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Hildegarda de Bingen (1098-1179) fue monja benedictina, mística, teóloga, fundadora, escritora, experta en farmacia, cosmóloga, compositora, botánica, médico…
Mantuvo una relación epistolar con papas, obispos, reyes y emperadores. Y si les tenía que reprochar algo, lo hacía sin reparos.
San Pablo Ediciones tiene un volumen en el que se recogen algunas de las particulares experiencias místicas de esta mujer, a la que la autora Cristina Siccardi llama esencialmente “mística y científica”.
El misticismo de santa Hildegarda no es de éxtasis, sino que “permanece siempre en su propia realidad, aun cuando lo sobrenatural irrumpe en su vida”, dice la autora.
Los manuscritos de Hildegarda están en latín y alemán y su obra ha sido cuidadosamente estudiada especialmente por benedictinos y especialistas en profetismo y mística medieval.
Cuando Benedicto XVI dedicó varias catequesis a figuras femeninas de la Iglesia, el primer modelo que escogió fue precisamente Hildegarda.
Extraordinaria desde pequeña
Los estudiosos coinciden en que no era una niña normal. Ya desde pequeña, “veía más allá de lo sensiblemente visible”. Y ella misma lo dice, en su obra Scivias:
“Desde que era niña, concretamente desde que tenía cinco años de edad, y aún hoy, siempre he experimentado misteriosamente en mi interior la fuerza y el misterio de esas ocultas y misteriosas facultades visivas”.
En Vida y visiones de Hildegard von Bingen, de la editorial Siruela, Victoria Cirlot, profesora de Literatura Medieval en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, resalta que Hildegarda es “una de las figuras más fascinantes y multifacéticas del Occidente europeo”.
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Una particularidad de su personalidad es que “no se dejaba intimidar por el reproche”, pero tampoco “se dejaba desviar por las alabanzas”.
En otro texto de ese mismo volumen se recoge esta experiencia de visión:
“A los tres años vi una luz tal, que mi alma tembló, pero debido a mi niñez nada pude proferir acerca de esto. A los ocho años fui ofrecida a Dios para la vida espiritual, y hasta los quince vi mucho y explicaba algo de un modo muy simple”.
Entró de niña a la vida religiosa, y no revelaba a sus compañeras de clausura sus visiones. Lo contará, más tarde, al monje Guiberto de Gembloux. También lo comentó a Jutta de Sponheim, maestra de oración y trabajos manuales.
Revelaciones y análisis
Y esta fama trascendió. Estuvo acompañada de personas a las que compartía sus revelaciones, que empieza a escribir a partir de 1141.
Hildegarda vivió en Disibodenberg 30 años dedicada a la vida benedictina. Su impacto fue notable a varios niveles, y su influencia muy destacable y admirada.