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“Antes yo pensaba que los monjes no eran humanos, pero lo son, incluso más que nosotros”

LA ISLA DE LOS MONJES
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José Luis Panero - publicado el 03/12/17
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Entrevista a la directora de cine Anne Christine Girardot (‘La isla de los monjes’)El próximo 8 de diciembre se estrenará en todas las salas de cine españolas el documental La isla de los monjes, distribuido en España por Bosco Films, que indaga sin tapujos en el día a día de ocho monjes de la orden del cister. Aleteia ha podido entrevistar a su joven directora holandesa, Anne Christine Girardot, a su paso por Madrid.

– Dígame, ¿qué es ‘La isla de los monjes’? 

Se trata de una pequeña isla del norte de Holanda donde vivían los monjes del cister antes de la reforma, es decir, hace 500 años.

– ¿Y qué tiene de peculiar la isla?

Es un parque protegido natural. Apenas hay gente que viva en la isla. Y toma el nombre de los monjes ‘grises’ por cómo iban vestidos antes.

– ¿Cómo planteó el guión?

Le pongo en el contexto de la historia: los monjes tenían que mudarse, el monasterio era demasiado grande para ellos. No teníamos idea de cómo se iba a desarrollar la aventura. Y comenzaron a surgir las preguntas elementales: Si estaban decididos a irse, ¿cuándo se irían?, ¿adónde? y, sobre todo, ¿cómo les caería la despida y el abandono de su vida anterior?

– ¿En qué consistió exactamente el trabajo de campo?

Entrar en contacto con los monjes, tratar de entrar en su intimidad, su ritmo y formar parte de los ‘muebles’ para que pueda acceder libremente a su mente y a su corazón. También, saber posicionarte en los momentos más cruciales en su proceso de cambio. Y le aseguro que esto fue lo más complicado del proceso de realización del documental.

– ¿Podría ser más precisa?

Estuvimos muchas horas (nocturnas) filmando sus momentos de silencio, de oración y de vida interior. Era importante respetar su ritmo de vida contemplativa. Sin ese respeto nunca hubiéramos podido ganar la confianza necesaria para hacer este filme.

– ¿Cómo son las personalidades que aparecen en la película?

En total había ochos monjes en el monasterio. Uno era un ermitaño, pero no pudimos hablar con él, aunque aparece en algunos momentos en la película. Había 7 otros monjes. Y seguimos, sobre todo, a cinco de ellos. Cuatro querían mudarse a la isla y uno no. De modo que ya teníamos a nuestro antagonista.

Cada uno de los monjes tiene su papel en la historia. Por un lado estaba el abad, el Hermano Alberic, líder y motor que está detrás de la iniciativa. Después está el ecónomo, el Hermano Jelke, que generalmente quiere el puesto del abad. También está el Hermano Paulus, el hombre romántico que sueña y se deja llevar por su amor a la isla. Además del Hermano Vincentius, que es el hombre contemplativo, el hermano que encarna el silencio.

Y al fin, el Hermano Columba, que se opone a la mudanza. Los otros hermanos le llaman ‘hermano tormenta’. Son todos muy distintos y súper humanos. Como peculiaridad, le diré que antes de trabajar en este proyecto pensaba que los monjes no eran seres humanos normales. Pero sí, claro que son normales. Son incluso más humanos que nosotros.

– ¿Cómo nace la idea de este proyecto? 

La idea nació hace seis o siete años, cuando una tía mía que era monja carmelita en los Alpes se tuvo que mudar de su monasterio por razones de salud. Había vivido más de 45 años en su monasterio y de repente tuvo que abandonar el lugar que había escogido para pasar el resto de su vida. Nunca salía del monasterio. Sólo para votar o ir al hospital.

Cuando tuvo que irse de su convento la quise filmar. Pero no era posible. Su superiora era muy estricta y nunca lo hubiera permitido. Pero yo me daba cuenta de lo complicado que tenía que ser este proceso para ella.

Cuando me enteré de que los monjes, que vivían algunos kilómetros de mi casa, también iban a vivir una experiencia similar, me atreví a mandarles un mensaje con mi recuesta.

– Y le pareció una historia única.

