¿Cómo distinguir, entre todos los preceptos el mandamiento más grande?“Nosotros hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es Amor, nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas”, lo dijo el Papa Francisco antes de rezar la oración mariana del Ángelus del último domingo de octubre.
En su alocución del Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre señaló que, este es el sueño de Dios para el hombre. Y para realizarlo tenemos necesidad de su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo.
Comentando el pasaje evangélico que la liturgia presenta este domingo, el Obispo de Roma resaltó la importancia de la Ley de Moisés y cómo algunos fariseos se reunieron para poner a prueba a Jesús. “Uno de ellos, un doctor de la Ley, le dirige esta pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Es una pregunta insidiosa – afirmó el Pontífice – porque en la Ley de Moisés son mencionados más de seiscientos preceptos”. ¿Cómo distinguir, entre todos estos preceptos – se preguntó el Papa – el mandamiento más grande?
La respuesta de Jesús es clara, señaló el Sucesor de Pedro, Él no tiene duda alguna y responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”. Y agrega: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta respuesta de Jesús nos recuerda que los diez Mandamientos, comunicados directamente por Dios a Moisés, eran la condición del pacto de alianza con el pueblo. Con esta respuesta, agregó, Jesús quiere hacer entender que sin el amor a Dios y al prójimo no existe verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor.
La respuesta de Jesús a esos fariseos, puntualizó el Papa Francisco, nos recuerda que, “de estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”. Y que Jesús ha vivido justamente así su vida: predicando y obrando lo que verdaderamente cuenta y es esencial, es decir, el amor. Ya que el amor, señaló el Pontífice, da impulso y fecundidad a la vida y al camino de fe: sin el amor, la vida y la fe se quedan estériles.
Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco subrayó que en esta página evangélica encontramos un ideal estupendo, que corresponde al deseo más auténtico de nuestro corazón.
De hecho, agregó el Papa, nosotros hemos sido creados para amar y ser amados. Y para realizar este ideal tenemos necesidad de la gracia de Dios, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo. Y ¿Dónde encontramos esta gracia, se pregunta el Obispo de Roma? En Jesús, que se ofrece a nosotros en la Eucaristía justamente por esto. “En ella – en la Eucaristía precisó el Pontífice – nosotros recibimos su Cuerpo y su Sangre, es decir, recibimos a Jesús en la expresión máxima de su amor, cuando Él se ofreció a sí mismo al Padre por nuestra salvación”.