el sábado pasado, pero esta vez contra los Mavericks de Dallas. Con el tablero empatado en 96, rumbo al tiempo extra, Obi Wan Ginobili la picó, dejó pasar el tiempo, engañó, tomó su izquierda, explotó con dos pasos, saltó, se estiro, bandeja, adentro con tres segundos por jugar. Victoria de los San Antonio Spurs, con un estadio, como el sábado anterior… ENLOQUECIDO.

Cuando agarra la pelota en situaciones así, “es Manu que va a hacer Manu”, lo definió Dejounte Murray, su compañero en los Spurs 19 años menor.
Dicen que toma “el jugo del abuelo” para esforzarse por cada pelota como lo hizo en Atenas 2014 cuando en el primer partido del primer juego olímpico que no ganó un equipo de estrellas de la NBA recibió un pase largo y arrojándose hacia atrás encestó un tiro imposible para vencer a los campeones mundiales serbios con la última jugada. Ese año, lideró a la Argentina a la medalla de oro superando a los norteamericanos de la NBA como ya lo había hecho de manera inédita en el Mundial de 2002.
Parece mentira que pasaron 16 de su debut en la NBA. Por aquellas primeras temporadas, cuando aún tenía pelo, su entrenador Gregg Popovich en un minuto de descanso ante las cámaras le dijo con la palma abierta: “Mira mi mano. ¿Tiembla mi mano? Mi mano no tiembla. Y soy viejo. Y tu eres joven”. Lo hecho estos días, o en los últimos partidos de la postemporada del año pasado, cuando en la semifinal de división vencieron a los Rockets con un inmortal bloqueo en la última bola de Manu sobre James Harden, muestran que definitivamente al argentino no le tiembla la mano.

Manu no se destaca en las planillas finales. No lidera a los Spurs en puntos o asistencias, aunque lo ha sabido hacer. Cuando pudo firmar un triple doble (doble figuras en puntos, rebotes y asistencias) no le interesó. Siempre habla y destaca la prevalencia del equipo por sobre las individualidades.

Desde hace varios años, no está en el sexteto titular. No porque por talento no lo merezca, sino porque su entrenador identificó la adrenalina que inyecta el argentino cada vez que ingresa. Adrenalina que no se detiene hasta que el partido no concluye… Testigo perenne de esto es la final 2015, en la que en el último cuarto Manu anotó 15 puntos para firmar la victoria sobre los Heat de Miami. Debió haber sido el Mejor Jugador del partido (MVP), pero la elección se había realizado al finalizar el tercer cuarto. Sin embargo, la afición coreó durante un buen tiempo “MVP, MVP”.

Ni aquella vez, ni nunca tras ser el mejor de Europa, de los Juegos Olímpicos, o tras ganar cuatro veces un título de la NBA, Manu se dejó llevar por las invitaciones de la fama a vivir de los excesos. Cuando el año pasado todo parecía indicar un retiro, e incluso los simpatizantes lo ovacionaron de pie por varios segundos en lo que podría haber sido su último partido, dijo que una decisión así debía tomarse tranquilo y en familia. Cuando comparte fotografías suyas, en general son en situaciones familiares: leyéndole cuentos a sus hijos Dante, Nicola o Luca o viendo un partido de fútbol con su esposa.

A sus 40 años, Ginobili es un tremendo deportista destacado por su prevalencia, talento, entrega, ímpetu, templanza. Por logros y méritos tiene para ser considerado el basquetbolista latinoamericano más destacado de la historia. Y por virtudes humanas es un orgullo que así sea.

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