El peruano protector de 3,500 hectáreas en la zona de Alto Mayo emprendió una lucha contra los fertilizantes, la deforestación y la caza ilegal
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Equivalente al celular, cuando la bocina sonaba debía sentarse a la mesa. A la escuela iba en canoa. Cuando no estaba trepado de un árbol, jugaba con las semillas del choloque, que no son comestibles. A los 16 años se puso su primer zapato, y es que andar por el bosque era muy riesgoso.
Juan Isuiza entendía de números porque aprendió a sumar y restar. Pero nunca descubrió el universo que existía más allá del río Mayo, afluente de la Amazonía peruana. El mundo aparecía a sus pies; restaurantes, tiendas, autos. ¿Por qué alguien necesitaría rodearse de todo esto?, se preguntaba.
Juan convivía con la Amazonía. El patio trasero de su casa era la Selva. “Fui un depredador hasta el 12 de febrero de 1999”, confesó en una entrevista para un diario local. “Desde que me encontré cara a cara con un otorongo (fue el último animal que cazó) cambié de pensamiento”, narra Juan.
Reforestando la selva
En su casa todo tenía un equivalente a lo que observaba en sus esporádicos paseos a la ciudad. Las lianas, por ejemplo, servían de cortinas; el sol, de reloj; y las plantas, de medicamentos. Tingana es el hogar de Juan, provincia de Moyobamba, región San Martín en la Amazonía peruana. Sin embargo, verse reflejado en los ojos de una fiera lo convirtió en conservacionista.
Ahora de 61 años, con dos hijos, Gilmer y Sandra y su esposa Jesús. Sigue sin usar zapatos y así suele recibir a los visitantes, con la vitalidad intacta de la infancia. Su hogar se convirtió en centro de investigación de la flora y fauna de la zona. Se hizo protector de los animales y los cultivos.
En Tingana los bosques de tangaranas, séticos, caña brava y capironas se vuelven más tupidos. Árboles desmelenados, disímiles, desaliñados y libres, divertido juego de espejismos en el río Mayo, afluente de Huallaga. Para preservar estos recursos naturales y desarrollar el ecoturismo Isuiza creó la Asociación de Conservación del Aguajal Renacal (ADECAR) junto a otras seis familias.
Exterminador de la contaminación
Hoy no hay tráfico de lanchas en el río Mayo, sino más bien flotan en sus aguas mansas incontables botellas de plástico. En los bosques que lo vieron nacer surca el río Avisado, brazo del Mayo. Su abuelo le puso el nombre cuando llegó a vivir a esta zona. Avisado porque quedas “avisado” al cruzar el cauce tan estrecho donde las ramas de los árboles te sorprenden con un ligero golpe en la cabeza.
Esta tierra es muy querida por este peruano amante de la naturaleza. Juan recuerda que sus padres también le pusieron el nombre a esta zona “Tingana”, en honor a las semillas del choloque con la que Juan y sus hermanos solían jugar a las canicas.
Entre sajinos, otorongos, monos (fraile, pichico, mono negro), aves como el tucán, el flauterillo y la garza, habitan sus recuerdos. Juan seguirá entonces exterminando la contaminación en la Amazonia de Perú.