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¿Cuántas veces mi hijo de 8 años debe confesarse?

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Sebastien Desarmaux | Shutterstock

Philip Kosloski - publicado el 28/09/17

¿Es bastante con una o dos veces al año?

Los padres de niños que hacen la primera comunión a veces hacen esta pregunta: “¿Con qué frecuencia debería confesarse mi hijo?”.

La pregunta es oportuna, sin duda, ya que no es muy probable que vuestro hijo os suplique que le llevéis a cumplir con el sacramento.

Quizás sean conscientes del pecado, pero la confesión aún les resulta algo nuevo y, ciertamente, todavía no es un hábito para ellos. Entienden que la confesión es algo bueno, pero no siempre piensan en ella.

Tampoco es que tengan miedo a la confesión, en absoluto. A algunos niños quizás les intimide el sacerdote, pero a muchos otros les gusta ir a confesarse porque piensan que es “divertido” y les gusta hablar con el cura.

Entonces, ¿qué debería hacer un padre o madre cuando a su hijo no le fastidia que le lleven a confesión?

¡Pues llevarlo a confesión!

Miradlo de esta manera. Ir a confesión de manera regular (todas las semanas o todos los meses) es un buen hábito que crear. Así inculcáis en vuestros hijos un hábito que quizás mantengan durante el resto de sus vidas. Les enseña que la confesión es importante y una parte esencial de la fe católica.

Si no se lleva a los niños a confesarse de manera regular (o solamente cuando van a clase de educación religiosa), pensarán que la confesión es algo extraño e innecesario. Además, la situación se agrava aún más si no ven que sus padres van también a confesarse.

Asumámoslo, los niños vigilan cada paso que damos. Si valoramos alguna cosa, ellos la valorarán también. Si tenemos el hábito de ir a confesarnos habitualmente, es más probable que ellos retengan ese hábito más adelante en la vida.

Para añadir más énfasis todavía, premiad el momento en que vais a confesión. Un padre me contó una vez que solía ir con sus hijos a confesarse todos los sábados por la tarde y que después se iban a comer helado. Sus hijos ahora son adultos y siguen respetando el sacramento de manera habitual. El helado quizás no funcione con todos los niños, pero se puede ofrecer otro incentivo adicional y crear así una asociación positiva con el sacramento de la confesión.

Todos los padres tienen que discernir la frecuencia con que se confiesan sus hijos, pero la parte más importante de la ecuación es abordar la confesión con reflexión y practicar lo que se predica.

Nuestros hijos necesitan hábitos santos y no pueden desarrollarlos si no les ayudamos.

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