El Pontífice aseguró que la muerte es un misterio sobre la “fugacidad de la vida”, que nos enseña cuánto “nuestro orgullo, ira y odio, son sólo vanidad”.El papa Francisco invitó a las personas a cerrar los ojos y pensar en el momento de la propia muerte. “Cada uno piense a la propia muerte”, dijo ante un público sorprendido por la inevitable pregunta que casi nunca nos hace nadie o nos hacemos.
Lo hizo durante la audiencia general de este miércoles, 18 de octubre de 2017, en la plaza de San Pedro.
Francisco como un pedagogo instó a los fieles y a los peregrinos a imaginar ese momento “cuando Jesús nos tomará de la mano y nos dirá: ‘¡Ven conmigo, levántate!’”
El Pontífice continuó una serie de catequesis sobre el “contraste que existe entre la esperanza cristiana y la realidad de la muerte”.
“Escucho ancianos que dicen: La vida me ha pasado como un soplo”, aseguró Francisco de 80 años.
¿De qué sirvieron vanidad y orgullo?
Aseguró que en el mundo moderno se trata de disimular la muerte, hasta el punto que “cuando llega nadie está preparado, ni tiene tampoco los medios para darle un sentido”.
El Papa expresó que la muerte es un misterio sobre la “fugacidad de la vida”, que nos enseña cuánto “nuestro orgullo, ira y odio, son sólo vanidad”.
Entonces, “la muerte pone nuestra vida al desnudo. Lo esencial es amar porque no “amamos lo suficiente” y “no buscamos lo esencial”.
Así también la muerte “nos indica que solamente el bien y el amor que sembramos mientras vivimos permanecen”.
Nos resulta lamentable que no hayamos amado lo suficiente y no hayamos buscado lo que era esencial. Y, por el contrario, no vemos lo que realmente era bueno y que hemos sembrado: el cariño por el que nos hemos sacrificado y, que ahora, nos sostiene la mano”.
Por ello, destacó que Jesús es “el único capaz de iluminar el misterio de la muerte”. Él nos enseño a sentir dolor ante la perdida de un ser querido.
En este sentido, manifestó que no es contrario a la esperanza sentir dolor ante una muerte en la familia o entre nuestros amigos.
Francisco señaló que la muerte no forma parte del plan amoroso de Dios para la humanidad. “Jesús mismo, con su obediencia total al Padre, restaura el proyecto original de Dios y nos otorga vida en abundancia”, sostuvo.
A través de varios pasaje evangélicos, recordó que Jesús como un hombre también sintió dolor por la muerte de su amigo Lázaro y sabía el dolor del hombre que le pidió curara a su pequeña hija enferma.
Rabia y el dolor ante la muerte de un hijo o un ser querido…
En este último caso, explicó la rabia y la frustración ante la muerte de un ser querido. Por tanto, citó el Evangelio donde se habla de un padre que desesperado pide a Jesús de salvar a su hija enferma (cf. Mc 5,21-24.35-43).
“No hay una figura más conmovedora que un padre o una madre con un niño enfermo”. E inmediatamente Jesús atiende la llamada de ese padre adolorado, al referirse a la deferencia que tiene por Jairo.
“En un momento dado, alguien viene de la casa de Jairo para decirle que la niña está muerta, y no hay necesidad de molestar al Maestro. Pero Jesús dijo a Jairo: “No temas, ten fe” (Mc 5:36).
El papa Francisco explicó con este episodio que Jesús es comprensivo porque un padre o una madre puede reaccionar con “ira y desesperación” ante la muerte de un hijo, mientras sostuvo que el Señor enseña a “custodiar la pequeña llama de la fe en nuestros corazones”.
Jesús le dice al Padre: “No tengas miedo, solamente ten fe”, insistió. Y luego, al llegar a casa, “despierta a la niña de la muerte” y la hace regresar “a sus seres queridos con vida”.
Francisco reitera el mensaje de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá».
No tener miedo a la muerte
En el momento de la muerte, “ahí terminará la esperanza y será la realidad de la vida”, expresó para suscitar luego un aplauso entre los presentes probablemente sorprendidos por la pregunta: “¿Cómo se imaginan su propia muerte?
“Piensen ustedes. El mismo Jesús vendrá y nos tomará de la mano con su mansedumbre y delicadeza y su amor. Y a cada uno repite en su corazón: “¡Levántate, ven, resucita!”.
“Esta es nuestra esperanza antes de la muerte”. “La fe como luz del encuentro iluminador del encuentro con Jesús”, manifestó.
Francisco invitó, como hizo Jesús, a no tener miedo de la muerte, sino a confiar en la enseñanza divina y “mantener viva la llama de la fe”.
Admite, además, que hasta el Papa y todos nosotros somos “pequeños e indefensos frente al enigma de la muerte.
María interceda por todos
Por último, saludó cordialmente a los peregrinos presentes en la audiencia, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica.
“El Señor Jesús, única esperanza de la humanidad, nos conceda la gracia de mantener encendida la llama de la fe, y en el momento de nuestra muerte nos tome de la mano y nos diga: «¡Levántate!»”.
El Papa exhortó para que “Santa María, Madre de Dios, interceda por todos nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Así sea”.