Misa con motivo de la Jornada Mundial de los pobresPapa Francisco comenzó su homilía de hoy en la Jornada por los pobres mostrando que “todos somos mendigos de lo esencial, del amor de Dios, que nos da el sentido de la vida y una vida sin fin” y por ello amplió algunos aspectos de la parábola de los talentos de la que habla en Evangelio de hoy. Por eso hoy también tendemos la mano hacia Él para recibir sus dones.
“Debemos reconocer que tenemos talentos, somos «talentosos» a los ojos de Dios. Por eso nadie puede considerarse inútil, ninguno puede creerse tan pobre que no pueda dar algo a los demás”, afirmó el Papa que muestra que “Ningún hijo puede ser descartado, Dios confía a cada uno una misión”.
En su explicación sobre el siervo malvado utilizó una palabra: “omisión”: “Lo que hizo mal fue no haber hecho el bien. Muchas veces nosotros estamos también convencidos de no haber hecho nada malo y así nos contentamos, presumiendo de ser buenos y justos”.
“No hacer nada malo no es suficiente, porque Dios no es un revisor que busca billetes sin timbrar, es un Padre que sale a buscar hijos para confiarles sus bienes y sus proyectos”, afirmó el Obispo de Roma añadiendo que quien se preocupa sólo de conservar, de mantener los tesoros del pasado, no es fiel a Dios.
“La omisión es también el mayor pecado contra los pobres. Aquí adopta un nombre preciso: indiferencia. Es decir: «No es algo que me concierne, no es mi problema, es culpa de la sociedad». Es mirar a otro lado cuando el hermano pasa necesidad, es cambiar de canal cuando una cuestión seria nos molesta, es también indignarse ante el mal, pero no hacer nada. Dios, sin embargo, no nos preguntará si nos hemos indignado con razón, sino si hicimos el bien”, expresó el Pontífice.
El pobre fue el centro nuclear de su homilía y a él dedicó la segunda parte de su texto: “Estos hermanos más pequeños, sus predilectos, son el hambriento y el enfermo, el forastero y el encarcelado, el pobre y el abandonado, el que sufre sin ayuda y el necesitado descartado. Sobre sus rostros podemos imaginar impreso su rostro; sobre sus labios, incluso si están cerrados por el dolor, sus palabras: «Esto es mi cuerpo» (Mt 26,26)”.
“Es para nosotros un deber evangélico cuidar de ellos, que son nuestra verdadera riqueza, y hacerlo no sólo dando pan, sino también partiendo con ellos el pan de la Palabra, pues son sus destinatarios más naturales”, recordó Papa Francisco: “Amar al pobre significa luchar contra todas las pobrezas, espirituales y materiales”.
Finalizó su intervención haciendose algunas preguntas: “¿Qué cuenta para mí en la vida? ¿En qué invierto? ¿En la riqueza que pasa, de la que el mundo nunca está satisfecho, o en la riqueza de Dios, que da la vida eterna?”.