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Adolescentes migrantes: entre riesgos y posibilidades 

MIGRATION
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Ana Sofía Ibarra Castro - publicado el 24/11/17
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Si ya de por sí la adolescencia es complicada, más lo será cuando la vida cambia bruscamenteProbablemente una de las etapas más críticas para vivir una migración es la adolescencia: a la búsqueda de la propia identidad y a los cambios en la sexualidad y en las relaciones afectivas, se suman no sólo las dificultades del “choque cultural” y del desarraigo, sino también la fatiga de reconstruir los vínculos familiares mientras se aprende a vivir en otro país. Si encima añadimos los cambios en el modo de comunicarnos y de relacionarnos con los demás, derivados del uso de las nuevas tecnologías y de las redes sociales, nos encontramos con adolescentes migrantes frágiles y en riesgo.

Un gran número de chicos y chicas se reúne con su familia después de varios años de separación y distancia, con lo cual, los padres que dejaron a sus hijos en el país de origen cuando aún eran bebés o niños, se encuentran con la dificultad de reconstruir los vínculos familiares junto con los tumultos de la adolescencia.

Los hijos, a su vez, sueñan desde pequeños con el reencuentro de su familia pero cuando llegan al nuevo país enfrentan una realidad muy distinta a la que esperaban: papá y mamá son diferentes respecto a lo que habían imaginado, y suele suceder que todos terminan con la sensación de encontrarse en realidad entre extraños. De este modo, los chicos atraviesan las zozobras de la adolescencia junto con la fatiga de reconstruir los vínculos familiares, enfrentando al mismo tiempo el dolor del desarraigo y las dificultades de adaptarse a una nueva cultura.

Las preguntas que muchos adolescentes se hacen respecto a su identidad como ¿quién soy?, ¿cómo soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿qué quiero hacer de mi vida? son más difíciles de responder cuando han dejado el lugar de origen y cuando pierden los puntos de referencia que los han orientado en la vida.

Recordemos que cuando se experimenta una migración, no sólo se deja un lugar geográfico, sino también un modo de entender y de hacer las cosas que ha estructurado y orientado la vida de la persona y sus relaciones con los demás.

Por otra parte, una dimensión fundamental para los chicos es el sentido de formar parte y de pertenecer a un grupo, en el cual poder desarrollar relaciones afectivas significativas más allá de la familia y en el que puedan confrontarse y aprender a convivir con las diferencias. Uno de los obstáculos que atraviesan los adolescentes migrantes es que frecuentemente las oportunidades de socialización en el nuevo país se limitan a la escuela y se cuenta con pocos espacios alternativos de intercambio y de encuentro con personas de su edad.

Asimismo, estudiar en un nuevo idioma, en un ambiente escolar totalmente distinto, entrando frecuentemente en un ciclo de estudios ya iniciado, con programas académicos diferentes, requiere de una gran motivación y de mucho apoyo para lograr enfrentar esta serie de retos. Si no se cuenta con los apoyos requeridos, aumenta el riesgo de la deserción escolar.

La soledad, el aislamento, el dolor del desarraigo, la nostalgia por el país de origen y las dificultades de convivencia con la familia reagrupada, aumentan la vulnerabilidad de los adolescentes migrantes y aumentan también el riesgo de desarrollar diversos problemas psicológicos y relacionales como la depresión, trastornos de la alimentación, embarazo adolescente, tabaquismo, abuso de alcohol y de drogas, delincuencia juvenil, etc. La dependencia de los videojuegos y de las redes sociales es un problema que desarrollan frecuentemente los adolescentes migrantes, porque resulta aparentemente más sencillo encerrarse en un mundo virtual que enfrentar la realidad y las dificultades de aprender a convivir con personas de la misma edad, en una cultura muy distinta a la propia.

Por todo esto es fundamental brindar a los chicos migrantes los apoyos necesarios para poder adaptarse a un sistema escolar distinto y para buscar espacios alternativos de socialización más allá de la escuela, como pueden ser las actividades deportivas, artísticas y culturales. La música o un deporte, por ejemplo, pueden convertirse en un lenguaje común que va más allá de las diferencias, favoreciendo momentos de convivencia y de intercambio que pueden resultar muy enriquecedores.

De igual manera, resulta necesario ofrecer a los adolescentes y a sus familias la posibilidad de contar con un tiempo y un espacio especialmente dedicado a elaborar la experiencia de la migración y de la reagrupación familiar, dándoles la oportunidad de narrar, a través de dibujos, escritos, videos, etc. las diferencias entre el estilo de vida en el lugar de origen y en el nuevo país, así como también los cambios que perciben en su identidad y en sus relaciones familiares.

Para concluir, los adolescentes migrantes no sólo enfrentan riesgos, obstáculos y dificultades, sino que también tienen la posibilidad de explotar muchas oportunidades como es el aprender un nuevo idioma, desarrollar nuevos recursos personales adaptándose a una nueva cultura, conocer nuevas formas de ser familia y desarrollar la capacidad de convivir con la diversidad. Si cuentan con los apoyos necesarios, los chicos migrantes logran desarrollar una “identidad multicultural”, amplían su sentido de pertenencia y se vuelven “ciudadanos del mundo”.

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