Así es. Dejar un lugar así, cargado de historia, valga la redundancia, proyectaba a los monjes a contestar la cuestión fundamental de su vida: ¿por qué nos volvimos monjes? Este tipo de preguntas surgen también en nuestras vidas en momentos de derrumbe personal. Después de una muerte, de un divorcio, de una mudanza te preguntas: ¿por qué vivo?, ¿cómo vivo?, ¿qué es lo esencial de mi vida? Esos momentos nos ayudan, a pesar de la tristeza, a dar sentido a nuestra vida.

– ¿Qué le ha conmovido más durante el rodaje? 

La cualidad del silencio de los monjes. Podía sentir la presencia de Dios. Ni un movimiento. Ni un ruidito. Sólo la presencia de un ser humano humilde que trata de mirar a Dios y de dejarse mirar por Dios.

Y también la búsqueda de Paulus. Él se enamoró en su vida de monje de una mujer. Salió del convento. Para darse cuenta después de algunas semanas de que este amor entre seres humanos nunca lo podría colmar totalmente.

– ¿Para qué le ha servido esta experiencia?

Me ha permitido profundizar en mi fe, fuera de los muros de una iglesia tradicional. No hay nada entre el monje y Dios. Eso me conmovió mucho.

– ¿Qué condiciona más al ser humano en un ambiente tan íntimo?

El silencio y la sencillez de la vida. La circunstancia de que no tienes que preguntarte en cualquier momento de qué estará hecho el día de mañana. Cómo tienes que ganar tu dinero y cómo vas a planear tu día. El día está planeado para tener un foco: Dios.

– ¿Qué opina del concepto documental?

¡Me encanta! Porque me impone que siga la realidad. Es un esfuerzo mirar la vida tal como es. Aceptarla también. Y si hay algo que aprendí haciendo este documental es aceptar esa realidad según viene. Cuando preparo un programa de televisión tengo algunos días de rodaje en los que tengo que filmarlo todo para contar mi historia. En este caso empecé sin saber cómo va a acabar. Parece la vida.

– ¿Esperaba que su historia tuviera tanto éxito fuera de nuestras fronteras?

¡Sinceramente no! Pensaba que era una pequeña historia muy particular de Holanda y que nadie la comprendería más allá de nuestras fronteras. No me di cuenta en aquel momento de la universalidad del tema del abandono al frente del cual estamos todos abocados en un momento dado de nuestra vida.

No es necesario ser holandés o creyente para entender el desafío tremendo que les espera los monjes. Al final de nuestra vida, todos tendremos que entregarnos en manos de un futuro incierto. El de la muerte. Y antes de todo eso, nos aguardan muchos momentos donde aprender cosas nuevas. Antes de la gran entrega. Del último abandono.

– La película ha sido muy galardonada. ¿Cree que los premios sirven para algo?

No. No sirven. Salvo para darnos el coraje de seguir con nuestro trabajo.

– ¿Hasta qué punto trabajos como el suyo pueden condicionar nuestro modo de pensar?

Un documental puede influir en la manera de pensar y de mirar la vida. Puede cuestionarnos en lo más profundo de nuestro ser. Porque lo hace sin esperar respuesta y sin el estrés de la vida. Contemplas una historia y te preguntas qué postura adoptas en tu vida.

La isla de los monjes plantea, para mí, la cuestión de mi relación con Dios en primer lugar, pero también mi capacidad de abandonarme a la vida como se presenta.

También las últimas palabras del hermano Paulus me tocan de modo particular. Fue cuando le pregunté si los monjes contemplativos eran útiles en el mundo. Él me contesta que no. Que sólo son una señal de la presencia de Dios en el mundo. Sin pretensión de cambiar el mundo. Sino de ser una luz delicada y de cuidar que no se apague.

– ¿De quiénes ha bebido hasta rodar un cine tan personal?

Yo no puedo hacer un cine que no sea personal. Los seres humanos me fascinan. Lo que sale del ser humano es perfecto en su imperfección. Como directora yo proyecto una imagen de la realidad vista a través de mis ojos. Es una interpretación.

La mezcla de mi mirada (o de la de cualquier persona) con la mirada y la vida de otros, hace que no mostremos una realidad fijada sino en un movimiento perpetuo, en el baile que cada día nos mueve; de seres humanos que se unen y se desunen, tratando de buscar una sintonía y perdiéndola de repente. Así es la vida. Así es el amor. Y así necesito hacer mis películas. En una búsqueda de armonía, con la angustia y el riesgo de perderla. Siempre con la certeza de que juntos le damos a la vida el color que Dios le quiso dar.

@PALOMITERO

 

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