Se describen como “protectores” y les prometen el pago de los estudios en la Universidad. Pero la realidad que se esconde tras sus anuncios es muy diferente“Papaíto de azúcar”. O más conocido como Sugar Daddy. Es como se hace llamar el hombre adulto, de cierta posición económica, promiscuo, que busca relaciones sexuales esporádicas con mujeres que hasta el momento no se dedicaban a la prostitución. Su objetivo son muchachas jóvenes (aunque mayores de edad para no tener problemas con la Justicia) a las que puede ofrecer dinero fácil sin responsabilidad alguna.
El fenómeno del Sugar Daddy ha ido “in crescendo” con la crisis económica, tanto en Europa como en América. Algunas jóvenes de poco más de 18 años encuentran en esta opción la posibilidad de pagarse los estudios universitarios.
El perfil suele ser el de una muchacha de clase media o baja, educada y buena estudiante que aspira a graduarse en la Universidad. Su familia en la actualidad atraviesa una etapa de dificultad económica y esto hace que sus sueños universitarios no puedan cumplirse. La muchacha busca un empleo compatible con los estudios, pero le resulta difícil encontrar algo que se ajuste a sus horarios y al mismo tiempo le permita ganar tanto dinero como para costearse la matrícula, que en algunos países supera los 60.000 dólares por año.
La presión de las deudas
En el caso de España, la crisis económica de hace diez años llevó a muchos jóvenes universitarios a inscribirse en una línea de crédito. Ahora, más de 12.000 estudiantes no pueden devolver el importe, que en principio era de unos 22.000 euros pero ahora con los intereses se ha hecho estratosférico. En otro país, Chile, 440.000 millones de euros fueron los que pidieron los universitarios en créditos para hacer frente al pago de la matrícula de sus estudios.
Puede ocurrir que en algunos casos la Sugar Baby (la muchacha objetivo del Sugar Daddy) sea una joven que ya ha empezado la carrera universitaria y se ve atrapada en las deudas cuando está en 2º curso o superior. No quiere abandonar los estudios, pero no puede pagar el préstamo o el crédito que pidió para la matrícula de las asignaturas. Si no cuenta con apoyo de algún familiar, de amigos o de alguna entidad que le dé soporte, se le hace una montaña llevar la situación.
El Sugar Daddy aparece entonces como un héroe, un salvador. Se anuncia en las secciones de contactos, en páginas webs de relaciones esporádicas, pero también en los paneles de las bibliotecas y a través de perfiles falsos en Instagram, Facebook y Twitter.
Ofrece la posibilidad de conectar por mail, por Whatsapp o Snapchat. En las fotos se presenta sin mostrar el rostro, pero viste un traje impecable y quizás está apoyado en un coche de alta gama o sentado en un buen restaurante. Con él, ganar entre 500 y 1.000 euros en un solo día parece muy fácil.
Prostitución encubierta
La idea que transmite el Sugar Daddy no es de un hombre a la caza de prostituta. Él no quiere hablar en estos términos. Prefiere describirse como “protector”, “amante”, “cuidador”, “papá”. Es un hombre maduro que, según los psicológos, ha optado por este tipo de sexo porque se siente incapaz de implicarse en una relación estable, porque se niega a asumir responsabilidades con una mujer o porque en la vida real está casado (o vive en pareja) y no quiere romper esa situación oficial.
En este tipo de relación no se habla de que a la chica se la convierte en prostituta. El hombre maduro le hablará de “gratificación”, “ayuda” o incluso de que le dará dinero “para sus caprichos”. Él sabe que juega con un as importante en la manga: ella necesita el dinero, y lo necesita rápido.
Un Sugar Daddy puede llegar a ser deslumbrante. Ofrece que los encuentros sean en hotel de lujo, la puede ir a recoger en un automóvil espectacular y la invita a que sea su acompañante en viajes de negocios. Para ella, todo gratis y todo pagado. Su papel se circunscribirá a vestir sexy, callar o hablar lo justo, y complacerle en todo momento.
La universitaria con problemas ve en esta fase que ha encontrado el remedio a sus problemas y que haciendo esto temporalmente -confía- podrá olvidarse de sus quebraderos de cabeza. No piensa en que empieza a entrar en una espiral de esclavitud y de abusos. Pagará -cree- la matrícula, los estudios, le alcanzará para la manutención y no solo eso sino que se podrá sumergir en experiencias nuevas como viajes a otros países o cenas en restaurantes carísimos. El Sugar Daddy paga lencería, bolsos, maletas de viaje, entradas a espectáculos... Lo que ella pida. Otra cosa importante: habrá silencio y nadie se va a enterar. Cuando acabe este episodio, ella podrá volver a su vida normal como si no hubiera pasado nada.
Hasta aquí, parece que una puede aspirar a convertirse en la Julia Roberts de “Woman in red” sin atravesar el asqueroso pasado de una prostituta. Richard Gere a un solo toque de teléfono. Dinero fácil y rápido, y luego vuelta a una vida normal.
