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¿A qué hora vendrá Dios a buscarte? ¿Lo sabes?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 25/09/17
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Cada uno tiene una hora en la vida. Y Dios da mil oportunidades

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Hoy Jesús me muestra cómo actúa en mi vida. Sale siempre a mi encuentro y no le importa dónde me encuentre, en qué circunstancias de mi vida: El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: – Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 

Jesús habla de un Dios que sale a buscar al hombre. Que no me espera en su atalaya sino que llega hasta el lugar donde me encuentro. No una vez, sino muchas veces. Al amanecer. A mediodía. A media tarde. Al caer la tarde. El evangelio dice Salió de nuevo.

Es un Padre que una y otra vez sale a buscar a los hombres. Que no se da por vencido. Jesús mismo hace eso en la tierra. Llega hasta los caminos y sale al encuentro del hombre. No se sienta a esperar. Llega al lago y busca a los pescadores. Se hace el encontradizo con los discípulos de Emaús.

Dios sale a buscarme en todas las horas de mi vida. Me gusta mirar así a Dios. Él busca a cada uno. Cada uno tiene una hora en la vida. Y Dios da mil oportunidades. Eso me da paz.

Siempre me ha dado miedo dejar pasar a Dios y no verlo. ¿Por qué temo? Dios volverá a buscarme. Llama a todos. Me busca por los caminos. Busca a los distintos hombres en distintos momentos de su vida.

A unos los encuentra siendo niños. En medio de una familia que cuida la fe. En ese amor de padres que es reflejo de un amor de Dios infinito. Es el amanecer de la vida.

A otros los llama en medio de una crisis de juventud, cuando no saben qué hacer con sus vidas. Es el mediodía de su camino. Todo por delante.

A otros los busca en una cruz o en una bendición muy grande, pasados los años. O en una encrucijada de su vida cuando han tocado el fracaso. A otros los llama al descubrir el amor verdadero en medio de su camino. O al encontrarse con un miedo profundo cuando todo estaba en paz y lleno de calma. Puede ser ya la media tarde de sus vidas.

A otros, frente a la enfermedad o la muerte, viene a llamarlos. Es la última hora del día en la surgen las preguntas más verdaderas. Al caer la tarde.

Para todos tiene el mismo amor, la misma propuesta, el mismo deseo, la misma pregunta. Dios sale a buscarme a mí a todas las horas del día. Aunque diga que no por la mañana. Vuelve a invitarme por la tarde. Nunca es tarde para mí. Nunca se me ha pasado mi momento.

Dios sale de nuevo a buscarme. Me llama, me invita. Por la mañana, cuando mi vida está llena de esperanza. A mediodía cuando vivo ajetreado. A media tarde cuando estoy cansado, o triste, o lleno de dudas.

Sale también en medio de mi noche, cuando sólo tengo preguntas. Dios llega de nuevo, y me ama igual. No me dice que he perdido el tiempo por los caminos. Se alegra igual si llevo toda la vida o si acabo de llegar. Siempre hay un sitio para mí junto a Él, a su lado. Su amor es sin medida. Eso lo tengo claro.

Quiero creerme que Dios es así conmigo. Para poder ser yo igual con los demás. Para acercarme de nuevo al que me ha herido, y llamar con pasión al que me ha fallado, y buscar con ternura al que ha huido dejándome solo. Quiero hacer como Él hace conmigo. Yo quiero ser así.

Me cuesta mucho porque mi mente estrecha tiende a pensar que Dios es como yo. Que premia o castiga según los méritos. Que mira el reloj, la hora del día, y juzga. Pero Dios siempre me desborda. Porque me da todo aunque yo no dé nada.

Para Él, es curioso, un minuto a su lado vale toda la vida, y toda mi vida se mide en un minuto. Y Él, sale de nuevo a buscarme, una y otra vez, en todas las horas de mi vida. ¿Cuál es mi hora en la que Dios me llama en este momento?

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