Fue uno de los grandes estadistas españoles, fomentó la reforma religiosa, recuperó el rito mozárabe y fue dos veces regente de Castilla
Se cumple ahora en noviembre el 500 aniversario del fallecimiento de Francisco Ximénez de Cisneros (1436-1517), más conocido como el Cardenal Cisneros. Fue una de las figuras más relevantes de la historia de España por sus aportaciones religiosas reformadoras precursor del Concilio de Trento), por su capacidad política y por su promoción cultural que apunta al Renacimiento.
Inicia su vida como clérigo. Es nombrado por el papa Paulo II arcipreste de Uceda a los 34 años. Este nombramiento le enfrenta al arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, quien reservaba este cargo para un sobrino suyo. Este enfrentamiento le llevará a la cárcel y al destierro por 9 años. Cisneros fue protegido después por el cardenal Pedro González de Mendoza, que lo sacó del destierro.
En 1484 su vida da un vuelco cuando descubrió su vocación franciscana y siguió los pasos de fray Pedro de Villacreces, que predicaba una regla muy rigurosa. Estuvo como eremita en El Castañar y La Salceda.
Sin embargo, su vida de eremita se vio truncada, muy a pesar suyo, cuando la reina Isabel I de Castilla, la Católica, le llamó para ser su confesor y consejero, en 1492, el mismo año que zarpan las naves al mando de Cristóbal Colón para descubrir el Nuevo Mundo. Tres años después (1495), y ante la sorpresa general, la Reina Isabel la Católica lo nombra Arzobispo de Toledo y Primado de Castilla y Canciller Mayor de Castilla.
A Francisco Ximénez de Cisneros le abruman los cargos, pero después de recibir los consejos de sus amigos, toma las riendas del arzobispado de Toledo e inicia una profunda reforma del clero y de los religiosos y religiosas, que vivían una vida demasiado regalada.
En 1499 el papa Alejandro VI le nombró reformador de todas las órdenes mendicantes de España, masculinas y especialmente femeninas, de Castilla y de Aragón. Fundó la Universidad de Alcalá de Henares, que fue un centro de la cultura de primer orden. En el ámbito humanístico y teológico concedió gran libertad a las tres escuelas más vivas existentes entonces: el tomismo, el escotismo y el nominalismo.
El Cardenal Cisneros quiso que el humanismo bebiera de fuentes directas y por ello hizo traducir del original la Biblia en tres lenguas que formaban tres columnas en sus páginas. Eran el hebreo, el latín, el griego y se llamó Biblia Sacra Polyglota, una de las más grandes obras del Renacimiento.
Otra de sus grandes aportaciones fue la recuperación del rito mozárabe, ya desde que fue ordenado Arzobispo de Toledo. Siempre apoyado por la Reina Isabel la Católica, el Cardenal Cisneros construyó una capilla en la catedral de Toledo, llamada Corpus Christi, para que se conservase la antigua liturgia española (fue la que se utilizó comúnmente hasta el Siglo XI), dotándola de renta para su mantenimiento y de sacerdotes del propio cabildo catedralicio.
En el ámbito político, el Cardenal Cisneros fue un estadista, que no solo reformó y dictó leyes en Castilla, sino que intervino en las batallas de Mazalquivir y Orán, al Norte de África, donde resulto victorioso. Fue dos veces Regente de Castilla, primero a la muerte del rey Felipe I esposo de la reina Juana (1506), de acuerdo con las Cortes de Castilla, y, por testamento, a la muerte del rey Fernando el Católico (1517) hasta la llegada del futuro rey Carlos. (Felipe “el Hermoso” fue el esposo de la reina Juana I, conocida por “Juana la Loca” porque enloqueció por las infidelidades de su marido primero y por la muerte prematura del mismo).
Anexionó Navarra, donde creó un virreinato, arrebatando la corona a Juan de Albret apoyado por Francia. Envió misioneros, jerónimos y franciscanos, al Nuevo Mundo para su evangelización. Cisneros fue muy crítico con Cristóbal Colón por su incapacidad de gobernar, tratando a los indígenas como esclavos.
Fernando el Católico, a su vuelta a Castilla, tras la muerte del rey Felipe I, lo propuso para ser cardenal y le confió la Inquisición (1507).
Una de las acciones hoy criticadas del Cardenal Cisneros fue la campaña para la evangelización de los árabes que quedaron dentro de Granada, tras la reconquista. Cisneros utilizó todos los métodos, desde dádivas hasta castigos, y se produjeron conversiones a millares, lo que causó admiración incluso en Roma.
En la época del Cardenal Cisneros las familias tuvieron que llevar el mismo apellido, pues hasta entonces todos los nacidos tomaban el nombre de un santo y el apellido de su profesión o del lugar donde habían nacido y era difícil identificar a una familia.
El Cardenal Cisneros murió en Roa (Burgos) cuando iba a encontrar al sucesor al trono –el hijo de los reyes Felipe y Juana y nieto de los Reyes Católicos– el futuro Emperador Carlos I de España y V de Alemania, que venía de Flandes. No se han podido demostrar los rumores que siempre circularon de que su muerte fe debida, primero a un envenenamiento, y segundo por la ingratitud de Carlos.
Aunque se ha intentado en varias ocasiones, el Cardenal Cisneros no figura en la lista del santoral católico, tal vez por su fuerte implicación en la política.