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Quinceañera…

QUINCEAÑERA
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Luz Ivonne Ream - publicado el 02/12/17
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La famosa “quinceañera” es de esas tradiciones que vale la pena disfrutar en su estado más puro.

Yo no sé por qué me siento hoy tan diferente

por qué no quiero nada con la gente

qué será.

Yo no sé por qué mi cuerpo cambia día con día

y siento que yo ya no soy la misma

qué será…

Ahora despierta la mujer que en mí dormía

y poco a poco se muere la niña

empieza la aventura de la vida.

Ahora me enciende como un sol la primavera,

mis sueños se convierten en promesas,

me cambia el corazón de quinceañera”.

¡Qué cosa! A más de una se nos ponía la piel de gallina cuando escuchábamos esta canción porque, claro, éramos quinceañeras y parecía que había sido escrita para cada una de nosotras.

Su letra se popularizó a mediados de los 80 y se hizo famosilla entre nosotras porque hacía alusión a lo que es cumplir 15 años y a esos cambios por los que las niñas de esa época pasábamos.

Es más, no creo que ni sea cosa de época porque aún hoy en día a muchas niñas les urge llegar a cumplirlos para sentirse verdaderamente mujeres con todo lo que esta palabra conlleva.

¡Pero cómo si a esa edad no somos ni niñas ni adultas…! Sea lo que sea, el cumplir 15 sigue siendo el primero de los grandes sueños de toda niña.

Celebrar los 15 años es una tradición en algunos países de Latinoamérica la cual sigue muy arraigada siendo todo un evento en la vida de cualquier mujer adolescente. De hecho, también en Estados Unidos celebran algo parecido: Sweet 16.

Desde que somos niñas nos hablan de ella y de lo que sucederá en ese gran día. Por supuesto que la gran mayoría lo que más deseamos es que ese día llegue. Nos lo pintan tan bonito…

Y es que de verdad sí que puede llegar a ser una ocasión mágica, de ensueño. Quizá hasta lo puedo comparar con el momento en que una mujer se casa. No me refiero al sacramento como tal sino a la situación, a la ilusión de lo que supone este acontecimiento.

La famosa “quinceañera” es de esas tradiciones -fiestas sanas- que debemos hacer todo por preservarlas en su estado más puro.

Es verdad que esta ha tenido muchas variaciones según la época, pero si rescatamos su pureza e intencionalidad siempre será el primero de los muchos y grandes acontecimientos en la vida de una mujercita siendo ella la protagonista, el personaje principal.

Presentarla en sociedad. Se supone que los padres de la quinceañera hacen esta magna celebración con el fin de presentarla a la sociedad y debutar en ella, además de darle de manera oficial el carácter de “mujer”.

De niña a mujer

Es decir, el paso de niña a mujer en una connotación de madurez, aunque sabemos que esto último es un mero formalismo porque a los 15 años, por más que le “echemos ganas”, seguimos siendo unas niñas atrapadas en un cuerpo de mujer en desarrollo y emocionalmente inmaduras e inestables.

Digamos que las hormonas aún son nuestras peores enemigas, las espinillas quieren tomar control de nuestro perfecto rostro. Pero el día de la fiesta de nuestros 15 esa guerra hormonal se nos olvida con un buen “bailongo”, un sutil maquillaje y una linda indumentaria.

QUINCEAÑERA

Simon Laprida – Shutterstock

El festejo de los 15 años ha variado según la época y el poder adquisitivo, aunque el fin sigue siendo el mismo. Podemos ver fiestas donde existe despilfarro y alcohol -cosa totalmente imprudente-, guateques en discotecas o la tradicional fiesta de la quinceañera con su gran vestido ampón.

Primero se celebra una misa de acción de gracias y después, una verbena donde la damita está rodeada de sus guapos chambelanes bailando al ritmo de vals. También puede ser festejada en una pequeña convivencia familiar donde el platillo principal es un suculento pastel adornado con 15 velitas.

Sin derrochar

Sea como sea el formato de la fiesta de nuestra hija hagamos de esta celebración una fiesta inolvidable, sin derroches ni opulencia. No es necesario desfalcar nuestras arcas o endeudarnos, y menos aún, por querer quedar bien con los demás.

Al contrario, lo importante es que nuestro único fin sea siempre hacer sentir a nuestra niña que vemos en ella un regalo del cielo, que queremos hacer de su vida una gran celebración y gritar a los cuatro vientos lo felices y agradecidos que nos sentimos con Dios por habernos confiando semejante regalo, el de ser sus orgullosos padres.

 

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