Entrevista con el obispo de Phoenix, Thomas J. Olmsted
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El obispo de Phoenix, Arizona, ha echado a andar un ambicioso proyecto para formar líderes católicos en su comunidad. No se trata, decía en un artículo publicado por él recientemente, de crear un nuevo ministerio, sino de generar condiciones para que los profesionistas católicos desplieguen los valores cristianos en su vida social y familiar.
El programa de formación lleva el título de Iniciativa Tepeyac de Liderazgo (TLI, por sus siglas en inglés) y toma como ejemplo la misión de San Juan Diego en la colina del Tepeyac, de ir al obispo Zumárraga (en 1531), enviado por la Virgen de Guadalupe, para que se le construyera una “casita” que hoy es el Santuario Mariano más visitado del mundo.
¿Qué entiende usted por líderes católicos? Muchos usan el término “católico” como un adjetivo, no como un sustantivo… Es decir, porque se dicen “católicos” ya piensan, o nos hacen pensar que son “buenos” líderes.
Un líder católico es aquél cuya identidad está fundada en Jesucristo. Otros liderazgos, en nuestra vida social o familiar, en la Iglesia, en el mundo profesional, nos confieren varios títulos. Mientras que estos títulos representan aspectos de nuestra vida y de quienes somos, un líder católico entiende que su identidad (de él o de ella) viene, primeramente, del Señor. Si sigue ese principio, entonces los valores cristianos los habrá de desplegar.
El encuentro de la misión de liderazgo, ¿cómo se conecta –desde su perspectiva– con el “Acontecimiento Guadalupano” del Tepeyac en México?
En la vida nosotros tenemos una vocación y, juntamente, una misión. Ser sacerdote es una vocación, lo mismo que lo es estar casado. Pero crear un ministerio para los pobres o comenzar un apostolado laico para los jóvenes o para los matrimonios, son ejemplos de misión.
En el Tepeyac, Juan Diego recibió una misión concreta de Nuestra Señora de Guadalupe. Cada uno de nosotros recibimos una misión del Señor. Es nuestro deber descubrirla e, independientemente de los retos que la rodeen, cumplir esa misión. San Juan Diego enfrentó muchos retos, pero con la fe llevó su misión a cabo. Es mi esperanza que, a través de la Iniciativa Tepeyac de Liderazgo (TLI), y por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, los participantes en el programa puedan descubrir una misión de liderazgo y, como San Juan Diego, sean capaces de responder completamente a ella.
¿Qué alcances prevé usted en este proyecto para Phoenix, para los Estados Unidos?
Soy el obispo de Phoenix, y mi rebaño se encuentra aquí, en el Estado de Arizona. La TLI busca inspirar a los profesionistas católicos de la diócesis de Phoenix para servir a la comunidad, desplegar la misión de la Iglesia y contribuir al bien común. Si es la Voluntad de Dios, probablemente otras diócesis a lo largo de la nación podrían inspirarse en esta iniciativa y llevarla a cabo o algo similar.
¿La “brújula moral” de la que usted habla es algo parecido al liderazgo por el servicio del Papa Francisco?
El liderazgo por el servicio al que el Santo Padre se refiere de manera constante, es precisamente el tipo de liderazgo que me gustaría ver como fruto de la TLI. Confío en que el Espíritu Santo haga su trabajo y que a través del programa, los participantes descubran que su fe católica puede ser la mejor brújula para guiar tanto su vida profesional como su vida personal. Cuando hagan eso estarán listos para ser líderes por el servicio, muy de la mano del modelo de liderazgo que el Papa Francisco nos está ofreciendo hoy.
¿Cómo propiciar el “encuentro con Cristo” de profesionales hechos en la competencia, el cálculo, la anemia moral propia de la “sociedad líquida” o de la era de “la post-verdad”?
En el Evangelio de San Juan (15:5), el Señor dice: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos. Quien permanece en mí dará frutos abundantes, porque sin mí no pueden hacer nada”. Los laicos están llamados a ser embajadores de Cristo en el mundo, mezclándose en él como la levadura en la masa, viviendo como cualquier otro en una sociedad secular, mientras se esfuerzan por alcanzar la santidad, santificando el mundo y siendo testigos de Dios y no afuera, sino en de su vida social y profesional.
Es verdad que en este proceso hay peligro de ser seducidos por el mundo y separarse de Cristo. Pero si un líder católico –con la ayuda de la Gracia de Dios– permanece en Cristo, la vid, dará buen fruto.
En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Santo Padre nos ha dicho que prefiere una Iglesia lastimada, herida y sucia porque ha estado en la calle, que a una Iglesia enferma por haberse escondido y por haber buscado su propia seguridad. Ése es el espíritu que anima a la TLI.