Una trampa terrible
¿Qué encuentra la chica con el Sugar Daddy? Mejor habrá que preguntarse “qué pierde” si cae en sus garras.
- La Sugar Baby cree que será feliz. Falso. Acaba de adentrarse en un falso paraíso. El hombre que busca una prostituta no piensa en hacerla feliz sino en complacerse a sí mismo, en sus caprichos y seguramente en su adicción al sexo. Ella deja de ser una persona a la que se conoce y respeta, para pasar a ser el capricho contínuo. Con el agravante de que al pagar, él se considera con derecho a exigir todo lo que quiera. En los momentos de discusión, aparecerá el argumento irrefutable de “el que paga soy yo”.
- La Sugar Baby cree que por ser más joven está más al día en cuestión de sexo y podrá sorprender y agradar al Sugar Daddy. Falso. No podrá controlar esta cuestión y será él quien imponga su deseo de entrar en terrenos como el sado o el masoquismo o la zoofilia o en otras prácticas aberrantes. Del mismo modo, se deberá someter a practicar el sexo en las condiciones en que quiera el hombre, casi siempre sin preservativo (que en este tipo de contactos se llama “natural”). Esto implica un alto riesgo de embarazo con el consiguiente paso hacia un aborto. De decidir que sigue adelante con el embarazo, ella será la que carga con la criatura porque él inmediatamente va a quitarse de en medio. No olvidemos que el Sugar Daddy tiene una posición social, profesional y familiar que no está dispuesto a mover. Ella, la Sugar Baby, no tiene cabida en la foto.
- La Sugar Baby se considera única. Cree que pasa a ocupar el corazón del Sugar Daddy. Falso. En un Sugar Daddy no hay amor, hay atracción sexual que impacta directamente en el cerebro reptiliano (el que guía en los instintos como el hambre, la sed y el sexo). Desdichada el día que descubre que ella es “una más” en la colección de trofeos de él. Y aunque no hubiera otra, el cerebro reptiliano solo alimenta ese deseo entre 2 y 3 años. Transcurrido ese tiempo (como mucho), la Sugar Baby será abandonada como un kleenex.
- La Sugar Baby cree que todo lo que el Sugar Daddy le ha dicho es verdad. Pues quizá sea falso. Lo más probable es que no tenga dinero propio y lo único que hace es aprovecharse de lo que le permite gastar la empresa. Él no paga los taxis ni los vuelos ni los hoteles ni los restaurantes sino que lo hace la empresa para la que trabaja. Eso implica entrar en una dinámica de mentiras, identidades falsas… que conducen a la chica a vivir en la sombra y en la ilegalidad. Si ocurre algo, él no la llevará a Urgencias ni la defenderá ante un abogado.
- La Sugar Baby cree que podrá abandonar la situación cuando quiera. Falso. Un Sugar Daddy puede ser absorbente, posesivo y acosador más allá de lo que se estableció en un principio en la relación. Se habla de pacto -“solo haremos lo que tú quieras”- pero eso no es así. La chica puede acarrear golpes, abusos, un embarazo o una enfermedad de trasmisión sexual, entre ellas el sida. El contagio, en un ambiente de promiscuidad, es muy fácil. Según fuentes policiales españolas, se han dado casos de presentación de denuncias por violación o de violencia de género en el que las víctimas eran chicas a las que se captó por el sistema del Sugar Daddy.
- La Sugar Baby tendrá dificultades para combinar los estudios con la relación a que le obliga el Sugar Daddy. Los viajes pueden coincidir con fechas de exámenes, deberá perder clases, la vida nocturna le pasará factura en el rendimiento académico…
- Las drogas forman parte del ambiente en que se mueve el hombre promiscuo y con dinero. Por su adicción al sexo, él busca “experiencias” cada vez más fuertes y una manera de obtenerlas es el uso de cocaína, que produce episodios de euforia. Al principio las dosis para la chica serán gratuitas y él será quien se las proporcione. Cuando la relación se rompa, ella habrá quedado enganchada a un vicio que merma su salud y que le exige unos ingresos mucho mayores. La puerta a seguir en otras formas de prostitución le queda muy cerca.
- La autoestima baja en picado. Si al principio una Sugar Baby se siente agasajada y tratada como una princesa, poco a poco comenzarán las dudas sobre si sigue gustando, si debe hacer algo más, si le ha aparecido una cana o tiene ojeras… Se habrá ido apartando de los amigos de siempre y de sus familiares porque es difícil llevar en secreto esta situación. Y en esa soledad, el Sugar Daddy se convierte en juez y dueño de la situación.
El peligro creciente del fenómeno Sugar Daddy está en lo fácil que resulta acceder a una relación de este tipo. La curiosidad, la publicidad de las páginas de contactos y, sobre todo, la fragilidad de los vínculos familiares así como la situación precaria de las jóvenes universitarias multiplican las posibilidades de que algo salga mal en su toma de decisiones. Lo difícil es prevenir a una universitaria (mayor de edad, por tanto) para que no atienda a estos cantos de sirena.
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